sábado, 19 de marzo de 2016

LAS MUJERES INVISIBLES



Me he acercado a la Residencia de Señoritas de la calle Fortuny; y de allí me he ido a la residencia de Estudiantes en la Colina de los Chopos. Sin más intención que visitar la exposición Mujeres en Vanguardia.

Mi casa era una casa de mujeres, y uno, que se ha criado con tantas hermanas que lo superaban siempre en todo, no deja de preguntarse, extrapolando su experiencia al mundo que lo rodea: ¿qué es lo que ha hecho desde el principio de los tiempos que las mujeres hayan terminado siendo tan invisibles para la historia, salvo aquellas que jugaron con su belleza y su inteligencia para las relaciones personales?

Mi profesor de Lenguas Clásicas no cejaba en su empeño por demostrar que los atreidas y su principal portavoz, Homero, decidieron, tras las primeras conquistas indoeuropeas en la península griega, donde se encontraron una sociedad minoica totalmente matriarcal, construir una nueva sociedad machista y misógina que acabara con la civilización que conquistaban; y ponía como ejemplos a Helena, a Penélope o a Andrómaca… No cabe duda de que esa nueva Grecia Clásica de la que todos descendemos hizo mucho por pintar a la mujer de esa manera, encerrándola bajo arresto domiciliario durante demasiado tiempo. Y no hay ninguna creencia que no haya recogido ese testigo.

He encontrado este ejemplo muy explicativo de Jenofonte (siglo IV A.C.), en un trabajo sobre Maruja Mallo de Rosa María Ballesteros:

Los dioses han creado a la mujer
para las funciones de dentro, al hombre para
todas las demás. Los dioses la ha colocado en
el interior porque soporta menos bien el frío, el
calor y la guerra. Para las mujeres es honesto
el permanecer en casa y deshonesto el salir
fuera; para los hombres sería vergonzoso el
quedarse encerrado en su casa y no ocuparse
de lo que ocurre fuera.

Y esto es así porque lo dice él. A ver si mi profesor de Clásicas va a tener razón, y los hombres atreidas buscaron, y lograron por medio del arte, un territorio hostil para la mujer; una zona de combate en la que no hay apoyo logístico posible, un lugar tenebroso en el que no se espera ayuda táctica alguna y que únicamente te permite sobrevivir encerrada.

Preparaos, porque a partir de ahora no daremos ni un paso atrás y no va a quedar tierra sin hollar, aventura sin vivir ni libros sin leer.

Las mujeres que han sobresalido hasta ahora lo hicieron a espaldas de la sociedad, retiradas, escondidas; unas buscaron su refugio en Dios, como Sor Juana Inés de la cruz o Santa Teresa de Jesús; otras, como Emily Dickinson, en  la fortuna de su padre y su pasión por los versos, encerrada en esa habitación propia; las Brönte se escondieron en los funestos páramos, en un padre dominante y en la tuberculosis, que tantos buenos escritores ha dado. Ninguna de ellas lo hizo ayudada por la sociedad. O tenías una renta y una habitación propias, como escribió mi adorada Virginia Wolf o te ibas al carajo. Así de simple.

¿Hay algo más injusto que eso? No poder estudiar con el mismo derecho que el varón, no poder realizar cualquier trabajo, no poder poner una casa a tu nombre, no poder votar.
Así que hoy he decidido ir a conocer a las Mujeres de Vanguardia.

Yo siempre tuve celos de Alberti porque recibió los amores de Maruja Mallo; pintora, poetisa, mujer divertida que supo vivir su libertad, y de entre todos los ángeles El Ángel Falso, dime por qué las lluvias pudren las horas y las maderas. Aclárame esta duda que tengo sobre los paisajes. Despiértame.

Luego supe de sus noches con Miguel, cuando éste andaba subiendo a los árboles del Puente de Segovia, como un titán de la selva, mientras Neruda lo aclamaba como la nueva tempestad que traía el calor de las cabras.

Y lamenté mucho, cuando vi su obra por primera vez, que sólo la conociéramos por esos hombres de la generación del 27 con los que frecuentaba sus días; y con algunos, sus noches. Rafael Alberti, Miguel Hernández, Picasso, Dalí, Buñuel, Federico García Lorca, Ortega y Gasset, Machado, Unamuno o Ramón Gómez de la Serna.

Hubo una Residencia de Estudiantes, en la colina de los chopos, durante los años 20, inmensa; pero también hubo una Residencia de Señoritas, colosal, con mujeres que brillaron en todas las artes y las ciencias, que compartieron horas con Madame Curie o con las mujeres del Instituto Internacional, con las que se produjo un fructífero intercambio, las famosas bostonianas.

