sábado, 22 de julio de 2023

SOÑANDO VERSOS EN EL ENCUENTRO POÉTICO CÍRCULO INTERCULTURAL HISPANO ÁRABE EN LA CASA ÁRABE

Las invitaciones tienen alas, siempre que seas capaz de ajustártelas con el corazón. Las invitaciones a soñar versos tienen geografías que cada uno ve de una forma diferente. Las invitaciones a explorar las almas de otros incitan al largo viaje elegiaco. La poesía... Y si te invita Lola Rodríguez del Grupo del Arte TV a un encuentro poético del Círculo Intercultural Hispano Árabe, cuyo presidente es Abdo Tounsi a un recital poético se te llena el alma de versos y a mí de Niger; y no tienes más remedio que acudir corriendo.

Gastando mis horas en Mali en tertulias poéticas por los más dispares lugares de Bamako, algunos poco recomendables, hubo quien me reprochó esa búsqueda. (Menuda nochecita hasta llegar al Azalai, ¿verdad, Ángel? Cuando me dijiste que o nos daban el Pulitzer de fotografía si conseguía hacerme una foto cargando sacos en uno de los camiones que cargaban no sé qué en aquella oscura calle o yo terminaría escribiendo el cuento más bonito del mundo. Ya no queda más opción que lo segundo. Gracias por aguantar a este poeta que se dedicó allí a mil cosas.)

Al final, es fácilmente demostrable que esa poesía fue buena para España y para Mali, que esa poesía como decía Lorca, qué raro que se llame Federico, «esa poesía anda por las calles, se mueve y pasa a nuestro lado. Porque la poesía es el misterio que tienen todas las cosas». Es la pulsión de la vida. Escuchando los latidos de los poetas se escucha el silencio y la voz de los pueblos, pues la voz de los poetas es lo único que permanece. La poesía llena las calles de palabras, llena las universidades y, sobre todo, llena los labios de los pueblos que creen que son canciones tradicionales inventadas por Dios al principio de los tiempos cuando no fue más que la escritura de un poeta. Son los poetas los que escriben la historia y los mitos, que suelen ser eternos.

En la Casa Árabe nos reunimos medio centenar de locos que sueñan versos o simplemente desean escucharlos, sabiendo como decía Federico: «¿Pero, qué voy a decir yo de la poesía? ¿Qué te voy a decir de esas nubes de ese cielo? Mirar, mirar, mirarlas, mirarle y nada más. Comprenderás que un poeta no puede decir nada de la poesía. Eso déjaselo a los críticos y a los profesores. Ni tú, ni yo ni ningún poeta sabemos lo que es la poesía.»

Por eso empecé a tomar notas de los versos que escuchaba en esa velada de tantos poetas que tendían puentes y derribaban muros en esa velada en el Círculo Intercultural Hispano Árabe.

Y de pronto llegó la poesía, incluso un soneto apócrifo, y yo anoté al azar, que el azar hay veces que hace muy bien las cosas, los versos que recordaba al llegar a casa:

Mujer, al fin, decido la contienda
no hagáis más el canelo en el pasillo
y pasad a mi casa que hay merienda...

Los años pasan pero no pesan
y si los sabes disfrutar,
no dejando la vida pasar, 
pasando tú por ella...

Cuando yo te vuelva a ver
tú no me dirás nada
yo sentiré tu fragancia 
en mi memoria guardada...

Toda mujer que con su voz instruye al azahar....
Hay un verbo roto en cada azulejo.

Puentes entre dos ventanas
Me han hecho olvidar las fronteras de mi boca...

Mis pies mojados sueñan alcanzar la tarde...

Desde cada nube diurna, cada nube nocturna...

Y en mi boca hay un ave cuyo canto alude a la caricia necesaria...

Incluso escuchamos un poema en árabe que hablaba de una fecha el 25 de abril, una fecha que fue desgranando el poeta.

