domingo, 14 de marzo de 2021

FEDERICO GALLEGO RIPOLL, QUIEN DICE SOMBRA.

 

Hay sonidos que no descansan nunca; algunos nos acompañarán toda la vida, son las voces de nuestros mayores; otros, nos ayudan a crecer y los recordamos u olvidamos al antojo de extrañas mareas que no se rigen por medidos ciclos lunares; pero, hay unos sonidos especiales, unos sonidos que nos elevan del desasosiego a la belleza o del tiempo perdido y recobrado al supurar de las palabras que creemos que son nuestras, pero que ya tienen dueño. Esos últimos son los que nos regalan los poetas. Esos sonidos que no descansan nunca y que de noche oigo en mi cuerpo.

El pasado verano descubrí Las Travesías de Federico, en un devenir furioso que me llevaba de nuevo, casi un año después, al lugar donde vivo rodeado de sonidos marinos; y en la playa de la Jara desnudé Las Travesías, con el rumor del mar, el viento de Poniente fresco y el de Levante árido, un celemín de gatos más silenciosos que espejos, camaleones capaces de leer dos libros de poemas a la vez, y con los dos últimos perros de La Milagrosa que ignoran que son descendientes de aquellos primeros cánidos que se enfrentaron a lagartos y serpientes cuando en La Jara parecía que el mundo acababa de ser creado.

Pero como los pájaros de papel son nerviosos, imprevisibles e inconstantes, acabo de recibir cuatro libros de poemas enviados desde Palma, donde siempre ha vivido la buena literatura. Cuando uno sueña recibir un correo, sueña con telegramas azules que vayan de Sur a Norte o sueña con libros de poemas. No sé porqué, pero por correo sólo he recibido libros de versos. Tal vez será porque los versos tienen unas alas que recibieron en su origen oral y popular que a la novela le faltan.

O tal vez porque solo las palabras escritas sobre verso y ritmo están hechas de viento inmortal, tan diferentes a la prosa, que es más esclava de los calendarios y las geografías, y en algún momento se quedará vieja volando ya con la belleza desapegada siempre alrededor de eternos versos, que son los únicos que saben que nada de nosotros muere; solo nosotros morimos.

Estos sonidos llegan para quedarse, como las flores de plástico en las cunetas, la pobreza en la casa de los obreros dignos y el agua repitiendo nuestro nombre en el fondo de cada pozo. ¡Desengañaos! Estos sonidos sólo los gritan las manos de los poetas.

Esos sonidos siempre me llegan en verano y por correo con las alas que un poeta pende de un sobre azul escrito con letras verdes y dibujos de ángeles vestidos de también de verde, y me dice mientras me llevo su libro de poemas a altas montañas de nieve que esta vida feliz de cada día es otra falacia con la que distraernos; mientras que grabo en mi mente sus versos: "Vuelve a tu continente. No me descubras, no me adoctrines, no me rescates, no me liberes, ni enfangues con la brea de tu falsa justicia mi anhelo de ser pájaro.

Y le digo a Federico que demasiadas veces fui un potro desbocado por la poesía y que me escapé un día a Adén con mis propias Iluminaciones cuando me di cuenta de que el infierno estaba en mí, pero como aprendí con versos que no existe más demonio que el miedo, alejé cualquier pesadilla con un par de libros en la mochila. Nada hay que yo no haya curado con versos. 

Y le digo a Federico que sueño que este verano a la playa de la Jara, junto a las dunas y a la desembocadura que viven llenas de cadáveres sin saberlo, un pájaro viejo como las olas me traiga sostenido por sus leves alas un libro de versos. 

En verano siempre sueño con versos, con ritmo de olas, y vientos de poniente y levante. Porque las palabras construyen un castillo de naipes que es toda la verdad, que es quien sujeta el horizonte, aunque vivamos en el espejismo de que es la mentira quien mueve el mundo. El mundo se conformó en un poema, la naturaleza la vemos a los ojos de los poemas y la sociedad en la que vivimos también está conformada sobre los cimientos de la poesía desde los tiempos de Homero. ¡Desengañaos! 

Incluso cuando me despierto y la veo, construyo mi mundo con poemas deseando que no amanezca, que no levanten las aves la mañana, que no destape la luz este cadáver tibio que es hueco de almohada del amor en huida. Cómo voy a leer yo en verano novelas, si cada verano yo tengo que reconstruir mi mundo, yo solamente puedo leer poemas, Federico.

Federico Gallego Ripoll, gratitud eterna por versos eternos, que irán de Sur a Norte o volando con los vientos de Levante y Poniente por las costas de Palma y de Sanlúcar, porque dice verdad quien dice sombra. Amigo mío.











No hay comentarios:

Publicar un comentario