Me he acercado a verlas a la Residencia de Estudiantes. Allí están Matilde Huici, gran especialista en Derecho o Victoria Kent. He saludado a las pedagogas Juana Moreno, María Comas Camps, Carmen Castilla Margarita de Mayo, Carmen Isern. Me han dedicado alguna sonrisa María Goyri, Zenobia Camprudí, Josefina Carabias, Maruja Mallo y María Zambrano. Y así, las ruinas nos darían el punto de identidad entre el vivir personal —entre la personal historia— y la historia.

De las 30 mujeres que había inicialmente en la Residencia se ampliaron las plazas a 300. Allí se estudiaban todas las ciencias y artes, siguiendo el concepto de la Institución Libre de Enseñanza de que cualquier actividad humana es susceptible de convertirse en una carrera y una profesión que ensanche el alma de los hombres y las mujeres. Pensaban que, por ejemplo, si alguien es bueno en cerámica debe existir una carrera de cerámica. Yo, también.

La Residencia de Señoritas fue creada en 1915 bajo la dirección de María de Maeztu. Esta institución fue pionera en fomentar el acceso de las mujeres a los estudios superiores. María de Maeztu fue el alma de la Residencia, fue la voz, el cuerpo, el pensamiento y sobre todo la fuerza. Sin ella nada hubiese sido posible. Ha sido y es el único ideal de mi vida, crear en el viejo solar de nuestra tierra un hogar para las mujeres estudiantes de España, donde encuentren cubiertas, de una manera adecuada, no sólo las necesidades materiales, sino lo que vale más aún, al ambiente espiritual y la disciplina moral que hacen posible una vida noble y digna.

Y hay que gritar su nombre, María de Maeztu, no sólo con esa pequeña placa que veo cada día en la calle Miguel Ángel, esquina Martínez Campos. En el año 1936, cuando empezó la guerra, presentó su dimisión y partió para el exilio. Su hermano, el escritor Ramiro de Maeztu, fue asesinado ese verano durante las sacas que se produjeron en Madrid.

María de Maeztu, Matilde Huici, Victoria Kent, Juana Moreno, María Comas Camps, Carmen Castilla Margarita de Mayo, Carmen Isern, María Goyri, Zenobia Camprubí, Josefina Carabias, María Zambrano, Maruja Mallo…

Ya es hora que se acabe el tiempo de las mujeres invisibles. Y no creo que sea necesario para ello asesinar a Homero, a Platón, a Aristóteles, o a Jenofonte.






"Maruja Mallo, entre Verbena y Espantajo toda la belleza del mundo cabe dentro del ojo, sus cuadros son los que he visto pintados con más imaginación, emoción y sensualidad."
Federico García Lorca


sábado, 12 de marzo de 2016

OFICIO DE TINIEBLAS 5

El que esté limpio de crueldad reconfortada que tire la primera piedra a lo alto para que en su caída le parta la cabeza en dos.

Este último mes me he cruzado con Cela, casi sin querer, porque andando en busca de lectura en una biblioteca que recorro a menudo por lo cercana que la tengo, me tropecé con un ejemplar suyo situado en la estantería BQ-I-15-B y, cuando lo abrí por su primera página, me encontré con la sorpresa de que venía firmado por su puño y por su letra: Oficio de Tinieblas 5.

Pregunté si ese libro podría llevarse para leer en casa y aquí lo tengo. Dispongo de un mes para devolverlo.

Limítate a vivir tus lentos días sin hacer de tu propia vida un espectáculo ruidoso o molesto para los demás nadie ha de pagarte en la misma moneda pero eso debe importarte nada cuando la vida cobra entidad suficiente se puede echar por la borda todo lo demás.

Al Cela escritor lo he tenido que defender varias veces en conversaciones muy dispares, sobre todo porque, en seguida, se pretende entretejer vida, carácter y obra de un autor; sin entender que sólo los libros, verdaderamente ausentes del creador, son literatura. Me acojo aquí a la cita de Pierre Francastel: "La historia humana es la historia de los acontecimientos y no de las intenciones; y la historia de las artes es la de las obras y no la de los hombres".

La hipocresía es la segunda más estéril parcela del hombre detrás de la envidia y antes que la avaricia.