Como no podía ser de otra manera, yo volví al monte Keita en Koulikoro, junto a la ribera del río Níger, donde también una tarde de abril soñé poesía y algún que otro endecasílabo:


SENTADO EN LA RIBERA DEL NÍGER

Desde Toledo, al igual que Al-Quti,
buscando el manantial en donde fluye
el agua pura,
he alcanzado el río Níger.

Debes saber que he traído la llave
de la cancela de su casa que huye
con su biblioteca,
a través de las arenas
que se hacen agua en el tiempo ya suave.

Como los anaqueles, quieto el río,
se detiene a vernos beber,
y me siento en un árbol derribado
para traer, de nuevo, el alfabeto
que vivió en esta geografía
en un lejano tiempo ya acabado.

Casi nunca la espera es esperanza,
aunque a veces yerra.
Nos sostiene el alma de los ríos,
no es verdad que nos sostenga la tierra.

Desde el monte Keita abro los versos
de Es-Saheli, el manuscrito de Kati
número ciento cuarenta y cinco
escondido
en los anaqueles de Tombuctú.

Y entiendo que no es suficiente ser:
«que no basta una persona alada en ambos costados,
ni poseer una lengua dotada de toda la agudeza de la palabra,
para no tener un corazón agobiado
por el cansancio y víctima de la separación».

Y debes saber que es el mismo sol,
el mismo amanecer y el mismo cielo,
con sus planetas errantes lo que veo.

Y también veo reflejados en las aguas del Níger
a Witiza y a Alí ben Ziyad y a Es-Saheli,
y sus mezquitas de los sueños.
Y, por desgracia, veo también la guerra.

Algún día llevaré mi mensaje,
escrito a orillas del Níger,
allá donde quieran oírlo.

Norberto Ruiz Lima
Koulikoro, Mali, abril de 2023.


Notas:
1.- El jurista Alí ben Ziyad al-Quti, descendiente del rey godo Witiza, tras los sucesos de los fuegos de la Magdalena donde han ardido más de mil casas, recoge apresuradamente su biblioteca de unos cuatrocientos volúmenes y, desde Toledo, emprende un largo camino que lo llevará por todo el norte de África y Oriente Medio hasta la localidad de Gumbu en la curva del río Níger. Esa biblioteca, que terminará en Tombuctú, con el tiempo se convertirá en la mayor biblioteca andalusí conocida.

2.- Abu Haq Es-Saheli es el mayor poeta de Al-Ándalus y desde Granada hizo un larguísimo viaje hasta la corte del emperador Kanku Moussa, en la curva del río Niger, considerado como el hombre más rico de su tiempo. Es-Saheli no tiene precio como poeta, pero a la vez es el padre del arte sudanés, pues el emperador le encomendó la construcción de la gran mezquita de Djingareyber en Tombuctú. Autores como Gaudí o Barceló han sido muy influenciados por su arte.






















 





 


  




jueves, 13 de julio de 2023

LA NOCHE QUE AMÉ A MARGA GIL ROËSSET

Ya saben que en la novela que estoy escribiendo ahora me encuentro viajando en tren desde Madrid hasta Sevilla, cuando los trenes daban tiempo a leer cualquier obra por extensa que fuese, rodeado de poetas y demás gente de mal vivir. Es el tren expreso y he pasado la noche en él.

Viajé tantas veces en ese tren que comprobé que todo, todo, era posible. Siempre que podía viajaba en litera en un compartimento de seis. Una noche tuvimos un incendio y ya pueden imaginarse; otra, un hombre murió de un infarto y tuvimos que andar dando explicaciones en Alcázar de San Juan; otra, hubo una pelea por el precio de unos mostachones de Utrera; otra, policías que vestían de paisano y eran auténticos armarios nos hicieron salir a todos menos a uno a quien le pidieron amablemente, poniendo su cara sobre la ventana, que abriera la maleta, se lo llevaron claro, otra... . Pero la mejor fue cuando yo andaba persiguiendo a principios de los años 90 a Marga Gil Roësset. Todavía la persigo por exposiciones y volúmenes. ¡Cómo olvidarla!

