domingo, 22 de septiembre de 2019

CON MARCO POLO, BUSCANDO EL MILLÓN DE MARAVILLAS


A Constantinopla he viajado muchas veces con las historias de Steersman, pues era lugar común de atraque del Gothia antes de abocar el canal de Suez rumbo a la tierra de las especias.

A Constantinopla he viajado camino de Adana, ciudad al sur de Turquía y tierra de frontera con una Irak en llamas.

Pero a Constantinopla yo hubiera querido ir con Nicolás y Mateo de Pol que la tuvieron como su hogar, pues decidieron,  como buenos mercaderes venecianos, ampliar sus relaciones comerciales más allá de la tierra de los cruzados, hasta el mismo confín oriental de Asia.

Ese era mi viaje, el viaje de los caravaneros para buscar el hilo de la seda durante tres años, y atravesar andando o a caballo toda la ruta que Marco Polo holló con su pie veneciano. Pero yo hijo de la modernidad encontré la ruta de la seda embarcando en un avión de AirFrance en Amsterdam rumbo a Pekín y Chengdu  buscando el hilo rojo que me prometieron los dioses cuando era un joven incrédulo ante esas historias mágicas.

Con Marco Polo y su caravana de mercaderes, yo hubiera llegado a conocer a la reina Bolgana, mujer de Argón, rey de Levante, quien tras su muerte puso en su testamento que ninguna dama pudiera ser de Argón ni sentarse en el trono, que no fuera de su linaje. Con Marco Polo, enviado por el gran Khan, hubiera conocido a la joven Cogacín, la mujer más agraciada y bella del mundo y del linaje de la reina Bolgana. 

Con Marco Polo, en verdad, hubiera puesto mis pies en mi querida y destrozada tierra de Armenia, que había dos Armenias, la Menor y la Mayor, bella y rica donde se encuentra el arca de Noé en una alta montaña que se llama Ararat. Y sabría que en Georgia hay un rey que se llama David Melie también sometido al tártaro. Y conocería el reino de Mosul y a los Kurdos que habitan en sus montañas. Y habría visto con mis propios ojos que las mejores palmeras del mundo se crían de Basora. Y habría aprendido que Tanvis es una gran ciudad en una provincia llamada Irac y su población es una mezcla de mil razas; hay armenios, nestorianos, jacobitas, georgios y persas, y hombres que adoran a Mahoma que llaman taorizines.

Con Marco Polo habría visto con mis propios ojos cómo los tártaros destruyeron y diezmaron la noble e inmensa Persia, y sabría que en Persia se halla la ciudad de Sava, de donde partieron los tres Reyes Magos; un Rey Mago era de Sava, otro era de Ava y el tercero de Cashan.

Y con Marco Polo visitaría la provincia de Tonocain, lugar donde se celebró el encuentro entre Alejandro Magno y el rey Darío. Y conocería de primera mano al viejo de la montaña que prepara a sus asesinos haciéndoles creer que su fortaleza es el paraíso, a base de drogarlos con hachís, conviertiéndolos en hachisínos.

Y viajaría con Marco Polo a la ciudad de Balc, donde Alejandro tomó por esposa a la hija de Darío; y la montaña de sal y el país Dogana. Y atravesaría Cachemira en la provincia de Kesimur donde todavía vivían idólatras y se entregaban a todo especie de encantamientos; y desde este país podría llegar al mar de Indias, hasta llegar donde nace el sol al palacio del gran Khan para servirle hasta la muerte; porque sé, Marco Polo me lo ha contado, que cuando un Khan muere es sepultado en la montaña Altai; y cuando el cuerpo del gran Khan es llevado a la montaña, todos los hombres que encuentra el cortejo fúnebre son pasados por las armas y atravesados por una espada por los que conducen el cadáver, que les dicen: "Id a servir a vuestro señor al otro mundo".

Yo me quedaría allí para siempre sirviendo en la muerte al Khan, y él volvería en barco a Génova, donde sería encarcelado, ¡qué tendrán las cárceles para las grandes obras!, en el año 1298 para escribir el Libro de Viajes, el Libro de la División del Mundo, el Libro de las Maravillas o El Millón que cualquiera de ellos puede ser su título, y leyéndolo sabríamos que nunca es tan hermoso el sol como el día en que uno se pone en camino.







sábado, 21 de septiembre de 2019

TE ESCOGIÓ UN POEMA DE CERNUDA, STEERSMAN



Uno no escoge los poemas que llevará siempre con él. Ni escoge los amores que le atacan como rayos. Ni escoge padre y madre. Creemos que elegimos nuestra vida, pero no es así.

