sábado, 20 de marzo de 2021

LOS TIEMPOS ESTÁN CAMBIANDO: EJÉRCITO Y SOCIEDAD - REVISTA DE OCCIDENTE

Con un título tan sugerente como Los tiempos están cambiando, que ha volado mucho en los labios del Premio Nobel de Literatura Bob Dylan, la Revista de Occidente, en su nº 474, reunió ocho artículos que, desde diferentes perspectivas, ahondan en esa necesaria simbiosis que siempre se debe establecer entre toda sociedad democrática y su Ejército; una simbiosis que en estos tiempos de pandemias y nevadas se ha confirmado más necesaria que nunca.

Todos los meses, desde julio de 1923, en torno a una mesa, la Revista de Occidente convoca una tertulia en la que se habla de los asuntos que componen el número del mes; un lugar ameno donde se escucha a todo el mundo y cuya base de partida es siempre el respeto. Por eso, el pasado febrero, fiel a su cita, aunque muy condicionada en tiempo y modo por la pandemia, se presentó en la Fundación Ortega-Marañón, bajo la presidencia de la ministra de Defensa, Margarita Robles, el número de la Revista de Occidente dedicado al papel que deben desempeñar en las sociedades modernas las Fuerzas Armadas.

Como explicó en su intervención el presidente de la Fundación, Gregorio Marañón y Bertrán de Lis, la Revista de Occidente «debía tener una reflexión de altura sobre el papel de las Fuerzas Armadas en la segunda década del siglo XXI, pues no ha habido ninguna sociedad relevante que haya sobrevivido sin ellas, en las que poder apoyar la defensa de su territorio, la proyección exterior de sus valores y sus legítimos intereses».


Por ello, un total de ocho amplios artículos componen el monográfico del especial Ejército y sociedad, escritos desde el rigor y la falta de prejuicios. Esos artículos, con unos títulos muy sugestivos, son: “Los tiempos están cambiando”, proemio de Manuel Mostaza Barrios, que ha sido el coordinador del especial; “Las Fuerzas Armadas y los roles a evitar después de la pandemia”, de Rafa Martínez; “No hay enemigo pequeño: la adaptación de la inteligencia militar”, de Antonio Díaz; “Solidaridad, cohesión social y defensa: el papel del Ejército”, de Juan Menor Sendra; “¿Demasiado grande para caer? El imperio español y su modelo”, de Manuel Lucena Giraldo; “Fuerzas Armadas y ONG: la crisis como oportunidad”, de Paz Peña García; “Juntos pero no revueltos: Policía y Ejército en escenarios complejos”, de Óscar Jaime Jiménez; “La adaptación de la doctrina en tiempos del coronavirus: claves para su éxito”, de Diego Crescente; y “Cara a la muerte”, este último firmado por Luis Martínez Viqueira, coronel del Ejército de Tierra.

Para Luis Martínez Viqueira, escribir en la Revista de Occidente, donde tienen lugar tantos debates intelectuales de altura, supone un premio extraordinario; y aunque le dedica tiempo a la lectura y a la escritura, sobre todo de artículos profesionales, reconoce que ahora tiene que destinar mucho más tiempo a los informes y a las notas de despacho. El coronel Viqueira se define como seguidor de la Revista de Occidente desde siempre; y también, por supuesto, lector de la obra de Ortega; por eso, atesora en su biblioteca varias primeras ediciones de sus obras: España invertebrada, Misión de la Universidad, Estudios sobre el amor y, por supuesto, La rebelión de las masas, entre otras. Además, reconoce que Ortega es un referente intelectual en su forma de ver la vida… y también la muerte. Por eso, para él, escribir en la Revista de Occidente es un sueño hecho realidad.

Cuando hablé desde el Periódico Tierra con él, sin embargo, puntualiza que ha habido bastantes militares que han publicado sus trabajos en esta esencial revista de pensamiento y cree que, como parte de la sociedad a la que sirven, este hecho debería ser algo habitual. Para el coordinador del especial Ejército y sociedad, Manuel Mostaza Barrios, «este número es hijo de la pandemia y del gran despliegue realizado durante la operación “Balmis”, que ha demostrado en este último capítulo cómo la relación de los ejércitos con las sociedades ha ido cambiando a lo largo de la Historia, fundamentalmente porque pocas instituciones son tan humanas como las Fuerzas Armadas».

Por su parte, la ministra de Defensa, Margarita Robles, destacó «la importancia de poder participar en estos ámbitos de debate con respeto, tolerancia y altura intelectual», motivo por el cual era importante para ella asistir a la presentación de este monográfico. «Una sociedad que se considera democrática, justa, que quiere tener un liderazgo en el mundo, tiene que tener unas Fuerzas Armadas modernas, preparadas y comprometidas con la Constitución y el ordenamiento jurídico, con protagonismo en el ámbito internacional», señaló.

