viernes, 26 de junio de 2020

TARIKU

No hay lugar que no esté lleno de leyendas. Algunas están tan cerca que no es necesario excavar porque viven en la superficie de la geografía, otras son tan antiguas que apenas las rescató la palabra escrita; y otras, las infinitas, viven en los versos. Esas últimas te encuentran sin que las busques. Hoy he recibido un nombramiento que no me esperaba: Poeta en Bamako.

No sé cómo, pero alguien me vio buscando versos: Bamako, Koulikoro, Gao, Segou, Sévaré... Para mí, nombres muy poéticos, que esconden muchos versos y leyendas.

Puede que vuelva alguna vez, a llenarme del río Níger que no sólo se ve con los ojos, sino con el alma, un río que da la vida, y a veces la muerte; y es el origen de la luz que se refleja con cada paso que damos por él. Como dicen allí, hay espacios que no pueden olvidarse, porque no hay almas suficientes para llenarlos.

Y todo empezó con la genealogía mítica de Njeddo Dewal, otra cosmogonía del mundo que posiblemente no conoció Hesiodo: Antes de la creación del mundo, antes del comienzo de todas las cosas, no había nada si no un ser. Este ser era un vacío sin nombre y sin límites, pero era un vacío vivo, pero que incubaba en él la suma de todas las existencias posibles.

También tú has trabajado conmigo en cuanto te lo pedí, gracias José Manuel Esteban.




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