Estaba junto a él, serían las 5 de la tarde del 11 de septiembre. Decidí escuchar un podcast del programa Versos Encendidos de mi poeta de referencia Luis Cernuda. Ese podcast dura 29 minutos y 14 segundos. Llevaba 22 minutos y 42 segundos escuchando los versos de Cernuda cuando sucedió todo, el corazón se le paró, y ese poema me eligió para siempre:

"Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo 
como una nube en la luz; 
si como muros que se derrumban, 
para saludar la verdad erguida en medio, 
pudiera derrumbar su cuerpo, 
dejando sólo la verdad de su amor, 
la verdad de sí mismo, 
que no se llama gloria, fortuna o ambición, 
sino amor o deseo, 
yo sería aquel que imaginaba; 
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos 
proclama ante los hombres la verdad ignorada, 
la verdad de su amor verdadero. 

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien 
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío; 
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina 
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera, 
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu 
como leños perdidos que el mar anega o levanta 
libremente, con la libertad del amor, 
la única libertad que me exalta, 
la única libertad por que muero. 

Tú justificas mi existencia: 
si no te conozco, no he vivido; 
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido."


Ese poema me eligió para siempre. Y Steersman, Norberto Ruiz Rodríguez, no sabía entonces que un poema de Cernuda se oía en aquella habitación blanca. Eran un poco más de las cinco de la tarde, pero igualmente tardará mucho tiempo en nacer si es que nace...


viernes, 13 de septiembre de 2019

STEERSMAN, MI PADRE, NORBERTO RUIZ RODRÍGUEZ



Ayer, por el hospital, se pasó el descanso eterno a recogerlo.

Mi padre me dijo: "Escucha cómo suena a crujir de aparejos porque la tormenta tensa los paños que jalan de los mástiles". Rápidamente recordé: ese es el sonido del Cielo. Me lo enseñó él, Steersman, Norberto Ruiz Rodríguez,  mi padre.

Por eso, ahora, tengo que lanzar los cabos a las estachas de la memoria, y evocar tu vida.

Qué  no daríamos en casa por volver a oírte hablar de aquel Atleti en el que jugaste con quince años cuando te quiso fichar el Sevilla.

Qué no daríamos en casa por volver a oírte hablar de tus años de estudio en la Escuela de Naútica de San Telmo.

Qué  no daríamos por escuchar de tu boca esa historia de tu Servicio Militar como piloto en el minador Marte cuando le cambiaste el puesto al piloto titular con el deseo de viajar por Europa para terminar haciendo un desembarco en la guerra de Ifni.

Qué no daríamos por oír de tu boca otra vez la llegada a Haifa durante la guerra israelí de los seis días en un petrolero, donde empezaron a llamarte Steersman.

Qué no daríamos por atravesar contigo en aquel mercante sueco el canal de Suez en llamas rumbo al mar de China para sufrir un abordaje pirata en las costas de Camboya o atracar en Hanoi con material para el gobierno vietnamita...

Después de navegar por mil mares, volviste con nosotros a tierra; y aquí te esperaba la Caja de Ahorros de Jerez y el colegio El Picacho del Instituto Social de la Marina.

Y para que no te faltara de nada, tu sucursal bancaria sufrió un atraco. Y con una pistola en la sien te negaste a darle a los atracadores la llave de la caja fuerte , aunque la tenías en el bolsillo.

Qué no daríamos Charo, Lola, Tai, Estefa y yo por tu alegría, por volver a pasear los seis por La Calzada cuando nuestras manos no conseguían abarcar más que uno de tus dedos, y por todos los buenos momentos que vivimos juntos.

Dese luego, "si la muerte vino a buscar una verdad entre tus manos", no las encontró vacías, sino completamente llenas de vida.

Gracias, mi capitán, por tanta vida. Charo, Lola, Estefa, Tai y todos los que te conocíamos te damos las gracias por tanta, tanta, tanta vida.