Al Cela humano también lo he defendido; sufragó junto con otros escritores el entierro de Miguel Hernández cuando murió en 1942 en la cárcel de Alicante; abogó por Julián Marías al final de la guerra civil cuando fue hecho prisionero porque no quiso dejar solo a don Julián Besteiro, único miembro del Consejo de Defensa de Madrid que no abandonó su puesto cuando todos huían; clamó contra el exilio interior de Vicente Aleixandre; cuando Gabriel Celaya y Alfonso Grosso, dos grandes de la literatura española del siglo XX, morían en la indigencia levantó, contra la olvidadiza administración, su voz de forma contundente; también tuvo que irse a publicar a la Argentina porque su magnífica novela La Colmena fue prohibida en España; cuando en 1941 en España andaban flirteando con los nazis, él, para tocar las narices, se puso dos nombres judíos Camilo José Manuel… Zacarías Levy, de tal forma que cuando ingresó en la RAE la comunidad judía de Buenos Aires le dio la enhorabuena porque un judío entraba en la Real Academia de la Lengua Española…

Estos fueron argumentos que tuve que esgrimir hace poco cuando, en una casposa celebración de gente de las ciencias y las artes a la que fui invitado, comentaron otros detalles acerca de su vida. Fue un gigante, les guste o no su carácter, sus respuestas para la galería o su hiperbólica vida. Les guste o no el espectáculo Cela.

Ahí están mis títulos académicos no los queméis dádselos al pescadero para que envuelva huérfanos pescadillos baratos ahí están mis medallas dádselas a una máscara pobre el martes de carnaval ahí están los cien libros que escribí disolvedlos con ácido y haced lo mismo con los originales lujosamente encuadernados dejad paso a quienes vienen detrás yo elegí la libertad.

Las obras literarias existen por sí mismas, aparte del autor o a pesar del autor; y Cela, como todos los grandes,terminará escondido en las universidades, los monasterios, las fundaciones culturales o los museos, y en algún clandestino lugar de la red ajeno a cualquier otra tendencia que no sea la cultural, y que, por supuesto, leerá poca gente.

No debe hastiarte el espectáculo de la muerte tiene siempre matices insospechados imprevistos sumamente fértiles no hay ningún otro objeto que pueda comparársele.

Su Oficio de Tinieblas, escrita en segunda persona, ese tú de alma inconmensurable, es una obra difícil de leer, si no directamente ilegible. Pero es un experimento que todos los artistas deberían hacer: encerrarse en un espacio cerrado, con la menor contaminación exterior posible y vomitar todo aquello que el alma le pide, sin las ataduras de la gramática, de las formas, ni del perseguido éxito; naturalmente lo que te sale no es una novela sino la purga del corazón. Con Oficio de Tinieblas 5, tocamos más el alma de Cela, ese Cela perennemente anclado al dolor, al coito desmesurado, a las islas inaccesibles, a la crueldad, al perdón. Ojalá muchos escritores a los que admiro hubieran escrito la purga de su corazón. Si crees que te vas a divertir leyendo Oficio de Tinieblas, no lo abras. Aunque te aseguro que si llegas al final volverás a abrirlo, por cualquier página, poco importa eso.

La amistad asexuada no existe sí existe su máscara a la que el hombre llamó amor platónico concepto mal traducido ya que el filósofo señalaba una noción abstracta y un corolario: al final el hombre se pierde en un juego de palabras pero retorna siempre al instinto los doce mandamientos de la ley de venus las dos advertencias y el corolario valen para la especie humana el hombre es el único animal que ignora el celo.

No hay arte sin experimentación, ni arte fácil, aunque lo parezca; tanto para el artista como para el receptor. Cela descubrió la llave del éxito pronto con La Familia de Pascual Duarte, pero no perseveró en esas formas, decidió mandar al carajo a editores y al dinero fácil y se embarcó en una lucha desaforada con el arte, igual se ayudó en demasía del espectáculo, o no lo midió bien; pero hay que agradecérselo porque le salió ajustada la partida.

No, tú ya sabes que ni entras ni tienes por qué entrar en el reparto de las aromáticas prebendas es algo a lo que debes ir acostumbrándote antes de que tu dolor llegue a echar raíces en la carne.

La palabra es la dueña del Oficio de Tinieblas y maneja con cuerdas de títeres a la imaginación y a la lógica intelectual. El corazón vomita palabras a ese tú protagonista rodeado y hastiado de sexo, pasiones, pecados, a su modo litúrgico, para edificar una lírica propia y absoluta. Hay un oficio parabólico un oficio de penitencia y soledad un oficio contenido un oficio sordo un oficio de la salvación… Adivinen cuál es ese oficio.

Yo, después de leer Oficio de Tinieblas 5, he decidido hacer un nuevo viaje a la Alcarria, recordando el primero que hice hace tiempo acompañado por tres mujeres de nombre Concepción. Jorge no podía faltar. Ricardo, corredor de maratones y compañero de carreras, tampoco.