El Ejército y la sociedad sigue siendo un tema de nuestro tiempo con mayúsculas, tal como escribió en su momento Ortega y Gasset. Múltiples son las páginas en las que Ortega habla sobre el Ejército: desde las Juntas de Defensa a la Guerra de Marruecos; y, como antaño, la Fundación y la Revista de Occidente siguen poniendo su sabia mirada en unas Fuerzas Armadas que viven su presencia en todos los ámbitos de la sociedad. Por eso, y por todo lo que aporta como lugar de debate construido sobre el papel y la palabra, el periódico Tierra cree que es una buena oportunidad para militares y civiles sentarse a leer el nº 474 de la Revista de Occidente y mirar con ojos intelectuales para saber cómo los tiempos están cambiando.





domingo, 14 de marzo de 2021

FEDERICO GALLEGO RIPOLL, QUIEN DICE SOMBRA.

 

Hay sonidos que no descansan nunca; algunos nos acompañarán toda la vida, son las voces de nuestros mayores; otros, nos ayudan a crecer y los recordamos u olvidamos al antojo de extrañas mareas que no se rigen por medidos ciclos lunares; pero, hay unos sonidos especiales, unos sonidos que nos elevan del desasosiego a la belleza o del tiempo perdido y recobrado al supurar de las palabras que creemos que son nuestras, pero que ya tienen dueño. Esos últimos son los que nos regalan los poetas. Esos sonidos que no descansan nunca y que de noche oigo en mi cuerpo.

El pasado verano descubrí Las Travesías de Federico, en un devenir furioso que me llevaba de nuevo, casi un año después, al lugar donde vivo rodeado de sonidos marinos; y en la playa de la Jara desnudé Las Travesías, con el rumor del mar, el viento de Poniente fresco y el de Levante árido, un celemín de gatos más silenciosos que espejos, camaleones capaces de leer dos libros de poemas a la vez, y con los dos últimos perros de La Milagrosa que ignoran que son descendientes de aquellos primeros cánidos que se enfrentaron a lagartos y serpientes cuando en La Jara parecía que el mundo acababa de ser creado.

Pero como los pájaros de papel son nerviosos, imprevisibles e inconstantes, acabo de recibir cuatro libros de poemas enviados desde Palma, donde siempre ha vivido la buena literatura. Cuando uno sueña recibir un correo, sueña con telegramas azules que vayan de Sur a Norte o sueña con libros de poemas. No sé porqué, pero por correo sólo he recibido libros de versos. Tal vez será porque los versos tienen unas alas que recibieron en su origen oral y popular que a la novela le faltan.

O tal vez porque solo las palabras escritas sobre verso y ritmo están hechas de viento inmortal, tan diferentes a la prosa, que es más esclava de los calendarios y las geografías, y en algún momento se quedará vieja volando ya con la belleza desapegada siempre alrededor de eternos versos, que son los únicos que saben que nada de nosotros muere; solo nosotros morimos.

Estos sonidos llegan para quedarse, como las flores de plástico en las cunetas, la pobreza en la casa de los obreros dignos y el agua repitiendo nuestro nombre en el fondo de cada pozo. ¡Desengañaos! Estos sonidos sólo los gritan las manos de los poetas.

Esos sonidos siempre me llegan en verano y por correo con las alas que un poeta pende de un sobre azul escrito con letras verdes y dibujos de ángeles vestidos de también de verde, y me dice mientras me llevo su libro de poemas a altas montañas de nieve que esta vida feliz de cada día es otra falacia con la que distraernos; mientras que grabo en mi mente sus versos: "Vuelve a tu continente. No me descubras, no me adoctrines, no me rescates, no me liberes, ni enfangues con la brea de tu falsa justicia mi anhelo de ser pájaro.

Y le digo a Federico que demasiadas veces fui un potro desbocado por la poesía y que me escapé un día a Adén con mis propias Iluminaciones cuando me di cuenta de que el infierno estaba en mí, pero como aprendí con versos que no existe más demonio que el miedo, alejé cualquier pesadilla con un par de libros en la mochila. Nada hay que yo no haya curado con versos. 

Y le digo a Federico que sueño que este verano a la playa de la Jara, junto a las dunas y a la desembocadura que viven llenas de cadáveres sin saberlo, un pájaro viejo como las olas me traiga sostenido por sus leves alas un libro de versos. 

En verano siempre sueño con versos, con ritmo de olas, y vientos de poniente y levante. Porque las palabras construyen un castillo de naipes que es toda la verdad, que es quien sujeta el horizonte, aunque vivamos en el espejismo de que es la mentira quien mueve el mundo. El mundo se conformó en un poema, la naturaleza la vemos a los ojos de los poemas y la sociedad en la que vivimos también está conformada sobre los cimientos de la poesía desde los tiempos de Homero. ¡Desengañaos! 

Incluso cuando me despierto y la veo, construyo mi mundo con poemas deseando que no amanezca, que no levanten las aves la mañana, que no destape la luz este cadáver tibio que es hueco de almohada del amor en huida. Cómo voy a leer yo en verano novelas, si cada verano yo tengo que reconstruir mi mundo, yo solamente puedo leer poemas, Federico.

Federico Gallego Ripoll, gratitud eterna por versos eternos, que irán de Sur a Norte o volando con los vientos de Levante y Poniente por las costas de Palma y de Sanlúcar, porque dice verdad quien dice sombra. Amigo mío.