Llamadme de nuevo Borges. Durante unos meses he sido Norberto; he corrido río abajo y río arriba; me he llenado los ojos de tierra roja y de colores vivos; he conocido gente tan diferente, que alguna vez soñé ser como ellos sólo por intentar ser otro; y ahora he vuelto a casa. Llamadme de nuevo Borges.
Nada más aterrizar ya sabía que Vargas Llosa, ese joven que vino a verme y que debía de trabajar en una inmobiliaria porque se empeñó en que yo debía cambiar de casa, había publicado un nuevo libro, Medio Siglo con Borges; y claro, aunque no me gusta tener mis libros en casa porque quién soy yo para nombrarme y estar con Schopenhauer, no pude evitar la curiosidad. A la mañana siguiente ya lo tenía.
En este nuevo tomo se recogen las entrevistas y artículos escritos para diversas revistas por Vargas Llosa. Me las sabía todas de haberlas leído antes en mi búsqueda por ser el auténtico Pierre Menard, autor de Ficciones; pero tenerlas juntas en un pequeño tomo no viene nunca mal.
Además he vuelto a recordar porqué John Vincent Moon vaciló antes de contestar y si era a él al que le cruzaba la cara una cicatriz rencorosa, benditos adjetivos; y eso que Raimundo Lida, en sus clases de Harvard, recordaba siempre a sus alumnos que los adjetivos se han hecho para no usarlos. Si eso me lo cuenta a mí, que con hipálages infinitas descubrí el universo de las cosas persiguiendo a áridos camellos y a oscuros hombres siempre a la luz de las lámparas estudiosas, no hubiera tenido más remedio que replicarle. Qué razón tenía Josep Pla cuando me dijo que se había pasado la vida buscando epítetos.
Ya sé que el estilo de Borges mata a los imitadores que terminan viviendo sin personalidad propia, y que por eso sé que Borges, al contrario del resto de escritores, no puede tener ninguna escuela que lo siga; pero es que yo no quiero ser imitador de Borges ni escuela que lo fundó, yo quiero ser Borges; y, en todo caso, ser Pierre Menard autor de Ficciones.
Creo que no estoy lejos de conseguirlo, ya digo que poco puede importarme ser o no escritor; trazar unas pocas letras o mil tomos no tiene importancia, incluso no la tiene el recordar las circunstancias de la propia vida. Mi memoria está tan poblada de textos de Borges, como la de Funes con los detalles del cielo, que creo que pronto podré empezar a escribir Ficciones. Unas cuantas páginas, no necesito más. Ni yo, ni todos esos escritores que andan agotando folios encadenados a una infinita trama.
He andado mucho tiempo en la tierra de Ahmadou Hampaté Bá recorriendo sus leyendas, sus caminos, sus epítetos y sus sustantivos; y por un momento pensé que ya no querría volver al barrio de Palermo, ni a mezclarme con cuchilleros llenos de deudas pendientes, ni tendría interés en abrir de nuevo los tomos de la Enciclopaedia Britannica, de cuando las enciclopedias eran todavía libros de lectura. Me equivoqué. He estado libre y salvado de Borges durante más de medio año, es suficiente. Pero ya he vuelto. Llamadme de nuevo Borges.
- Neruda, ¿a quién le daría usted el Premio Nobel?
- ¿Yo?, a Borges.
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