Me
he acercado a la Residencia de Señoritas de la calle Fortuny; y de allí me
he ido a la residencia de Estudiantes en la Colina de los Chopos. Sin más
intención que visitar la exposición Mujeres en Vanguardia.
Mi
casa era una casa de mujeres, y uno, que se ha criado con tantas hermanas que
lo superaban siempre en todo, no deja de preguntarse, extrapolando su experiencia
al mundo que lo rodea: ¿qué es lo que ha hecho desde el principio de los
tiempos que las mujeres hayan terminado siendo tan invisibles para la historia,
salvo aquellas que jugaron con su belleza y su inteligencia para las relaciones
personales?
Mi
profesor de Lenguas Clásicas no cejaba en su empeño por demostrar que los
atreidas y su principal portavoz, Homero, decidieron, tras las primeras
conquistas indoeuropeas en la península griega, donde se encontraron una
sociedad minoica totalmente matriarcal, construir una nueva sociedad machista y
misógina que acabara con la civilización que conquistaban; y ponía como ejemplos a Helena, a Penélope o a Andrómaca… No cabe
duda de que esa nueva Grecia Clásica de la que todos descendemos hizo mucho por
pintar a la mujer de esa manera, encerrándola bajo arresto domiciliario durante
demasiado tiempo. Y no hay ninguna creencia que no haya recogido ese testigo.
He
encontrado este ejemplo muy explicativo de Jenofonte (siglo IV A.C.), en un
trabajo sobre Maruja Mallo de Rosa María Ballesteros:
Los
dioses han creado a la mujer
para
las funciones de dentro, al hombre para
todas
las demás. Los dioses la ha colocado en
el
interior porque soporta menos bien el frío, el
calor
y la guerra. Para las mujeres es honesto
el
permanecer en casa y deshonesto el salir
fuera;
para los hombres sería vergonzoso el
quedarse
encerrado en su casa y no ocuparse
de
lo que ocurre fuera.
Y
esto es así porque lo dice él. A ver si mi profesor de Clásicas va a tener
razón, y los hombres atreidas buscaron, y lograron por medio del arte, un
territorio hostil para la mujer; una zona de combate en la que no hay apoyo
logístico posible, un lugar tenebroso en el que no se espera ayuda táctica
alguna y que únicamente te permite sobrevivir encerrada.
Preparaos,
porque a partir de ahora no daremos ni un paso atrás y no va a quedar tierra sin
hollar, aventura sin vivir ni libros sin leer.
Las
mujeres que han sobresalido hasta ahora lo hicieron a espaldas de la sociedad, retiradas,
escondidas; unas buscaron su refugio en Dios, como Sor Juana Inés de la cruz o
Santa Teresa de Jesús; otras, como Emily Dickinson, en la fortuna de su padre y su pasión por los
versos, encerrada en esa habitación propia; las Brönte se escondieron en los
funestos páramos, en un padre dominante y en la tuberculosis, que tantos buenos
escritores ha dado. Ninguna de ellas lo hizo ayudada por la sociedad. O tenías
una renta y una habitación propias, como escribió mi adorada Virginia Wolf o te
ibas al carajo. Así de simple.
¿Hay
algo más injusto que eso? No poder estudiar con el mismo derecho que el varón,
no poder realizar cualquier trabajo, no poder poner una casa a tu nombre, no
poder votar.
Así
que hoy he decidido ir a conocer a las Mujeres de Vanguardia.
Yo
siempre tuve celos de Alberti porque recibió los amores de Maruja Mallo;
pintora, poetisa, mujer divertida que supo vivir su libertad, y de entre todos los
ángeles El Ángel Falso, dime por qué las lluvias pudren las horas
y las maderas. Aclárame esta duda que tengo sobre los paisajes. Despiértame.
Luego
supe de sus noches con Miguel, cuando éste andaba subiendo a los árboles del
Puente de Segovia, como un titán de la selva, mientras Neruda lo aclamaba como
la nueva tempestad que traía el calor de las cabras.
Y
lamenté mucho, cuando vi su obra por primera vez, que sólo la conociéramos por
esos hombres de la generación del 27 con los que frecuentaba sus días; y con
algunos, sus noches. Rafael Alberti, Miguel Hernández, Picasso, Dalí, Buñuel,
Federico García Lorca, Ortega y Gasset, Machado, Unamuno o Ramón Gómez de la
Serna.
