lunes, 5 de octubre de 2020

A MARGARITA MANSO, MUERTO DE AMOR

La primera vez que vi el nombre de Margarita Manso, mientras preparaba un viaje a Sevilla para celebrar a mi manera, y póstumamente, el centenario de Góngora, fue en un ejemplar usado del Romancero Gitano que compré en el Rastro hace muchos años: Muerto de Amor, a Margarita Manso.

Todas las dedicatorias me intrigan porque siempre juego a adivinar las ocultas razones que impulsan a un escritor a dedicar una obra; por ejemplo, Borges dedica El Aleph a Estela Canto sumido en su abandono y dándola por muerta, como a Beatriz Viterbo, en una metáfora infinita.

Así que me dije: "Federico sabe mejor que nadie quién es Margarita Manso", porque vio cómo en sus ojos sin querer relumbraban cuatro faroles. Y posiblemente, sea ese amor muerto o frustrado o de trágico destino que todos llevamos dentro el que le hizo anotar su nombre de esa manera.

Para empezar a buscarla me hice con la biografía lorquiana de Ian Gibson, un imprescindible en el universo español del siglo pasado; y luego, con las cartas de Dalí y las entrevistas del maestro de Cadaqués; y en todos aquellos escritos en los que las sinsombrero, encabezadas por Maruja Mallo podían informarme. Con Maruja Mallo, una artista más grande que su nombre, todavía hay muchas cuentas pendientes, más allá de que Alberti, Neruda, Miguel Hernández o el hombre más guapo que había conocido y que se lo birló Federico, Emilio Aladrén, hubieran terminado en sus brazos.

Así que no tuve más remedio que perseguir a Margarita Manso, muerto de amor, en sus años de estudiante de pintura en la Real Academia de Bellas Artes de Madrid haciendo de la vida locura y del arte vida con Dalí, Maruja Mallo, Federico y con su amor, Alfonso Ponce de León... quitándose los sombreros en la Puerta del Sol en un acto de rebeldía mientras les lanzaban piedras, por ligeras, como si se hubieran desnudado con la mente y con las manos; o vistiéndose de hombres para entrar en lugares sagrados, prohibidos entonces a las mujeres, cerca de enhiestos surtidores de sombra y sueño.

Como Dalí, Margarita se avino al amor de gacelas prohibidas en una habitación de la Residencia de Estudiantes con Lorca, que soñaba mientras ella lo llenaba de suspiros, cuando la noche llamaba temblando al cristal de los balcones, en un encuentro que lo grabaría a fuego el poeta de Granada y Margarita en su memoria, finalmente de oscura y sombra vestida, arrebatada por la serpiente venenosa de la guerra. Aquella noche, con Dalí mirando, Federico y ella forjaron el sueño de toda una nación. Allí quedaron sus almas para siempre, perseguidas por los mil perros que todavía no las conocen.

¿Qué pasó con Margarita Manso?, me pregunté. ¿Qué pasó con la luz cultural, la libertad, la alegría y la vida de la más hermosa pintora, artista y musa de la generación del 27? Margarita Manso se convirtió en su metáfora, cuando Federico escribió en su Romancero: a Margarita Manso, Muerto de Amor.

Margarita se enamoró como una loca de un compañero que estudiaba con ella en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, el hombre más guapo que vieron sus ojos, Alfonso Ponce de León, un galán de cine y pintor, que la convirtió en su musa. Alfonso era muy amigo de Federico y trabajó con él, pintando los decorados de la compañía de teatro La Barraca para llevar los clásicos al mundo rural.

Alfonso Ponce de León pertenecía a Falange. En agosto de 1936 mataron a Federico en Granada. Parte de la piel de Margarita se erizó, como aquella tarde en la desnudez de la Residencia, por los disparos.

Ella y Alfonso permanecieron en Madrid, se casaron, eran jóvenes, pintores de la luna, y se amaban con locura. Pero una tarde de septiembre de 1936 cuando venían del trabajo e iban a entrar en su casa, un grupo de anarquistas los estaban esperando y se llevaron a Alfonso, su amor, a una de las checas republicanas. Era 29 de septiembre, de madrugada, cuando fue asesinado en la carretera de Vicálvaro. Tristes mujeres del valle bajaban su sangre de hombre, tranquila de flor cortada y amarga de muslo joven. A los dos días también fueron asesinados los dos hermanos de Alfonso y su padre.

Con el asesinato de Alfonso, Margarita Manso dejó de ser libre; y a partir de aquella tarde ni tan siquiera soñó que fue capaz de quitarse ante todos el sombrero y de desnudarse delante de Federico.

A partir de ahí, hay otra vida, hay otra historia que ni tan siquiera ella, la mujer libre, la sinsombrero de la Puerta del Sol, se atrevió a contar, cuando el mar de los juramentos resonaba no sé dónde.

Margarita Manso, musa de Alfonso Ponce de León
Si van por el museo Reina Sofía podrán ver el cuadro de Alfonso Ponce de León titulado El Accidente


Cuadro Antro de Fósiles - Maruja Mallo y Margarita Manso
A veces pienso que Margarita Manso no existió; y me llena de tristeza.

¡Vaya foto bonita de la Generación del 27!


En la Residencia de Estudiantes, nada será como hace cien años

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