domingo, 27 de abril de 2014

TIEMPO DE DIOS, EN LIBERTAD CRECÍA

Buscando con Luis Cernuda la nieve, he pasado unos días en el valle del Tena, entre montañas, en la cabecera del Escarra, ¡Cómo nevaba! Era levantar la vista y pensar, tal como escribió Cernuda, que son de nieve los campos y de nieve las horas. Las lágrimas sonríen, y la tristeza es de alas, y las alas, sabemos, dan amor inconstante. Siempre hay nieve dormida sobre otra nieve, allá en Nevada.
Sin duda, en las estribaciones del Escarra, eran de nieve los campos y de nieve las horas.
A unos días de la Semana Santa, la soledad de las montañas es bastante recomendable, porque, como escribe Miguel Delibes en El Camino, los hombres se hacen, las montañas están hechas ya. Y nada como el toque de humildad que dan las montañas cuando se ponen heladas.

Fue dejar Tramacastilla de Tena, Jaca, Huesca y Aragón y coger el camino de La Otra Banda de la Argónida y empezar a hablar con los hermanos Machado para que me pusieran al día de cómo vivir la Semana Santa de una forma un poco diferente. Antonio Machado, a quien seguí durante sus días de profesor de Instituto en Soria, y que me llevó por los Campos de Castilla, me contó lo que es una saeta:
 
¡Cantar de la tierra mía,
que echa flores
al Jesús de la agonía,
y es la fe de mis mayores!
¡Oh, no eres tú mi cantar!
¡No puedo cantar, ni quiero
a ese Jesús del madero,
sino al que anduvo en el mar!

Su hermano Manuel, a quien la memoria no ha tratado con justicia, me lo contó al oído:

Largas trompetas de plata.
Túnicas de seda…Cirios,
en hormiguero de estrella,
festoneando el camino…

El azahar y el incienso
embriagan los sentidos.
Ventana que da a la noche
se ilumina de improviso,
y en ella una voz - ¡saeta!-
canta o llora que es lo mismo:

“Míralo por dónde viene
el mejor de los nacidos”.

Llegué a La Otra Banda de la Argónida el Domingo de Ramos, iba a pasar allí toda la semana para ver cada momento de la pasión de Cristo; su entrada en Jerusalén, su oración en el huerto, su flagelación, su subida al Gólgota, su crucifixión y su resurrección. Una historia de amor que, según el calendario lunar, se repite cada año en todo el mundo. ¡Algo tendrá el agua cuando la bendicen!

Si he de leer algo esta semana, me dije, que sea sobre Cristo; así que me agencié poemas de todo tiempo y lugar sobre él. Como siempre, y por debilidad, no sé si formal, semántica o mitómana, acudí a la generación del 27. Seguro que encuentro en ellos fricciones de sentimiento y pensamiento que no encontraré, por ejemplo, en el Barroco. ¿Por qué, si no, escribiría Dámaso Alonso su arrepentimiento?

¿Qué has hecho tú? ¡Dámaso, bruto, bruto!
Del mundo, libertad centro te hacía.
Tiempo de Dios, en libertad crecía.
La flor, en rama, libre se iba a fruto.

¿Qué hiciste, adolescente chivo hirsuto,
luego chacal, pantera de su hombría,
hoy mico viejo ya, tú, inarmonía
del orbe en Dios, Dámaso bruto, bruto?

¡Alas de libertad! Aire sereno
del orden era en torno. Y yo gritaba:
«¡Libre Dámaso-dios!» Dámaso impío:

aire de Dios rasgó mi desenfreno
que osé la libertad que Dios me daba,
látigo contra Dios alzar, ¡Dios mío!

José Bergamín, sin embargo, acerca la mar al Cristo, el mismo mar y mismo Cristo que Machado prefiere, el de la mar. Yo, sin embargo, siempre he sentido una especial atracción por el de la cruz:

No se mueven de Dios para anegarte
las aguas por sus manos esparcidas;
ni se hace lengua el mar en tus heridas,
lamiéndolas de sal, para callarte.

Llega hasta ti la mar, a suplicarte,
madre de madres por tu afán transidas,
que ancles en sus entrañas doloridas
la misteriosa voz con que engendraste.

No hagas tu cruz, espada en carne muerta;
mástil en tierra y sequedad hundido,
árbol en cielo y nubes arraigado.

Madre tuya es la mar, sola, desierta.
Mírala tú que callas, tú caído.

Yo pienso, como Bergamín, que, aquí en La Otra Banda de la Argónida, también Cristo da al mar su último suspiro y que, o el mar me engaña o tú.

 En la playa, esos días, leí poemas de Pemán, con quien no me llevo bien por motivos personales, un tío abuelo mío, autor de comedias, tiene la culpa: como tú estabas en la cruz: de sangre los pies cubiertos, llagados de amor las manos, los ojos al mundo muertos, y los dos brazos abiertos.
De Blas de Otero: Alzo mi mano, y tú me la cercenas. abro los ojos: me los sajas vivos. Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas. Esto es ser hombre: horror a manos llenas. Ser - y no ser - eternos, fugitivos. ¡Ángel con grandes alas de cadenas!
De Guillermo Valencia, que lleva veinte siglos viendo a Cristo en la cruz: Colgado estás del áspero madero cual lábaro de paz en las alturas dislocadas las finas coyunturas, pidiendo amor con grito lastimero ¡Veinte siglos así! Y hasta el postrero sol que ilumine ignotas desventuras, remachadas las férreas ligaduras te ofrecerás al universo entero.

Y leí poemas de Lope de Vega: Oye, Pastor, que por amores mueres: no te espante el rigor de mis pecados, pues tan amigos de rendidos eres. Espera, pues, y escucha mis cuidados; ¿pero cómo te digo que me esperes, si estás, para esperar, los pies clavados?
De Antonio de Rojas: no me mueve mi Dios para quererte el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temidopara dejar por eso de ofenderte. tú me mueves, Señor, muéveme el verte clavado en una cruz y escarnecido, muéveme ver tu cuerpo tan herido, muévenme tus afrentas y tu muerte.
Y de Juan José Domenchina, uno de esos que injustamente llaman poetas menores de la generación del 27, clasificación de la que yo reniego: Te busco desde siempre. No te he visto nunca. ¿Voy tras tus huellas? Las rastreo con ansia con angustia, y no las veo. Sé que no sé buscarte, y no desisto. ¿Qué me induce a seguirte? ¿Por qué insisto en descubrir tu rastro? Mi deseo no sé si es fe. no sé si creo en algo, ¿en qué? No sé. No sé si existo.

Y, por supuesto, leí poemas de Cervantes, y de sor Juana Inés de la Cruz y de San Juan, cuyo Cántico Espiritual, anda celosamente guardado en el convento de Las Descalzas aquí en La Otra Banda de la Argónida.

No sé si existo y creo que después de esta Semana santa en La Otra Banda de la Argónida voy a necesitar volver a la montaña y a la nieve, porque los hombres se hacen y las montañas están hechas ya.