sábado, 1 de junio de 2013

UN PASEO POR EL HIPERREALISMO EN EL THYSSEN




Esto no puede seguir:
Después de todo es injusticia a su modo.
¿Cómo, de qué modo se puso de moda?
Deliberada indiferencia hacia los vivos,
deliberado cultivo de los muertos.

Evgueni Evtushenko

Si alguien me preguntase cuándo fueron escritos estos versos, sin dudarlo, contestaría: ¡ayer mismo! Y me imagino al joven poeta Evtushenko, ese joven rebelde del difícil mundo soviético, encendiendo la televisión y escuchando las noticias, para escribir sobre un papel de estraza, de los que sólo posee un número de veinte para toda la semana: Esto no puede seguir. Después de todo es injusticia a su modo...

Creemos que vivimos tiempos únicos de zozobra y que cualquier tiempo pasado fue mejor. Yo respecto a este proverbio, me quedo con Sábato que, inteligente, le da la vuelta en El TúnelLa frase "todo tiempo pasado fue mejor" no indica que antes sucedieran menos cosas malas, sino que —felizmente — la gente las echa en el olvido. Desde luego, semejante frase no tiene validez universal; yo, por ejemplo, me caracterizo por recordar preferentemente los hechos malos y, así, casi podría decir que "todo tiempo pasado fue peor", si no fuera porque el presente me parece tan horrible como el pasado; recuerdo tantas calamidades, tantos rostros cínicos y crueles, tantas malas acciones, que la memoria es para mí como la temerosa luz que alumbra un sórdido museo de la vergüenza.
  
Los versos de Evtushenko no fueron escritos ayer, sino en 1962, el año en que mi padre se fue a trabajar a Suecia, porque por aquí no había trabajo, y anduvimos unos cuantos años apenas sin verlo; creo que fueron quince años, más de diez seguro.
Esos versos fueron escritos en la Unión Soviética, en la Alemania del Este, en Estados Unidos, en España, o en cualquier otro lugar del mundo.

Nadie ignora que los clásicos no tienen lugar ni tiempo, y que como los clásicos, el ser humano y su esencia ha cambiado poco; pero de lo que no me cabe duda es de que mis mayores (mi padre nació en 1935 y mi madre en..., bueno, mi madre sigue tan joven como siempre) me legaron un mundo mejor del que ellos recibieron. Y siempre ha sido así desde el principio de los tiempos, pero esos pequeños logros, supongo, que hay que ganárselos. Ahora nos toca a nosotros, que pensábamos que todo estaba hecho.

En el día de ayer, hace más de cincuenta años, o hace trescientos sigue escribiendo el joven poeta Evgueni Evtushenko en papel de estraza, de los que sólo le quedan siete unidades:

Tiutchev, un poeta ruso del siglo XIX, exclamó una vez:
"¡Oh, si las alas vivas de las almas, agitadas sobre la multitud,
nos salvaran de la inmortal vulgaridad de la gente!"

Hoy todos somos testigos de un complot mundial
de la vulgaridad triunfante contra la exquisitez humana.
Pero si la vulgaridad es inmortal, también es inmortal
la resistencia contra ella.
La persona que no tiene poesía interior
se convierte sin darse cuenta en un zombi.

¿A que estos versos parecen escritos ayer?
Sin duda, son de ayer mismo.

Ayer mismo, ayer, después de leer esos versos, como tenía un día libre, decidí ir a Madrid al Museo Thyssen a visitar una exposición temporal sobre Hiperrealismo, que también, por coincidencia, fue un movimiento que nació en los años sesenta en Estados Unidos, y bautizado por Louis K. Meissel como Fotorrealismo. La exposición está dividida en tres ambientes. Los tres mundos en los que se mueve el hombre moderno: ciudades, coches y cuerpo. Creo que en tres palabras no hay mejor resumen para la humanidad de hoy en día.

