domingo, 7 de febrero de 2016

EL INCA GARCILASO DE LA VEGA, MESTIZO DE LAS LETRAS Y DE LA VIDA

                                       
A Montilla en Córdoba, lejana y sola, me llevó la búsqueda del Gran Capitán, hay veces que he tenido que hacer trabajos guerreros de los que me siento muy orgulloso; este es el mundo en el que hemos caído y el mundo que dentro de nuestras limitaciones tenemos que cambiar, yo en esto sigo a Hyperion y a su trasunto alemán: a servirme de una espada sí he aprendido, y no necesito más por ahora. La nueva liga de los espíritus no puede vivir en el aire, la sagrada teocracia de lo bello tiene que morar en un Estado libre, y él precisa de un lugar en la tierra, y este lugar lo conquistaremos nosotros.

Y en Montilla, andando por la calle me paró un mestizo que llevaba un legajo bajo el brazo y del que yo apenas había tenido noticia. Sentí curiosidad y le pregunté dónde llevaba esos escritos y a quien pertenecían:

A los hijos de español e india, o de indio y española, nos llaman mestizos, por decir que somos mezclados de ambas naciones. Fue impuesto por los primeros españoles que tuvieron hijos en Indias. Y por ser nombre impuesto por nuestros padres y por su significación me lo llamo yo a boca llena y me honro con él.
 
- Caballero, son míos-  me contestó- ahora ando escribiendo unos Comentarios Reales, que tratan del origen de los Incas que fueron del Perú.
- ¿Puedo saber su nombre?
-  ¡Claro!, soy el señor Gómez Suárez de Figueroa, hijo de don Sebastián Garcilaso de la Vega y de la princesa inca Chimpu Ocllo, sobrina del emperador del Tahuantinsuyo y nací en Cuzco. Porque el Cozco en su imperio fue otra Roma en el suyo. Y así se puede cotejar con la otra porque se asemeja en las cosas más generosas que tuvieron.
- ¿Es usted el inca Garcilaso?
- Así me llaman.
- Cuenta su paisano Vargas Llosa que La Florida del Inca "basta para hacer de usted uno de los mejores prosistas del siglo de Oro"
- El señor Mario Vargas Llosa, siempre tan atento con sus paisanos.

Les he dicho a los míos que me voy a permitir la licencia de visitar la casa del Inca Garcilaso y que vamos a descansar una tarde de andar persiguiendo el fantasma del Gran Capitán por el castillo de Montilla. Están de acuerdo con esa parada, sobre todo, porque saben que el inca es persona curiosa en su historia, amena en la charla, vigorosa en sus gestos y de talento sin igual.

- Fijaos, cuáles son las preguntas que resuelven la concepción del mundo y de sus formas- nos explica mientras fuma tabaco recién traído de Oyotún:

Habiendo de tratar el Nuevo Mundo, o de la mejor y más principal parte suya que son los reinos y provincias del imperio llamado Perú, de cuyas antiguallas y origen de sus reyes pretendemos escribir, parece que fuera justo, conforme a la común costumbre de los escritores, tratar aquí, al principio, si el mundo es uno sólo o hay muchos mundos. Si es llano o redondo y si también lo es el cielo, redondo o llano. si es habitable toda la Tierra o no más que las zonas templadas. Si hay paso de una templada a la otra. Si hay antípodas y cuáles son de cuales. Y otras cosas semejantes que los antiguos filósofos muy larga y curiosamente trataron.

El inca Garcilaso de la Vega nos contó que sirvió a las órdenes de don Juan de Austria en las campañas de las Alpujarras y es famosa su religiosidad y su conducta en todo Córdoba, ahora anda apadrinando niños que necesitan auxilio; en la parroquia de Santiago de Montilla aparece en 113 registros bautismales. 
-Será la sangre inca- dice uno de los míos.
- Será la sangre española- dice otro.
- ¿Será el ser una buena persona sin necesidad de sangre alguna? -apostilla con una interrogación el último que quedaba por hablar.