Ahora estoy escribiendo mi novela de un viaje en tren a Sevilla y he recordado aquella noche que me la tropecé en los pasillos del expreso.

Marga soñó con coger la luna que brotaba de sus ojos tristes. Marga tenía más talento que cualquiera de sus compañeros de generación, y una belleza infinita. Su precocidad como artista era sorprendente; y cada una de sus esculturas llegaban tan lejos que quien las veía también terminaban con su sensibilidad convertida en piedra. Marga, Marga, Marga. La joven asombrosamente atractiva de un talento avasallador, que enamoraba a su paso, condenada por envidiosos dioses a que sus ojos verdes nunca fueran correspondidos en el terrible campo del amor, como una Dafne desconsolada desde su nacimiento: Marga Gil Roësset, todavía no lo sabe, pero va a tomar una fatídica decisión. ¡Cómo puede evaporarse de esa manera tanta belleza!

«Martín miró la habitación 314 del hotel California, cerró los ojos y se encontró de nuevo en el compartimento tumbado en la litera. Isabel no aparecía por ningún lado. Por la ventana, las colinas, árboles y los caminos corrían a paso acompasado al ruido de los raíles. Está oyendo en el compartimento de al lado hablar a Marga y a Delhy. Hablan de pinturas, espacios y líneas que conforman mundos. Martín sabe que Marga saldrá del compartimento al pasillo la primera. Marga tiene dieciocho años y el escultor Victorio Macho ya sabe de su inconmensurable talento, pero también ha visto su inestable corazón para el oficio de vivir. Prefiere no contaminar su creatividad y no quiere educarla entre cinceles y buriles, es la excusa, pero ha descubierto su corazón, como lo ha descubierto Martín.

Martín cree que Marga nunca tuvo problemas de amores, que lo que tuvo fueron problemas de vida, de localización de su propio espíritu, un espíritu tan grande y tan salvaje. Él quiere hablar con Marga, intentará que esta noche de ella sea para él. Hablar no necesita tocar su belleza, no necesita nada más que adivinar su grandeza sabiendo como escribe ella que ese alto tren de los sueños que los lleva en su riel conducirá sus deslumbrados presos de una pena a otra. Ese es el problema de tener todas las costuras hechas para el arte y ninguna para la vida. Nunca será un problema de amor como todos escribirán para la historia, será un problema de alma que ella quiso excusar con el imposible amor. Marga, si podías haber amado al mundo. Tenías loca perdida de amor a toda la cantera, que se lo pregunten al pobre Juan de Ávalos que te veía cada mañana en ese venero apurando cinceles de gloria. Y Martín piensa esto y calla y recuerda su muerte sinsentido en las palabras de Marga, que pronunciará esa noche mientras están abrazados: «¡Tú dentro ya, tú fuera, tú ya libre, el vivo muere, el muerto es inmortal, sustancia voluntaria para más alta obra!».

«Tu obra es infinita», piensa Martín en su diario, «vivimos un mundo tan extraño, donde creemos que es grato el morir, leve la muerte contra el dolor. Marga, no sufras. No hay arte que se te resista y es el arte a quien fuiste a buscar con aquel revólver».

En ese momento ve salir a Marga y su morena belleza de ojos verdes del compartimento, ve salir la persona, posiblemente con más talento de su siglo; aunque, es mujer y es fácil que su talento lo diluyan hasta la más absoluta invisibilidad. Aprovecha su oportunidad y sale él a la vez: «Buenas noches, señorita. Discúlpeme, perdone el encontronazo, pero estaba tan absorto con unos versos de este libro, perdone el encontronazo, —repite —pero mire estos versos y dígame si no es para despistarse: Si tú espontáneamente me dieras un beso… y me atrajeras… así… espontáneamente… dejándome… oír en tu pecho latirte el corazón y un poco también la plata de tu voz». Ella no sabe que algún día escribirá esos versos en su diario.

