Hoy,
he decidido rastrear las cartas de Flaubert. Una correspondencia que inició a
los nueve años y mantuvo viva hasta poco antes de morir, y en la que puede
hilvanarse su pensamiento acerca de toda la casuística humana; y desde luego, sus sentencias a nadie pueden dejar indiferente: destroza a la burguesía, se
gana a pulso su fama de misógino (algún comentario acerca de la mujer es para
retirarle la palabra), degüella a sus compañeros de oficio y sobre todo a la
crítica literaria, acuchilla a la política y a la historia moderna, y no es
capaz de dejar títere con cabeza en el París del siglo XIX. Vamos, un tipo al
que hoy denominaríamos políticamente muy incorrecto. Incorrecto e incorregible.
Cojo
una de sus cartas y miro el destinatario y la fecha: a Louise Colet, 7 de
agosto de 1846. Amar a Flaubert no debía ser tarea fácil, amar a Colet tampoco.
No hicieron más que sufrir encuentros y desencuentros que los abocaron a
infidelidades y rupturas, una especie de infierno para aquél que dio forma a La
Educación Sentimental.
“Colet”,
escribe Gustave Flaubert, “de todas las cosas relativas a la política, la
única que comprendo es el motín. Fatalista como un turco, creo que todo lo que
podemos hacer por el progreso de la humanidad, y nada, son exactamente lo
mismo”.
Louise
Colet debió divertirse mucho con las cartas de Flaubert. El 9 de diciembre de
1852 recibe una misiva en la que le dice: “corre por el mundo una conjura
general y permanente contra dos cosas, a saber, la poesía y la libertad. La
gente de buen gusto se encarga de exterminar la primera, y la gente de orden de
perseguir a la segunda”.
Tampoco
crean que no reparte mandobles a esos amantes de la libertad y de la igualdad
que se mueven por las revoluciones y la violencia como anguilas en un arroyo.
Asistió a la revolución de la comuna de París, y quedó horrorizado por las
masas, esas mismas masas a las que animaba Rimbaud desde las barricadas. Dos
personalidades totalmente diferentes: bienvenidos sean los dos con sus miserias
y sus virtudes. “La educación del pueblo y la instrucción moral de las
clases pobres son, a mi juicio, tareas del futuro. Lo que niego es todo lo que
se refiera a la inteligencia de las masas, sea lo que sea lo que nos espera;
porque las masas serán siempre eso, masas” (carta a mademoiselle
Leroyer de Chantepie, 16 de enero de 1866).
¿Creen
que Flaubert iba a dejar sin mancha a nadie que anduviera en tratos con la
política? Se equivocan, “no tengo ninguna simpatía por ningún partido
político o, mejor dicho, los aborrezco a todos, porque todos me parecen
igualmente limitados, falsos, pueriles, empleados en lo efímero, sin visión de
conjunto y sin elevarse jamás más allá de lo útil. Odio todo despotismo. Soy un
liberal rabioso. Por eso el socialismo me parece un horror pedantesco que
acarreará la muerte de todo arte y toda moralidad”. (carta a
mademoiselle Leroyer de Chantepie, 30 de marzo de 1857). Vuelvo a leer esa
carta porque no me creo que esté fechada el 30 de marzo de 1857.
A
Inma no le he contado nada de los comentarios de Flaubert sobre la mujer. No es
cuestión de que le coja manía a la primera: “en lo que concierne al amor,
nunca he encontrado en esta suprema felicidad más que problemas, tormentas y
desesperación. La mujer me parece algo imposible. Y cuanto más la estudio menos
la comprendo. Siempre me he apartado de ella cuanto he podido” (carta a
mademoiselle Leroyer de Chantepie, 30 de marzo de 1857). O cuando escribe: “dices
que estás sin mujer. A fe que me parece muy sensato, pues considero a esta
especie bastante estúpida; la mujer es un animal vulgar que el hombre ha
convertido en un ideal demasiado bello”. (Carta a Ernest Chevalier, 28
de marzo de 1841). Díganme si no es para esperarlo a la puerta de su casa con
más que aviesas intenciones, y eso que no he trascrito las peores de sus
palabras porque creo que en el momento que las escribió estaba más cerca de un
animal dolido que de un ser con razonamiento, cordura y madurez.
De
todas formas, el Flaubert sublime aparece en todo su esplendor cuando habla de
la burguesía, esa clase que vende a su madre por un escalón más alto en el
estamento social y que en su Madame Bovary adquiere tintes gloriosos con el farmacéutico Homais que recorre toda la novela babeando por
conseguir la Legión de Honor.
¿Saben
cuál es el sueño de la Democracia para Flaubert?: “El sueño entero de la
democracia reside en elevar al proletariado al nivel de estupidez del burgués”.
(carta a George Sand, 4 de octubre de 1871). Seguramente pensaba que soñaba con
dejarlo dormido, al proletariado quiero decir; y encima teniendo en cuenta que
pensaba que “la fraternidad es una de las más grandes invenciones de la
hipocresía social”, (carta a Louise Colet, 22 de abril de 1853). Pueden
imaginar lo que significa esa frase viniendo de un francés del siglo XIX,
cuando la revolución debía estar mucho más fresca.
Agarro
una carta dirigida a George Sand y fechada el 17 de mayo de 1867, y me pregunto
qué pasaría si ejecutáramos al pie de la letra el axioma que viene en ella
recogida con la letra de Gustave Flaubert: “Axioma: el odio hacia el
Burgués es el principio de la virtud. Incluyo en la palabra “burgués”, tanto a
los burgueses en camisa como a los burgueses en levita. Nosotros y sólo
nosotros, es decir la gente de Letras, somos el Pueblo, o, mejor dicho, la
tradición de la Humanidad”. No estoy yo muy seguro que el mundo sea
mejor sin los burgueses, aunque a veces te entran ganas de probar ese
hipotético futuro.
Afortunadamente
Emma bovary, nada tiene de Flaubert. Los grandes escritores, no hay muchos de
esos, se mantienen completamente al margen de su obra. No existen para su obra.
Madame Bovary no conoce de nada a Gustave Flaubert, como debe ser.
Nosotros
lo conocemos un poco más porque dejó unas tres mil cartas (el profesor Jordi
Llovet sabe mucho de ellas) volando por todos los rincones del mundo. No sé si
era necesario leerlas, sobre todo porque Flaubert no las escribió para
nosotros.
Se atrevió tanto que marcó línea con su glosario novelista.
ResponderEliminarSí. Conviene leer lo que dijo Flaubert acerca de cómo hay que escribir una novela.
EliminarCoincido. Hasta en su opinión acerca de la mujer. No digo todas, pero hay algunas, dijera el Martín Fierro. Lindos tus artículos.
ResponderEliminarFlaubert hace algún que otro comentario en sus cartas que mejor que no los hubiera escrito. En cuanto a las mujeres, a veces,va más allá de la imprudencia. Generalizar nos lleva al error seguro.
EliminarNo sé si esto último que he dicho (error seguro) es un oximorón (fuego helado) o una hipálage (lámparas estudiosas). Hay algunas y algunos.
se le perdona todo, a un hombre q escribió Madame Bovary. pero es cierto que era un superego difícil d tratar. muy interesante, saludos. (http://alejandrovargassanchez.blogspot.com)
ResponderEliminar