Hay que plantearse las cosas con dificultad, es necesaria la pirueta en el vacío, abrir nuevos caminos; aunque se ignore con qué suerte, pero con gran honestidad.

Pronto, voy a volver a la Alcarria.

 






sábado, 5 de marzo de 2016

EN LA DECADENCIA DE LA MENTIRA CON ÓSCAR WILDE




Durante mi estancia en Cambridge, por invitación de unos buenos amigos, visitamos una de esas típicas casas antiguas señoriales en el campo; concretamente una perteneciente a la familia de Rudyard Kipling, ese escritor que ahora arrastra un nocivo halo de narrador colonialista y del que Borges dijo que el futuro le perdonará aquello sobre lo que escribió por cómo lo escribió.

Yo no sé quién tendrá razón, pero cuando me hablaron de ir a Afganistán volví a leer cada día esa pequeña novelita maravillosa que habla de manera genial de ese gran pecado capital que es la ambición. Desde entonces sé que hay montones de cabras en Kafiristán.

Yo sigo leyéndo a Kipling como leo al desaforado y denigrado Céline, en su Viaje al fin de la noche, en una traducción de Carmen Kurtz, que con ese apellido yo pensé que no tenía más remedio que viajar al corazón de las tinieblas.

Son grandes novelas, les guste o no a los ortodoxos que afinan con filo de hierro las fronteras entre la literatura y la vida. Por cierto, también leo a Ezra Pound, y a Moisés de León, y a Ibn Hazm, y a…; bueno, pueden verlo en cuanto escribo que, como bien saben, plagia de forma inmisericorde mucho de lo que he leído.

Desde que me dio por leer libros, decidí tomarlos como sujetos con vida propia alejados de sus autores, alejados de los lectores, del mundo que los rodeaba y del mundo que ahora me rodea.

Poco me importa que la Historia haga luego bien su trabajo y lleve en brazos del futuro a la verdad. Aunque he de decir que soy un poco pesimista en esto último, porque ya se encargará el poder de pintar la Historia conforme a su conveniencia, modificándola a su antojo.

Afortunadamente, Historia y Literatura viven en sombras separadas porque son distintos reflejos de la realidad; la primera suele ser reflejo de la realidad del poder y la segunda suele ser reflejo de la realidad del Arte.

Dije, al principio, que cuando anduve por Cambridge visité una de esas típicas casas antiguas señoriales en el campo. Viendo los verdes prados de alrededor, pensé que estaría bien ir a saludar a Óscar Wilde de la mano de Cyril y Vivien a esa casa de campo en Nottingham, dónde sólo se hablaba de Arte y Naturaleza.

A mi juicio, cuanto más estudiamos el Arte, menos nos preocupa la Naturaleza. La Naturaleza posee, indudablemente, buenas intenciones; pero, como dijo Aristóteles, hace ya tiempo que no puede llevarlas a cabo. Cuando miro un paisaje, me es imposible dejar de ver todos sus defectos. A pesar de lo cual, es una suerte para nosotros que la Naturaleza sea tan imperfecta, ya que de no ser así no existiría el Arte.

Yo también creo que el Arte da forma a la Naturaleza porque tengo que reconocer que la nieve tiene otro color después de leer a los novelistas decimonónicos rusos; y que, aunque navegué mucho durante la niñez y la vi con sus mil caras, la mar tiene formas más voraces desde que embarqué en la Pequod, en la Nellie, en el San Juan de Nepomuceno o en La Milagrosa.

La variedad no se puede encontrar en la Naturaleza misma, sino en la imaginación, en la fantasía o en la ceguera cultivada de su observador.

Es la realidad la que ciega al Arte, es la realidad, que siempre lleva la boca llena de la palabra verdad, quien asaltando a la ficción y, por esa decadencia que ahora arrastra la mentira, mancha cuanto movimiento artístico toca.

Los únicos personajes reales son los que no han existido jamás en este mundo; y si un novelista es lo bastante mediocre para tomar a sus héroes directamente de la vida, debe, al menos, decir que son creaciones suyas y no alabarlos como copias. La justificación de un personaje de novela está, no en que las otras personas son lo que son, sino en que el autor es lo que es. Si no la novela no es ya una obra de arte.

Cyril no deja títere con cabeza. Vivien ama a la naturaleza y Wilde me aconseja que visitemos una granja de cerdos cerca de Nottingham para que cuando lea La Decadencia de la Mentira, tenga más elementos de juicio para entenderla. El gran Óscar Wilde, ¡ay!, tanto talento desaprovechado.