Y sigo leyendo el diario del joven Martín: «Marga que buscas lo absoluto, ven conmigo a buscar esa paz que nadie supo darte, ya me gustaría pasar contigo la noche, tú esculpiendo mi cuerpo y yo recitándote versos al oído; no creo en el amor simultáneo, de dos corazones. Sé que tú, por ejemplo, puedes enamorarte de un hombre sencillamente porque te gusta; pero sabes que es difícil que al mismo tiempo el hombre que deseas se enamore de ti. Pero eso puede ocurrir esta noche contigo y conmigo soñando amor. Yo también te imaginé rubia y herida siempre por tu duro oficio. Tú, Marga, no te puedes morir triste, sin besos, ni corazón, ni voz de plata, ni versos; y como yo siempre imaginando. En imaginar se nos van los días. En ese mundo interior que nadie conoce ni siquiera nosotros mismos y que puede reaccionar de cualquier manera llevándote hacia la nada. Marga, contra eso tienes que luchar. Eres demasiado artista la más brillante de esta generación junto con Federico.

Ni te engañes ni te mueras de pena. Yo conozco ese final, he tenido en mi mano ese revólver y he visto tu obra expuesta antes de que tus manos de escultora movida por un corazón derramado entre arte y más arte, pero sin vida,  destrozara toda tu obra. Menos mal que algo pudo salvarse. Y ahora estoy aquí, frente a ti, Marga, yo que tanto suspiré por ti; porque llegué tarde, unos cuantos años; o tal vez, todos mis antepasados fueron un poco lentos de reflejos y ninguno adivinó cuánto hubiera dado yo por conocerte. Y verte esculpir mientras yo intentaba escribir mis versos sobre un papel grueso satinado con una pluma de ave color púrpura, y ninguno de los dos imaginaríamos que la vida a veces nos lleva de una pena a la siguiente, evitando traer a la mente que también nos lleva de una alegría a la otra. Y a qué esperar, Marga, a qué esperar; siente ahora por primera vez algo que no tengas prohibido».

En ese momento, Marga mira a Martín con ojos de entender que ambos sufren del mismo mal de amores no correspondido; Martín por ella y ella por Juan Ramón. No sabe si en ese momento sabrá engañarse aún o se morirá de pena. Agacha la cabeza y en ese momento Martín le roba un beso. Ella lo acepta y deja de pensar en el revólver que esconde su padre en casa. Sin que por esa noche la muerte tenga prólogo y epílogo. Se deja besar nuevamente y hace el intento de mover sus manos hacia las caderas de ese amante que ha surgido del compartimento de al lado.

Y Marga, que oye el susurro, se atreve y le pregunta a Martín si en su compartimento hay alguien más. Él le contesta que no, que en ese momento está solo en la habitación 314 del hotel California. Ella no le entiende, pero lo toma como un sí y se empujan dos veces hasta entrar en el compartimento, tumbarse en la cama y arrebatarse a besos toda la ropa que marcan la frontera entre sus pieles y una voz leve, como un suspiro, le cuenta dentro de su cabeza que viva por una vez a su antojo; y está dispuesta a hacerlo. Mientras la besa,

Martín sueña que ella abre sus labios junto a su oído «… querría no quererte tanto … aunque mi única razón de ser … es ésa … y también mi única razón de no ser…». Martín suponía que Marga nunca había sufrido encontronazo de amor alguno como el que ambos estaban padeciendo y que era mejor ser suave como un leve lamento. Se amaron todo el tiempo que quisieron, sin pausa, durante la noche que duró lo que un sueño; sufriendo no el deseo de querer acostarse con una mujer, que en la vida de un hombre son casi todas, sino el deseo inconmensurable de querer dormir junto a una mujer, que en la vida de un hombre es una sola.

Tantas veces buscó su historia en el diario de Marga que la conocía como nadie. Buscó sus fotografías y le dedicó cuatro poemas que nunca se atrevió a publicar para que no lo llamaran loco. «A Marga Gil Roësset, muerto de amor; a Marga Gil Roësset en su laberinto; a Marga Gil Roësset, amor, amor, amor.»


