El pasado verano descubrí Las Travesías de Federico, en un devenir furioso que me llevaba de nuevo, casi un año después, al lugar donde vivo rodeado de sonidos marinos; y en la playa de la Jara desnudé Las Travesías, con el rumor del mar, el viento de Poniente fresco y el de Levante árido, un celemín de gatos más silenciosos que espejos, camaleones capaces de leer dos libros de poemas a la vez, y con los dos últimos perros de La Milagrosa que ignoran que son descendientes de aquellos primeros cánidos que se enfrentaron a lagartos y serpientes cuando en La Jara parecía que el mundo acababa de ser creado.
O tal vez porque solo las palabras escritas sobre verso y ritmo están hechas de viento inmortal, tan diferentes a la prosa, que es más esclava de los calendarios y las geografías, y en algún momento se quedará vieja volando ya con la belleza desapegada siempre alrededor de eternos versos, que son los únicos que saben que nada de nosotros muere; solo nosotros morimos.
Estos sonidos llegan para quedarse, como las flores de plástico en las cunetas, la pobreza en la casa de los obreros dignos y el agua repitiendo nuestro nombre en el fondo de cada pozo. ¡Desengañaos! Estos sonidos sólo los gritan las manos de los poetas.
Esos sonidos siempre me llegan en verano y por correo con las alas que un poeta pende de un sobre azul escrito con letras verdes y dibujos de ángeles vestidos de también de verde, y me dice mientras me llevo su libro de poemas a altas montañas de nieve que esta vida feliz de cada día es otra falacia con la que distraernos; mientras que grabo en mi mente sus versos: "Vuelve a tu continente. No me descubras, no me adoctrines, no me rescates, no me liberes, ni enfangues con la brea de tu falsa justicia mi anhelo de ser pájaro.
Y le digo a Federico que sueño que este verano a la playa de la Jara, junto a las dunas y a la desembocadura que viven llenas de cadáveres sin saberlo, un pájaro viejo como las olas me traiga sostenido por sus leves alas un libro de versos.
En verano siempre sueño con versos, con ritmo de olas, y vientos de poniente y levante. Porque las palabras construyen un castillo de naipes que es toda la verdad, que es quien sujeta el horizonte, aunque vivamos en el espejismo de que es la mentira quien mueve el mundo. El mundo se conformó en un poema, la naturaleza la vemos a los ojos de los poemas y la sociedad en la que vivimos también está conformada sobre los cimientos de la poesía desde los tiempos de Homero. ¡Desengañaos!
Federico Gallego Ripoll, gratitud eterna por versos eternos, que irán de Sur a Norte o volando con los vientos de Levante y Poniente por las costas de Palma y de Sanlúcar, porque dice verdad quien dice sombra. Amigo mío.
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