Eso creyeron los dioses que, con su absoluto poder, conseguirían doblegar el espíritu inteligente e indomable de Sísifo. Pensaron que una simple condena infinita en un trabajo sin esperanza y agotador lograría que el corazón de Sísifo, tejedor de ardides, y su inteligencia, capaz de engañar a los dioses y descubrir, encadenando a Tánatos los secretos de la inmortalidad, se diluyeran como un azucarillo en el agua, esa bendición del agua que Sísifo prefirió a los rayos celestes.
Sísifo, que como todo hombre fue sabio alguna vez y, alguna vez, bandido; que fue capaz del bien absoluto y del mal despótico durante la vida que vivió; propietario como todo hombre de pecados y bondades; acabó siendo procesado, capturado y encadenado después de que fuera decretada su condena: Su desprecio de los dioses, su odio a la muerte y su apasionamiento por la vida le valieron ese suplicio indecible en el que todo el ser se dedica a no acabar nada. El mismo Hermes ha venido a arrastrarlo hacia el Hades, allí tiene preparada una gran piedra forjada por Titanes y una gran montaña a cuya cima llegará penosamente cada día arrastrando la roca que es su condena; y que volverá a caer, obligando a Sísifo a volver a subirla con la conciencia de que una vez en la cima la piedra caerá de nuevo.
Al final de ese largo esfuerzo, medido por el espacio sin cielo y el tiempo sin profundidad, se alcanza la meta. Sísifo ve entonces cómo la piedra desciende en algunos instantes hacia ese mundo inferior desde el que habrá de volver a subirla hasta las cimas, y baja de nuevo a la llanura.
Terrible condena, ¿verdad?, pero los dioses no han pensado en el camino de vuelta, cuando Sísifo regresa para recoger la enorme piedra. Zeus, Hermes, Tánatos y Ares sólo han pensado en la condena, en el infinito esfuerzo inútil de arrastrar una enorme piedra que vuelve a caer una y otra vez. Sísifo no tiene ninguna esperanza de que la piedra se quede alguna vez en la cima y por fin pueda descansar; pero eso no quiere decir que haya sido derrotado. Sísifo, proletario de los dioses, impotente y rebelde, conoce toda la magnitud de su miserable condición: en ella piensa durante su descenso. La clarividencia que debía constituir su tormento consuma al mismo tiempo su victoria. No hay destino que no se venza con el desprecio. Con el desprecio y la alegría.
Por eso me fui de viaje a Argel, para saludar al único hombre, hijo de una sordomuda que no sabía leer y huérfano de un joven movilizado por la vorágine de la guerra, muerto en la batalla del Marne, que creyó que Sísifo podía vencer el castigo con la alegría: Por lo tanto, si el descenso se hace algunos días con dolor, puede hacerse también con alegría. Esta palabra no está de más. Sigo imaginándome a Sísifo volviendo hacia su roca, y el dolor estaba al comienzo. Cuando las imágenes de la tierra se aferran demasiado fuertemente al recuerdo, cuando el llamamiento de la felicidad se hace demasiado apremiante, sucede que la tristeza surge en el corazón del hombre: es la victoria de la roca, la roca misma. Incluso en el absurdo sin esperanza puede surgir la alegría, por esa rendija que la vida abre en el camino de vuelta.
El obrero actual trabaja durante todos los días de su vida en las mismas tareas y ese destino no es menos absurdo. Pero no es trágico sino en los raros momentos en que se hace consciente. A la vuelta, incluso sin esperanzas, puede hallar la alegría. A Sísifo le han robado las esperanzas, lo han hundido en el absurdo, en un esfuerzo que no terminará nunca, pero es en el descenso, en esos momentos en los que vuelve para recuperar la piedra infinita, donde es capaz de vivir la alegría.
El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre. Hay que imaginarse a Sísifo dichoso, porque en ese camino de vuelta para volver a su condena, a pesar del absurdo que lo rodea, encuentra seres mágicos y bienaventurados momentos.
Então é pensando um paralelo que enaltece a busca pela felicidade nos horários ociosos de custoso trabalho. Observo o trabalho como fundamental para a continuidade d circulação, produção e serviço humano. Vejo como importante uma outra visão envolvendo a felicidade e o trabalho e enaltecendo o uso da liberdade consciente. Acredito na busca por um trabalho que não só proporcione esforço por subsistência, mas no entendimento com as particularidades pessoais e observação do contexto histórico e social entregue, do qual o mercado se insere, elaborando esse diálogo, "achar-se".
ResponderEliminarTalvez já então me distanciando do mundo-contexto teórico do operariado pensado por Marx, mas essencialmente ainda lidando com uma realidade do trabalhador. Provavelmente dito privilegiado(?) já que ponho em evidência o uso da consciência e que nem sempre se há um contexto educacional nem social para permitir um desenvolvimento de menos urgência de sobrevivência.
Inclusive os mitos são uma fonte interessante de reflexões. Acho uma fonte rica de reflexões pensar sobre o que há nas entrelinhas que se produzem com fontes mitológicas.