Vio a Marga antes de cerrar los ojos, y fijó la belleza de su rostro en color ya que siempre la había visto en blanco y negro. Fijó su belleza para siempre. Deseó saltar del tren antes del amanecer y visitar la casa de Marga, acercarse a aquel buró, abrir el pequeño cajón con el tirador con forma de nereida y hacer desaparecer para siempre aquel revólver que sonará con palabras de muerte un 28 de julio de 1932.

Cuando despertó por la mañana en la habitación 314 del hotel California, pensó en los besos que compartió con Marga, se sintió mojado por todas partes y la piel la notaba pegajosa al tacto e imaginó todos los fluidos que recorrieron su cuerpo por la noche. Cogió su enciclopedia y buscó el nombre de Marga Gil Roësset suponiendo que no era verdad que Marga se suicidara con veinticuatro años de un pistoletazo cuando era la artista más prometedora de la Generación del 27; que nada de esto sucedió, que tuvo una vida plena, llena de amores y de encuentros y desencuentros tal como trata la vida a todo bicho viviente. Y se la imaginó alegre y con manos de diosa que conformaron toda la belleza del mundo sobre piedra o sobre mármol. Pero leyó: «... Y es que... Ya no quiero vivir sin ti... no... ya no puedo vivir sin ti... tú, como sí puedes vivir sin mí... debes vivir sin mí...», «Mi amor es ¡infinito...... La muerte es... infinita... el mar.… es infinito... la soledad infinita... ... ... yo con ellos... ¡contigo!... Mañana tú ya sabes... yo... con lo infinito... lunes, noche», «Pero en la muerte, ya nada me separa de ti... solo la muerte... ... solo la muerte, sola... y, es ya... vida ¡tanto más cerca así... ... muerte... cómo te quiero».

Y fue consciente que el pasado no se había movido un ápice y que sin duda, también se mostraría, como hace la naturaleza, insensible al dolor humano. Marga había muerto un 28 de julio de 1932 y Martín, como escribió en un poema, había llegado tarde a la cita con ella».









miércoles, 5 de julio de 2023

SI YO LES HABLARA DE MALI, SI YO LES DIJERA...

Si yo les dijera que España desde hace muchos siglos vive en el corazón de Mali, concretamente en la curva del río Níger, posiblemente no me creerían.

Pero, si yo les dijera que quien construyó la gran mezquita de Tombuctú y el mejor poeta andalusí de su tiempo, cuya inmensa obra se guarda en la famosa biblioteca de Kati era de Granada, ya empiezan a surgir dudas. Y, si yo les dijera que esa gran biblioteca de Kati que llegó a Tombuctú en el siglo XV era toledana, como el mejor de los aceros, ya pueden casi creerme.

Pero, si yo les dijera que durante dos siglos se habló, como lengua oficial, castellano medieval enjaezado con el árabe en toda la curva del Níger puede que empiecen a cambiar de opinión.

Pero, si yo les dijera que viajasen a la región de Djené en Mali y pregunten por el pueblo Arma, que comparte la nación de Mali con bambaras, peuls, fulani, dogones…, les señalarán una etnia orgullosa descendiente de los soldados españoles que vinieron a combatir, veteranos de Flandes incluso, contra el imperio Songhay y decidieron afincarse y crear sus propias familias e integrarse en ese recóndito lugar de África, no les cabrá ninguna duda de que España vive desde hace muchos siglos en el corazón de Mali.

Por eso, no resulta tan extraño ver a soldados españoles, tantos siglos después, patrullando las orillas del río Níger.

Les voy a dar tres nombres, pero fueron miles los que desde la  península ibérica llegaron hasta estas tierras de Mali en la curva del Níger. Posiblemente, con muchos de los habitantes de Mali compartamos antepasados comunes:

- Alí ben Ziyad al Qûti, de Toledo

- Abu Haq Es Saheli, de Granada

- Yuder Pachá, nacido como Diego de Guevara, de Cuevas de Almanzora, Almería.


