domingo, 28 de julio de 2019

¿SUEÑAN LOS ANDROIDES CON OVEJAS ELÉCTRICAS?, LA DISTOPÍA DE PHILIP K. DIRK QUE QUISE ESCRIBIR PARA RUTGER HAUER



— Aparta tu grosera mano de policía.
— No soy un policía.
— Eres peor. Eres un asesino contratado por la policía.
— En la vida he matado a un ser humano. 
— Sólo a esos pobres androides.

Leyendo esa inicial conversación de Rick Deckar con su deprimida mujer, Irán, descubrí que yo, en esa novela, terminaría enamorado de una androide capaz de dar la señal sin "ausencia de respuesta afectiva adecuada". ¿Qué es un simple test de empatía de Voigt-Kampff para dibujar la leve línea que separa un ser humano de lo que no lo es? ¿Y quién dice qué es un ser humano y qué no lo es?

— Ha quedado usted embarazada de un hombre que le ha prometido casamiento —dijo Rick —. Pero él se marcha con su mejor amiga. Usted aborta y...
— Jamás lo haría,—respondió Rachael.
Las dos agujas del medidor se dispararon con violencia.

Yo no sé si Rachael Rosen es una androide o un ser humano, pues ha demostrado que puede engañar el test de Voigt-Kampff con facilidad; pero para mí fue la más humana de todos aquellos seres que habitaban la Tierra después de la Guerra Mundial Terminal.

¿Qué es un ser humano y qué no lo es? A lo largo de la historia no todos los homínidos, incluyendo aquellos que tenían el don del habla y la escritura, fueron considerados humanos por la Ley. Incluso sabiendo que tenían sensibilidad y sentimientos, y que hubieran superado sin duda el test de Voigt-Kampff.

— ¿Cuáles son sus instrucciones en el caso de que un test clasifique como androide a un ser humano?
— Eso es asunto oficial —Rick empezó a guardar su equipo en la cartera, mientras ambos Rosen lo miraban en silencio —Pero naturalmente debo cancelar toda prueba subsiguiente. Si hay un fracaso de nada sirve continuar.

Rachael no sabe todavía que es un androide, no sabe que no tiene consideración humana. Gente que ahora mismo atraviesa un desierto para tropezar con un muro, tampoco lo sabe; ni unos jóvenes que están embarcando en una vieja y carcomida lancha negrera para atravesar un peligroso mar. Deckar puede matarlos sin que le remuerda la conciencia, porque cumple con la Ley. Él nunca ha matado a un ser humano. Solamente a esos pobres androides que no tienen la consideración de humano.

¿Qué es un ser humano y qué no lo es? Yo, que he visto cosas que vosotros no creeríais, pienso que sólo el dolor humaniza cuanto toca, y que el poder y el placer deshumaniza a cuanto tantea; ya sea animal o vegetal.

Por eso, para poder sobrellevar nuestra iniquidad, a veces, debamos atenuar nuestra mala conciencia mediante los impulsos del inhibidor talámico que se conecta al órgano de ánimos; y en todo caso siempre podemos conectarlo al estado C para apagar nuestra conciencia y dormir sin complejos ni prejuicios, como hace Irán que apenas se levanta de la cama.

Rachael era más humana que todos los que fueron paridos de una madre; y Roy Batty, se hizo humano, lleno de perdón y misericordia, en una escena memorable, poco antes de que le llegara el tiempo de morir, porque él, como yo: "Ha visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. Ha visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de las puertas de Tannhäuser. Y todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia".

Ahora mismo estoy pasando el test de Voigt-Kampff, igual yo tampoco soy humano, como esos desesperados que están en estos momentos atravesando un desierto para encontrarse con un muro  o están embarcando en una vieja y carcomida lancha negrera  para atravesar un peligroso mar.

— Se encuentra usted un libro de versos, medio quemado dentro de una casa abandonada y llena de mugre y enseres rotos y desparramados por el suelo. ¿Qué haría? ¿Lo dejaría en en el suelo junto con toda la basura?
— No. Lo recogería y lo abriría por la primera página y me sentaría en el suelo y, ayudado por un pequeño haz de luz azul que entra por la ventana, leería los primeros versos: "Y aún sueño que pisa la hierba caminando espectral entre el rocío atravesado por mi canto alegre".

