Me
echaron de palacio/
no
me importó/
me
desterraron de mi tierra/
caminé
por la tierra/
me
deportaron de mi lengua/
ella
me acompañó/
me
apartaste de vos/ y
se
me apagan los huesos/
me
abrasan llamas vivas/
estoy
expulsado de mí.
Si
cualquiera de los tres libros sagrados tiene razón, Juan Gelman vuelve a ser un
exiliado, posiblemente su último exilio.
Ya
debe andar de la mano de San Juan de la Cruz, el poeta de lo ausente, de la
llaga de amor viva, del exilio del alma y de Dios. Buena pareja deben
hacer esos dos perseguidos, iguales ahora en la muerte.
— Aunque “nosotros no sólo queremos la
igualdad en la muerte/ también queremos la igualdad en la vida/ queremos la
justicia en vida/ aunque sea corta y larga la muerte”.
— Si empezamos así, señor Gelman, no habrá más
remedio que verlo “metido en la litera alta de la celda 4 en el pabellón
de castigo de la cárcel de villa Devoto”.
— Así que nació usted en Buenos Aires.
— Sí, en el barrio de Villa Crespo.
— ¿nombre de su padre?
— José Gelman, obrero ferroviario y carpintero.
— ¿Nombre de su madre?
— Paulina Burichson
— No tienen nombres argentinos.
— No. Eran inmigrantes ucranianos.
— ¿Tiene hermanos?
— Dos. Boris y Teodora, ellos también nacieron en
Ucrania. Puedo recordar a mi hermano Boris, recitándome, cuando yo era un niño,
poemas de Pushkin en ruso. Eran de una sonoridad cautivadora.
— Huyamos de los sentimentalismos, señor Gelman. Yo
no estoy aquí para eso.
— Sí.
— Entonces, de su familia, era usted el único
argentino, el único que nació aquí.
— Todos somos inmigrantes, usted también. De hecho
la palabra planeta, en griego, significa errante. Todos vamos errando
por este universo.
— Se nota que es usted poeta, señor Gelman, pero
aquí no le va a traer más que problemas.
— Lo sé. Sé que “con este poema no tomaremos el poder, con estos versos no haremos la revolución, ni con miles de versos haremos la revolución”.
— Señor Gelman, ¿es verdad que también terminó perseguido
por los montoneros?
— Sí. Resultó que yo apoyé en el año 1977 la creación del
Movimiento Peronista Montonero, pero me
separé de ellos en diciembre de 1978 al estar en contra de la propuesta de la
contraofensiva estratégica. El dolor me llevó a la violencia y también me sacó
de ella. ¿A qué tanto dolor?
— ¿Y ahora quieren matarlo?
— Sí.
— ¿Hay alguien que no lo persiga a usted?
— Ya sabe lo que pone en mis papeles. Soy un expulsado.
— A lo mejor, señor Gelman, no es tiempo de héroes.
— Desgraciadamente, siempre será tiempo de héroes:
los
soles solan y los mares maran
los
farmacéuticos especifican
se
desayunan en su gran centímetro
a
mí me toca gelmanear
hemos
perdido el miedo al gran caballo
nos
acontecen hachas sucesivas
y
se amanece siempre en los testículos
no
poca cosa es que ello suceda
vista
la malbaraja del amor estos días
los
mazos de catástrofes las deudas
amados
sean los que odian
— Buscar el paraíso es una quimera, señor Gelman, hasta
ahora sólo ha provocado dolor.
— Bueno, el problema es que ese paraíso siempre lo hemos
buscado en el pasado y como dice Guillaume de Poitiers: El paraíso
perdido nunca estuvo atrás. Quedó adelante.
— ¿En la poesía parece que hay respuestas para todo? Porque
tiene usted, señor Gelman, respuesta para todo.
— Escribía Shelley que los poetas son los
legisladores no reconocidos del mundo.
—
Pero eso fue en el pasado. Ahora los poetas viven en las cavernas, señor
Gelman.
— Así nos va.
— Todo lo que no pueda venderse bien, está muerto antes de
nacer, señor Gelman; y la poesía no vende.
— y no debemos quejarnos:
(…) y no me quejo ya que
ni oro ni gloria pretendí yo juntándolas
ni dicha ni desdicha
ni casa ni perdón.
— ¿Hablamos de su hijo?, ¿podemos hablar de la muerte de su
hijo desaparecido?
— No, no quiero hablar de la muerte de mi hijo. No puedo
hablar ahora. Ahora ni nunca. Sólo espero verlo pronto.
hablarte o deshablarte/ dolor mío/
manera de tenerte/ destenerte/
pasión que munda su castigo
como hijo que vuela por quietudes/ por
arrobamientos/ voces/ sequedades/
levantamientos de la ser/ paredes
donde tu rostro suave de pavor
estalla de furor/ a dioses/ almas
que me penás el mientras/la dulcísima
recordación donde se aplaca el siendo/
la todo/ la trabajo/ alma de mí/
hijito que el otoño desprendió
de sus pañales de conciencia como
dando gritos de vos/ hijo o temblor/
como trato con nadie sino estar
solo de vos/ cieguísimo/ vendido
a tu soledadera donde nunca
me cansaría de desesperarte/
aire hermoso/ agüitas de tu mirar/
campos de tu escondida musicante
como desapenando la verdad
del acabar temprano/ rostro o noche
donde brillás astrísimo de vos/
hijo que hijé contra la lloradera/
pedazo que la tierna embraveció/
amigo de mi vez/ miedara mucho
el no avisado de tu fuerza/ amor
derramadísimo como mi propio
volar de vos a vos/ sangre de mí
que desataron perros de la contra
besar con besos de la boca/
o cielos que abrís hijando tu morida
— Bien, creo que es suficiente. Siga adelante, señor Gelman,
sé que le esperan por ahí un par de místicos, un tal Juan de la Cruz y una tal
Teresa de Ávila esos que hablan del exilio interior, del exilio de la tierra,
del exilio de las palabras, del exilio de dios. Buen viaje, señor Juan Gelman.
— Sí, conozco a Teresa de Ávila y a Juan de la Cruz. He
comentado sus versos.
esta secreta unión que pasa
en un punto muy interior del alma/
que debe ser donde estás vos/ y donde
tales son el deleite y la gloria y demás.
— Vaya con Dios, señor Gelman. Ya puede irse.
El hombre saca un cuaderno amarillo y anota: “Hoy, ha
muerto Juan Gelman, poeta.”
Qué lindo homenaje! Felicitaciones.
ResponderEliminarGracias, me alegro que te haya gustado. Es bueno leer versos para comprendernos a nosotros mismos mejor; y Gelman en eso es un maestro:
Eliminar"cuando en Toledo Ohio andrew sinclair
empezó a caminar sobre el mundo
dijo "esto es así" y no lloró
pensó lo verde de la época"