Voy a contarles varias historias, pero son miles de historias por cada uno de ellos:

1.- Toledo, año 1467 

El jurista Alí ben Ziyad al Quti, tras las luchas de poder entre los herederos a la corona de Castilla y su apoyo al bando perdedor y tras los sucesos de los fuegos de la Magdalena donde han ardido más de mil casas, decide recoger apresuradamente su biblioteca de unos cuatrocientos volúmenes, y emprender un largo camino que lo llevará por todo el norte de África y Oriente Medio.

Finalmente, su larga caravana y su biblioteca llega a Gumbu en la curva del río Níger (Mali), donde se asienta y se emparenta con la familia imperial casándose con Kadidia Sylla, la hermana del emperador, integrándose completamente en la sociedad Songhay donde llega a ser un reputado jurista.

Al Quti, que significa el Godo, posiblemente era descendiente del rey godo Witiza que tras las luchas dinásticas había abrazado el Islam durante la conquista islámica de la península. Su descendiente en la actualidad es Ismael Diadé Haidara heredero de esa biblioteca que viajó desde Toledo  y cuya familia la ha guardado con celo divino durante más de quinientos años. Actualmente, se conservan más de 12.714 manuscritos de un valor importantísimo. Contiene todo el legado andalusí, volúmenes de filosofía; Platón, Aristóteles, Séneca o Cicerón; Aritmética, Astronomía..., todas las fuentes del saber. Además, hay que sumarle que una mayoría de los manuscritos contienen anotaciones al margen que aumentan su valor histórico y cultural, pues dan datos acerca de aquellos tiempos y aquella vida. No hay otra biblioteca como esa, ahí sí que está en forma de libro todo el oro de Tombuctú.

Su hijo Mahmut Kati (también ha sido recogido con el nombre de Cota, nombre judío) fue uno de los grandes sabios de Tombuctú y terminó escribiendo el Tarikh-Al Fettach, que es la historia del imperio Songhay y que se encuentra en la biblioteca de Kati.

La biblioteca de Kati ha ido pasando de padres a hijos y ha sobrevivido a mil peligros desde su salida de Toledo, pasando por la invasión del sultán de Marruecos, la llegada de los franceses a Tombuctú en 1890 o la conquista de Tombuctú en 2012 tras el levantamiento yihadista. Su sistema de seguridad ha sido sencillo y complejo a la vez. El fondo Kati, desde siempre, cuando ha habido un peligro se ha repartido por todas las casas de la zona, casas pobres de caña y adobe. Eso significa que en la casa más pobre junto al Níger puede haber un incunable de Platón o Aristóteles escritos en árabe o griego antiguo. Por eso yo me fijo mucho en las casa que entro por si adivino un volumen con letras aljamiadas o griegas.

Dicen que el apellido Qûti, el godo que vino desde Toledo, evolucionó al apellido Kati en Malí y aquí vive.



2.- Granada, año 1322 

Si entramos en la biblioteca de Kati en Tombuctú encontraremos en una de las alacenas llenas de libros algo único. No lo hay en otro lugar del mundo: la Antología completa de Es Saheli, el mayor poeta de Al-Ándalus y que desde Granada hizo un larguísimo viaje, huyendo de la intolerancia alfaquí, hasta la corte del emperador Kanku Moussa, considerado como el hombre más rico de su tiempo.  

Es-Saheli no tiene precio como poeta, pero a la vez es el padre del arte sudanés, pues el emperador le encomendó la construcción de la gran mezquita de Djingareyber en Tombuctú.

Abú Isaq Es Saheli nació en Guadix, Granada y murió en Tombuctú el año 1346. Autores como Gaudí o Barceló han sido muy influenciados por su arte.

Pero no queda ahí la cosa, otra gran mezquita de Tombuctú toma el nombre de Sidi Yahiya, que fue considerado el hombre santo que vino del norte. Sidi Yahiya al Tutila al Andalousi había nacido en Tudela, Navarra; y fue el primer imán y profesor del Corán en Tombuctú y Djené. En 2012 durante la rebelión yihaidista e islamista tanto el mausoleo del santo Sidi Yahya como la puerta del fin del mundo de la mezquita fueron destruidas por los extremistas cuando ocuparon la ciudad. Era un problema de altura, pues la tumba del santo de Tudela era más alta que la del profeta y, según los intolerantes que conquistaron la ciudad en 2012, eso no podía «tolerarse». Así que lo mejor era destruirla. La destrucción no conoce aliados.