Nunca fue santo de mi devoción el realismo, porque por mis afinidades literarias siempre he estado más cerca del modernismo, del surrealismo o del romanticismo incluso, ya que creyendo que el alma humana tiene una gran capacidad de transformación y subversión de la realidad, esa realidad no puede ser, aunque así la veamos, como una fotografía.

Sin embargo, delante de los cuadros de esta exposición, he sentido que el artista invoca no sólo a la percepción de lo que consideramos la realidad objetiva, sino que impulsa al espectador a la interpretación interior de la pintura. El autor sólo te ayuda a ese pequeño salto al vacío; no te lleva de la mano como podían hacer los surrealistas. Es sólo una opinión.


Tal vez, la verdad esté en el compendio de todas las artes y todas las corrientes, no en una sola.
Yo, por si acaso, voy a coger de nuevo a doña Pardo Bazán, a Zola, a Alarcón, a mi paisana Fernán Caballero, que escribió La Gaviota cerquita de donde yo vivía, a Balzac y a aquellos otros novelistas realistas y naturalistas que andan por mis estanterías y hace años que no salen de ellas. 

Para terminar, unos versos de Evgueni Evtushenko, ya que empecé con él, y que es capaz de hablarnos de la ciudad del sí y del no, igual a las ciudades que se ven en la exposición del Museo Thyssen. Esa dualidad nunca vencida.
Está escribiendo en el último papel de estraza que le queda, pero no teme nada, porque si tuviera necesidad de escribir, y no tuviera papel, lo haría sobre madera, sobre piedra, en la arena o en las nubes:

La Ciudad de Sí y la Ciudad de No

Soy como un tren
de prisa durante muchos años
entre la ciudad de Sí
y la ciudad de No.

Todo es fatal, todos están asustados en la ciudad de No.
Es como un cuarto amueblado con abatimiento.
Cada mañana su entarimado es pulido con bilis.
Sus sofás están hechos de falsedad, sus paredes de desgracia.
Cada retrato parece sospechoso.
Cada cosa frunce el ceño, ocultando algo.

Conseguirás muchos consejos ahí — por Dios que sí —
Las maquinas de escribir chacharean una respuesta al carbón:
"No-no-no…
No-no-no…
No-no-no…"

Y cuando las luces se apagan por completo, y los fantasmas inician
su tenebroso ballet
conseguirás un boleto de salida
— por Dios que sí —
para dejar la negra
ciudad de No.

Pero en la ciudad de Sí
—la vida es como el canto de un tordo en esta ciudad sin paredes— igual que un nido.
El cielo te pide que tomes la estrella que te gusta
labios preguntan por tus labios, sin ninguna vergüenza,
murmurando suavemente: "Ah — toda esa tontería…"
y las margaritas, burlándose, piden ser escogidas,
y los rebaños ofrecen su leche mugiendo,
y en nadie hay ni un rastro de sospecha,
y donde sea que quieras estar, al instante estarás ahí,
tomando el tren, el avión, o el barco que te guste.

Y el agua, murmurando levemente, susurra:
"Sí-sí-sí…
Sí-sí-sí…
Sí-sí-sí…"

Pero la verdad, a veces, es un poco aburrida,
te dan tanto, casi sin ningún esfuerzo,
en esa brillante multicolorida ciudad de Sí…

¡Prefiero estar dando vueltas
hasta el final de mis días,
entre la ciudad de Sí
y la ciudad de No!

¡Deja que mis nervios se estiren
como alambres
entre la ciudad de No
y la ciudad de Sí!



Pues no. No han cambiado tanto las cosas.





1 comentario:

  1. "Oh, yo he visto
    al último halcón abandonar el último cielo,
    con la curva imagen de su caída
    trabada en el pico."

    William Faulkner

    Así, me imagino que se pinta sólo con palabras.

    Conocí a Faulkner en Absalon donde viví con él en un pueblo de nombre impronunciable.
    Su poesía nos lleva de la mano a la naturaleza, al centro del alma humana y a imágenes que crecen sin parar con su relectura.

    Tengo que volver pronto a ese lugar.

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