Hubo una Residencia de Estudiantes, en la colina de los chopos, durante los años 20,
inmensa; pero también hubo una Residencia de Señoritas, colosal, con mujeres
que brillaron en todas las artes y las ciencias, que compartieron horas con
Madame Curie o con las mujeres del Instituto Internacional, con las que se
produjo un fructífero intercambio, las famosas bostonianas.
Me
he acercado a verlas a la Residencia de Estudiantes. Allí están Matilde Huici,
gran especialista en Derecho o Victoria Kent. He saludado a las pedagogas Juana
Moreno, María Comas Camps, Carmen Castilla Margarita de Mayo, Carmen Isern. Me
han dedicado alguna sonrisa María Goyri, Zenobia Camprudí, Josefina Carabias,
Maruja Mallo y María Zambrano. Y así, las ruinas nos darían el punto de
identidad entre el vivir personal —entre la personal historia— y la historia.
De las
30 mujeres que había inicialmente en la Residencia se ampliaron las plazas a
300. Allí se estudiaban todas las ciencias y artes, siguiendo el concepto de la
Institución Libre de Enseñanza de que cualquier actividad humana es susceptible
de convertirse en una carrera y una profesión que ensanche el alma de los
hombres y las mujeres. Pensaban que, por ejemplo, si alguien es bueno en
cerámica debe existir una carrera de cerámica. Yo, también.
La
Residencia de Señoritas fue creada en 1915 bajo la dirección de María de
Maeztu. Esta institución fue pionera en fomentar el acceso de las mujeres a los
estudios superiores. María de Maeztu fue el alma de la Residencia, fue la voz,
el cuerpo, el pensamiento y sobre todo la fuerza. Sin ella nada hubiese sido
posible. Ha sido y es el único ideal de mi vida, crear en el viejo solar
de nuestra tierra un hogar para las mujeres estudiantes de España, donde
encuentren cubiertas, de una manera adecuada, no sólo las necesidades
materiales, sino lo que vale más aún, al ambiente espiritual y la disciplina
moral que hacen posible una vida noble y digna.
Y
hay que gritar su nombre, María de Maeztu, no sólo con esa pequeña placa que veo cada día en la
calle Miguel Ángel, esquina Martínez Campos. En el año 1936, cuando empezó la
guerra, presentó su dimisión y partió para el exilio. Su hermano, el escritor
Ramiro de Maeztu, fue asesinado ese verano durante las sacas que se produjeron
en Madrid.
María
de Maeztu, Matilde Huici, Victoria Kent, Juana Moreno, María Comas Camps,
Carmen Castilla Margarita de Mayo, Carmen Isern, María Goyri, Zenobia Camprubí,
Josefina Carabias, María Zambrano, Maruja Mallo…
Ya
es hora que se acabe el tiempo de las mujeres invisibles. Y no creo que sea
necesario para ello asesinar a Homero, a Platón, a Aristóteles, o a Jenofonte.
"Maruja Mallo, entre Verbena y Espantajo toda la belleza del mundo cabe dentro del ojo, sus cuadros son los que he visto pintados con más imaginación, emoción y sensualidad."
Federico García Lorca
Gracias, Norberto. Siempre eliges textos que me interesan mucho, como éste.
ResponderEliminarGracias a ti, por leer estas letras. Sobre todo porque quien lee corresponde con más benevolencia que quien escribe. Este es un simple blog y nunca pienso ni dedico nada a quien pueda leerlo, simplemente escribo lo que me apetece sin pensar en los lectores.
EliminarYo sólo puedo expresarte mi gratitud, pues mi actitud en este humilde blog es egoísta y la tuya es generosa.
Me ha encantado esta nueva entrada al blog, tanto que ha desaparecido mi fatiga en un instante.Ya conocía la histórica Residencia de Señoritas por Almudena de Maeztu.
ResponderEliminarMi enhorabuena por tus letras!!
Gracias por leer estas letras, María José. Este blog sólo trata de dar un pequeño paseo por la Literatura, y no deja de sorprenderme la situación de la mujer dentro de ella. Afortunadamente, las cosas parece que están cambiando, y vuestras voces empiezan a volar por todos los lugares. Es de justicia, y para ello hicieron falta esas Mujeres en Vanguardia.
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