3.- Curva del Níger, año 2023

Y ahora vamos a viajar con la etnia Arma, que habita la curva del río Níger, para ver quiénes son y qué sangre llevan en sus venas. La etnia Arma que ahora son unos 20.000, son descendientes de españoles tanto andalusíes como mercenarios, algunos veteranos de Flandes, que acompañaron a Yoder Pachá, nacido como Diego de Guevara en Almería, y que fue comandante de las fuerzas del sultán Hamed Al-mansur.

Yoder Pachá, siendo niño, fue capturado por piratas berberiscos en las costas españolas, castrado, esclavizado y como eunuco llevado a Tetuán. Diego de Guevara creció en la corte de Ab Al-Malik como eunuco sirviendo en su palacio, hablando árabe y convertido al islam. Con 18 años participó de manera notable en la batalla de Alcazárquivir o de los Tres Reyes, donde sufrió el ejército portugués una severa derrota desapareciendo su rey Sebastián y quedando prisionera la flor y nata de la nobleza portuguesa. (Decían los portugueses que todo el oro de Portugal estaba en marruecos por los grandes rescates que tuvieron que pagar por sus nobles)

Después de combatir en Alcazárquivir, El nuevo sultán, Ahmed al-Mansur, reconoció el valor del joven andalusí y lo nombró caíd de Marrakech, para más tarde ponerlo al frente del poderoso ejército con el que pretendía satisfacer su sueño de crear un gran imperio marroquí en el África subsahariana.

Y ahí comienza la verdadera historia de Yoder Pachá, antes Diego de Guevara, en la curva del río Níger en 1591. Ahí empieza su relación con Tombuctú, Djené, Gao...

El sultán Al-Mansur pone a Diego de Guevara al mando de 6.000 hombres, más de la mitad de ellos tenía orígenes españoles; moriscos, renegados cristianos y mercenarios arcabuceros, algunos de ellos veteranos de Flandes.

Los ejércitos se encuentran en Tindibi, cerca de Gao, y después de una dura batalla terminan venciendo las tropas de Yuder Pachá, acabando con el imperio Songhay de la dinastía Askia con capital en Gao.

La gran mayoría de los españoles se quedó en Tombuctú y se casaron con mujeres Songhay. Una de las étnias malienses actuales se llama Arma y son descendientes de estos soldados andalusíes. La palabra Arma, nombre de la étnia, viene de ese tiempo. Derivada bien de ¡Arma! que se gritaba entre los soldados españoles; o bien de la palabra árabe ar-rumah que significa arcabucero.

Durante dos siglos en Tombuctú, Gao y Djenné se habló castellano y fue lengua oficial. Yuder Pachá fue gobernador de Tombuctú, Gao y toda el área hasta Djenné durante diez años.

Para que se hagan una idea voy a escribir los nombres de los gobernadores y pachalis de Tombuctú:

-        -  Yudar Pachá, Diego de Guevara, de Almería.

-          - Mahmud ben Zarquín, de Granada.

-         -  Mansur Abderramán Diago, el cordobés.

-          - Ammar Al Fatta, de Almería.

-          - Suleyman, de Córdoba.

-          - Mahmud Longo, de Sevilla.

-          - El-Mobarek Ben Muhammad, de Granada.

Esto duró hasta 1833, cuando el ejército del pueblo Peul los venció, proclamando el reino de Macina.

Por eso me sorprendió leer que los primeros europeos que llegaron a Tombuctú fueron el inglés Gordon Laing en 1826 y el francés René Caillé en 1828. Pero..., si toda la curva del Níger estaban llenas de tumbas españolas desde el siglo XIII. 

 


 

 









La sal viene del norte, el oro viene del sur, pero la verdadera sabiduría sólo la hallarás en Tombuctú.