Decían los indios que nunca hicieron delito que mereciese castigo público ni ejemplar, porque la doctrina de sus padres y el ejemplo de sus mayores -y la voz común que eran hijos del sol, nacidos para enseñar y hacer el bien a los demás-, los tenía tan refrenados y ajustados que más eran dechado de la república que escándalo de ella.

Yo creo que el futuro es suyo, señor Gómez Suárez de Figueroa, inca Garcilaso de la Vega; porque sólo el mestizaje puede ya redimir a la Humanidad, ya que sólo el mestizaje puede hacer iguales a los hombres; pues ni la solidaridad, ni la concordia, ni el amor, ni la fraternidad, ni la libertad, ni la cultura, lo han conseguido hasta ahora; sólo nos queda como último recurso de paz el mestizaje:


En una destruida calle de Mostar, el viejo Hassim hablaba de que un par de años antes convivían, como hermanos, ortodoxos serbobosnios, católicos bosnio-croatas y musulmanes bosniacos en perfecta armonia y que la cultura en Sarajevo flotaba en el aire, contaba gesticulando con las manos; Las tres culturas compartían su espacio y su vida; casi todo el mundo entendía de música y sabía tocar el piano en Sarajevo, y lo decía con sus ojos entornados por la extrañeza de todo cuanto estaba pasando. Al día siguiente de estallar la guerra andaban cortándose las manos de pianista unos a otros. Esa semana me dio por escribir un relato al que titulé: Nunca te fies de un pianista. Pensé que la convivencia de las tres culturas en Toledo nunca existió.

En Beirut, un viejo cristiano, que combatió en la guerra civil de los años ochenta, explicaba orgulloso que El Líbano era una república increíble, crisol de sociedades, creencias e ideologías, con 17 religiones diferentes, país de acogida y de emigración. Le recomendé un viaje al sur del río Litani, o una visita a  Burch al Barachne y no quise recordarle Sabra y Chatila. Pensé que la convivencia de las tres culturas en Toledo sólo fue un sueño.

En Mali, donde el color es el dueño del cielo y la tierra y las mujeres se adornan con él, conviven tuaregs musulmanes, animitas, cristianos, y los más antiguos legajos que se salvaron de la intolerancia en lo que luego se llamó España. Todo apariencia, al final, siempre suenan las armas.

En Kosovo..., en Afganistán, en Irak..., en Siria...., sunitas, chiítas, alauitas, yazidíes; si ni la solidaridad, ni la concordia, ni el amor, ni la fraternidad, ni la libertad, ni la cultura, lo han conseguido; sólo nos queda como último recurso el mestizaje.

Por eso yo te veo como un gigante, Inca Garcilaso, no sólo porque fueras el más grande prosista del siglo de Oro español; sino porque sólo tú has sido capaz de escribir que una de las cosas más grandes que ocurrieron en América fue la llegada de los españoles y de los negros, (muchos lectores ahora se echarán las manos a la cabeza), sólo tú, descendiente del mismísimo Manco Cápac, el primer Inca, has dicho la verdad:

Lo mejor de lo que ha pasado a Indias se nos olvidaba, que son los españoles y los negros que después acá han llevado por esclavos para servirse de ellos, que tampoco los había antes en aquella mi tierra. De estas dos naciones se han hecho allá otras, mezcladas de todas maneras y para las diferenciar les llaman por diversos nombres para entenderse por ellos.

Cierto Inca, lo mejor y más granado de América lleva todas las sangres, lo más sobresaliente y lo que hará grande a América es ese infinito mestizaje que les entregó el pasado para conquistar el futuro, sin que los ciegos todavía se hayan dado cuenta.

El Inca sigue fumando y nos invita a pasar la noche en su casa en la calle Capitán Alonso de Vargas, lugar al que llegué porque me enviaron a buscar a don Gonzalo Fernández de Córdoba, uno de nuestros más ilustres soldados, me acompañaban tres de los míos y el escritor José Calvo Poyato, que sabe mucho de capitanes.

Y puesto estamos en la puerta de este gran laberinto, será bien pasemos adelante a dar noticia de lo que en él había...