domingo, 22 de octubre de 2023

SOLDADITO ESPAÑOL, UNA HISTORIA SEMÁNTICA

Cuando a Ramón María del Valle Inclán le preguntaron acerca de las medidas que había que tomar para arreglar la eterna crisis que atravesaba el teatro contestó, sin dudar, que lo primero que había que hacer era fusilar a los hermanos Álvarez Quintero.

Estas son unas palabras dichas en el Archivo Militar de Ávila, con motivo de la presentación del libro El soldado español del escritor Fernando Martínez Laínez.

Yo, a veces, siento la necesidad de contestar con la misma respuesta, (no refiriéndome a los Álvarez Quintero, claro), cuando me pregunto acerca del cambio semántico producido en la palabra Soldado desde aquellos temibles soldados de los Tercios hasta ese pobre soldadito español, abandonado a su suerte en África, según tantos periodistas y escritores de principios del siglo XX, y que caló tanto en la sociedad, dejando para siempre la palabra soldado (soldadito) con un significado poco guerrero. Eso, que yo sepa, sólo ha ocurrido en España.

Es más, cuando se pretende cambiar esa situación para darle un empaque guerrero a los soldados se siente la necesidad de crear otras palabras cuya semántica es conocida y más favorable, sustituyendo el término general de soldado por esas específicas que parece que dan más lustre a la persona. Llamémosle legionario, llamémosle artillero, llamémosle paraca, llamémosle jinete, llamémosle regular, llamémosle guerrillero; pero no soldado. Lo que empezaron los periodistas y escritores, Carmen del Burgo, Alarcón, Galdós o Unamuno tras los desastres del Rif caló como una inscripción en el mármol, pues casi todos estaban contra esa guerra africana, y tener a los poetas en contra es tener al futuro en contra; pues sabemos que sólo los poetas escriben sobre mármol.

Cuando ellos, los escritores y artistas, que casi todos eran diputados y, por tanto, políticos comienzan a jugar con el diminutivo; sin duda, esa palabra adquirirá connotaciones negativas, aunque el aspecto denotativo siga invariable. Hay mil ejemplos de eso.

La palabra "Soldado" en España ha tenido una evolución semántica que ha ido desde el temible 'Soldado de los Tercios' hasta el 'Soldadito español, soldadito valiente' de las campañas de África que la hicieron evolucionar hasta tener (casi) un carácter negativo. Eso pasa por jugar con la semántica (incluso con buenas intenciones) por parte de escritores y soldados.

A ver cómo se arregla esto, si ha calado incluso entre los componentes del Ejército que hicieron suyas canciones que basan su atracción sentimental en el uso de estos diminutivos.

Se pueden poner muchos ejemplos de tamaña evolución semántica, pero veamos algunos:

— La canción Soldadito español, soldadito valiente, escrita por el maestro Jacinto Guerrero, el compositor de zarzuelas, revistas musicales y sainetes que la compuso para la revista musical La orgía dorada, estrenada en 1928, obra del dramaturgo Pedro Muñoz Seca (junto con los también escritores Pedro Pérez Fernández y Tomás Borrás), con música del propio maestro Guerrero y de Julián Benlloch. Esa música civil la acoge la sociedad con los brazos abiertos para su diversión, porque a la sociedad le llegaban a través de escritores lo que acontecía en África. Por supuesto, la hace suya el Ejército. y de una revista musical pasa al repertorio de una música militar que la ve como positiva cuando su valor semántico para la palabra soldado y su evolución a soldadito se ha convertido en negativo.

— La canción Banderita que escribe el maestro Francisco Alonso en 1919 para la revista musical Las Corsarias (una historia de mujeres piratas que intentaban capturar hombres ante la sobreabundancia de mujeres solteras) también termina convirtiéndose en una especie de himno, cantado por Celia Gámez, y que tanto la sociedad civil como el Ejército terminan haciendo suyo. Otro diminutivo que tiene éxito y que acabará, como todos los diminutivos con el paso del tiempo, con una evolución semántica negativa, ya ande el soldadito español por la tierra mora o por la tierra africana. Eso jamás se le hubiera ocurrido a Cervantes, Lope de Vega, Alonso de Contreras, Garcilaso, Quevedo o Francisco de Aldana, que escribe por ejemplo: ¡Oh, mano convertida en duro hielo, / turbadora mortal de mi alegría, / pudiste, mano, oscurecer mi día, / turbar mi paz, robar su luz al cielo!