Cuando he contestado eso, Rick Deckard se ha echado mano a su pistola láser. Eso solamente puede contestarlo un androide, me espeta con gesto serio.



domingo, 7 de julio de 2019

AQUÍ HAY MUCHA PUTA Y MUCHO HIJO DE PUTA


Y Miguel cogió una tiza y escribió, sobre la pizarra del iluminado salón del Palacio de los marqueses de Heredia Spínola, una frase que definía, con trazo exacto, todas las retaguardias guerreras que alejadas del frente, de la lucha y de la sangre valiente van vestidas con brillantes uniformes o monos bien planchados y llevan al cinto relucientes y bruñidas pistolas que desconocen la existencia del calor, del polvo, de la arena, de la trinchera y del miedo que no sea ajeno.

Una retaguardia, que llena de fiestas y sensible a los buenos almohadones y que cuando oían que se acercaba el enemigo siempre tenía en su mano la lista de asientos en un avión o en un coche para alejarla del frente, ponía enfermo a Miguel: "Aquí lo que hay es mucha puta y mucho hijo de puta", volvió a escribir. Neruda, desplegó toda su cobardía en la guerra con fama de luchador; León Felipe no se quitaba, ni para dormir, el abrigo de pieles del Duque de T´Seclai, a quien previamente habían fusilado, ese León Felipe tan alejado de las trincheras y al que sólo se le veía en los observatorios rodeado de generales, pero dibujando ya su fama de poeta del exilio; Alberti, un soldado de salón, mal pintado en su Arboleda Perdida; o ese Malraux tan acostumbrado al posado fotográfico; o Bergamín con un comportamiento, "a paseo", no todo lo éticamente deseable. María Teresa León, sintiéndose señalada por las palabras a tiza del salón, dicen que abofeteó a Miguel. En esa retaguardia de fiestas también estaban todos los poetas menores, y cobardes mayores, disfrutando de la guerra; "Pues nunca vivimos mejor, ni fuimos más felices que contra Franco".

A Neruda lo leí del derecho y del revés; y, con quince años, dos veces, su Confieso que he vivido, quería ser como él. A León Felipe en Zaragoza, lo perseguí como poeta del exilio y me compré dos Antologías y Los Versos del Merólico, no sin antes poner el librero cara de asombro a causa de que un tipo con uniforme y gorra de plato pidiera en esos años a León Felipe. "No es para mí, es un encargo"; lo tranquilicé. Las fotografías de Alberti, la comunicación poética hecha guerra e imagen, me pareció en un tiempo sublime. Desde que leí su Arboleda Perdida, siempre soñé los libros de memorias como el suyo. Pero entonces llegó Miguel y en una pizarra escribió: "Aquí lo que hay es mucha puta y mucho hijo de puta".

Miguel venía de las trincheras, venía de sentir cómo los soldados pasaban hambre y miedo, de sentir el frío; mientras allí se abrigaban y comían en una celebración digna de los palacios zaristas con cojines de terciopelo y abrigos de visón. "Aquí hay mucha puta y mucho hijo de puta".

Desde ese día, hace 25 años que me crucé con Las Armas y Las Letras de Trapiello, cuentan que Miguel ya no tuvo un asiento en las listas de aviones y coches preparados por los valientes soldados de la retaguardia, con pistolas siempre limpias al cinto, sus uniformes planchados y con los abrigos de los marqueses de Spínola y el Duque de T´Seclai. Desde ese día, Miguel estaba condenado. Con ellos no saldría Miguel de España, que no apartó de sí ese amargo cáliz. A Miguel, como a todos los demás los dejaron atrás, solos y perdidos, con un carnívoro cuchillo de ala dulce y homicida que sostenía un vuelo y un brillo alrededor de sus vidas.

Pero lo que nadie olvida es de que hubo un lugar en la retaguardia de una guerra donde había muchas putas y mucho hijo de puta. Desde entonces los libros de memorias desde La Guerra de las Galias hasta La Arboleda Perdida me han parecido bastante menos reales que las aventuras de Ulises en La Odisea, con sus sirenas, sus Polifemos, su Circe o el país de los Lestrigones. 

Unos días más tarde vi salir del decomisado Palacio de los marqueses de Heredia Spínola al periodista comunista cubano Pablo de la Torriente mientras gritaba: ¡Qué vergüenza, yo me vuelvo para el frente! A los dos días lo mataron. Ya nadie se acuerda de él, ni de mí.