martes, 8 de julio de 2014

EL OFICIO DE ESCRITOR





Desde siempre soñé con la Literatura, preguntándome qué debe hacer un escritor para dejar, no ya, un par de páginas memorables, sino simplemente un par de versos de cierta corrección poética. Posiblemente, la culpa la tenga ese profesor que anduvo mareándome con libros cuando rondaba los diez años. Ese gran don Ramón, el de las barbas de chivo, don Ramón Asquerino.

De niño yo quería ser Rimbaud, ese infante terrible que compuso versos en latín con doce años, que combatió (o eso se arrogaba) en las barricadas de la Comuna de París durante la revolución y que anduvo viviendo todo tipo de aventuras con Verlaine; para terminar convirtiéndose en un nómada, traficante de armas (y de esclavos), en Etiopía. Me aprendí pronto los versos de Cernuda acerca de ellos:

Corta fue la amistad singular de Verlaine el borracho
Y de Rimbaud el golfo, querellándose largamente.
Mas podemos pensar que acaso un buen instante
Hubo para los dos, al menos si recordaba cada uno
Que dejaron atrás a la madre inaguantable y la aburrida esposa.

Pero la libertad no es de este mundo, y los libertos,
En ruptura con todo, tuvieron que pagarla a precio alto.
Sí, estuvieron ahí, la lápida lo dice tras el muro,
Presos de su destino: la amistad imposible, la amargura
De la separación, el escándalo luego; y para éste
El proceso, la cárcel por dos años, gracias a sus costumbres 
Que sociedad y ley condenan, hoy al menos; para aquél a solas
Errar desde un rincón a otro de la Tierra,
huyendo de nuestro mundo y su progreso renombrado.

El silencio del uno y la locuacidad banal del otro
Se compensaron. Rimbaud rechazó la mano que oprimía
Su vida; Verlaine la besa, aceptando su castigo.
Uno arrastra en el cinto el oro que ha ganado; el otro
lo malgasta en ajenjo y mujerzuelas. Pero ambos
En entredicho siempre de las autoridades, de la gente
Que con trabajo ajeno se enriquece y triunfa.

Como la libertad no era de este mundo y otro profesor de Literatura me enseñó en las carnes de Alejandro Sawa que la bohemia sólo está bien para los ricos, porque la bohemia romántica siempre termina convirtiéndose en bohemia trágica, decidí que lo mejor para mí sería seguir los pasos de un poeta sedentario, todo lo contrario a Rimbaud: Mallarmé, el profesor que andaba en sus clases corrigiendo sus poemas y que nunca se movió de su casa de París, una hormiguita de los versos:

Tal como el tiempo transforma al poeta 
en sí mismo, despierta con su desnuda espada,
a su edad, que no supo descubrir espantada,
que la muerte inundaba su extraña voz de abismo.
   
Puede, me dije, que un atajo más seguro para escribir un par de versos decentes sea, como Mallarmé, dedicarme a la enseñanza (ser Rimbaud es demasiado arriesgado para los que no somos tan valientes como él); así que decidí ponerme a estudiar una carrera de Letras como hicieron la mayoría de los poetas de la Generación del 27, que también se llamó la Generación de los profesores: Dámaso Alonso, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Luis Cernuda... A ello me apliqué, estudié Filología Hispánica y anduve de profesor durante ocho años..., pero nada, no conseguí ese par de versos ni esa media página que estaba buscando.

Ante este primer fracaso, y plenamente decidido como estaba a escribir un par de versos o media página decente, decidí hacer un estudio de mis tres escritores de referencia: Juan Rulfo, Fernando Pessoa y Vicente Aleixandre, y como un Pierre Menard de mucho menos valor descubrí, ¡oh sorpresa!:

Que Vicente Aleixandre fue intendente mercantil y dio clases de Economía y Comercio: Ya ningún pájaro queda, tampoco ninguna hoja.
Que Juan Rulfo hizo estudios de contabilidad: porque los contables como los zopilotes siempre sobreviven.
Y que Fernando Pessoa fue contable en la casa Vasques y Cía.: Encaro serenamente, sin nada más que lo que en el alma represente una sonrisa, el encerrárseme siempre la vida en esta calle de los Doradores, en esta oficina, en esta atmósfera de esta gente. 

Así que, sin más, decidí hacerme intendente y especializarme en contabilidad, actividad a la que he dedicado más de veinte años, sin ningún éxito, ni media página ni dos versos escritos con corrección. 

Al final, estación en la que me encuentro, y después de leer que Vila-Matas, cuando era un joven aspirante a escritor, decía que quería parecerse a Hemingway, he optado por seguir sus pasos:    

Pues de cuando tenía quince años y leí de un tirón su libro de recuerdos de París y decidí que sería cazador, pescador, reportero de guerra, bebedor, gran amante y boxeador, es decir, que sería como Hemingway.

Por falta de aptitudes he descartado lo de bebedor y gran amante; y como también estoy con los tiempos también he suprimido la necesidad de cazar. Así que voy a ver si siendo pescador, reportero de guerra y boxeador llego a escribir media página o un par de versos dignos de ser mostrados.

Ya he andado con periodistas y reporteros aprendiendo algo de comunicación en Sarajevo, Mostar, Beirut, Marjayoun, Haifa, Bamako, Kuolikoro...; también tres senseis (Adolfo, Jose, y Emilio) me han andado enseñando en Toledo, sin mucho éxito, el arte del combate, (no terminan de hacerse a la idea que soy de Letras y que sólo he nacido para escribir un par de versos o una media página decentes).

Sigo sin desistir en mi empeño, y por eso ahora estoy trabajando en un periódico y de vez en cuando hago algún documental.

Ya estoy dudando que acaso poco importa lo que uno haga para que la poesía fluya por sus dedos, eso sí, he aprendido, como apunta Vila-Matas, que para ser escritor no hace falta estar desesperado.