Todas estas canciones y artículos de periódicos, (vean lo que escribe Colombine, por ejemplo, para el Telegrama del Rif), tienen la influencia de los avatares bélicos que se iban viviendo en esos tiempos; las campañas de Marruecos y sus desastres que cuentan los periodistas y escritores como los ven, los sienten o incluso lo utilizan para cambiar el devenir político, llenando de diminutivos a aquellos soldados conscriptos que eran llevados a África. Pero, el problema es que toda su semántica hizo mucha mella en una palabra, la palabra soldado y, luego, llegaron los compositores de zarzuela y revista, que la hacen pasar al imaginario, tanto popular como militar, con más actitud débil que guerrera.


No me extraña que se rehúya en muchos casos de la palabra soldado, incluso Millán Astray, hijo de su tiempo, no tiene más remedio que rehuir de ella y esos soldados de los Tercios que quiere crear terminan convertidos en legionarios, que no admite el diminutivo. Y encima elige una canción de cupletista de cabaret, El novio de la muerte; también sin diminutivos. Un día escribí sobre el olvidado Fidel Prado y su novio de la muerte: https://ejercitotierra.wordpress.com/2021/02/21/el-novio-de-la-muerte-la-eternidad-y-el-azar/. Y es que cuando se elige bien y se trabaja en un único sentido tanto sociedad civil como militar, las palabras viven con otra semántica.

Por eso, cuando a Ramón María del Valle Inclán le preguntaron acerca de las medidas que había que tomar para arreglar la eterna crisis que atravesaba el teatro, contestó sin dudar que lo primero que había que hacer era fusilar a los hermanos Álvarez Quintero. Y yo, que también tengo aires de cupletista, diría lo mismo: «es que en España hubo un tiempo tras los desastres que nos llenamos de artistas que flaco favor hicieron a la semántica». Estoy don don Ramón María del Valle-Inclán.

Mientras no hagamos caso a Valle-Inclán nos sentiremos mejor si nos llaman guerrilleros, legionarios, paracas, jinetesartilleros, intendentes, regular..., antes que soldados. Con lo que eran los temibles soldados de los Tercios. Ya me gustaría ver en estos tiempos a Alonso de Contreras, dando tajos y poniendo en su sitio la palabra soldado.







sábado, 21 de octubre de 2023

LA VERDAD Y LA GUERRA


«Si mientes una vez, puede que no tengas la oportunidad de explicarte nunca más», tuve que decir una vez para zanjar una reunión que iba por caminos no deseados.

He trabajado mucho tiempo en misiones como Oficial de Información Pública (PAO). He conocido periodistas de todos los lugares del mundo. He tenido una cercana amistad con todos. Algunos murieron cumpliendo con su trabajo. He andado por esos caminos de la mano de muchos de ellos. Sin ellos, no había nada.

Cuando alguien me preguntaba cuál era mi trabajo, yo siempre contestaba: «yo estoy aquí para contar la verdad».

— ¿No dicen que la verdad es la primera víctima de una guerra?

— Eso dicen, pero en el momento que haya una mentira, y se sabrá con el tiempo, el valor de nuestra palabra será la nada; todos perderán la confianza y, lo que es peor, perderemos esa batalla de la comunicación en la zona de conflicto que, a la larga, decide. Sin verdad, no hay razón y sin razón, habrá derrota. Pasarán veinte años, pero habrá derrota. Además, yo tendría que cambiar de trabajo.

«Si mientes una vez, puede que no tengas la oportunidad de explicarte nunca más», tuve que decir una vez para zanjar una reunión que iba por caminos no deseados.