La eternidad sólo se lleva al amor
porque el amor es como la eternidad.
Khalil Gibran
Hago recuento de lo que tengo:
muchos años en construir
a veces, con pasos apresurados,
a veces, lentos.
Hechas con tristezas y alegrías sus paredes;
y algún beso.
a la vera de un río.
Todavía la tengo,
porque la madera estaba urdida
en el que navegué con mi padre
en noches de tormenta y oleaje.
Con él, una tarde de guerra atraqué en Haifa,
Y tengo una camisa
que en un viejo hotel de Praga
me arrancaron a besos.
le regalé a una anciana,
Ella pensó que le había regalado un lucero.
que me llevó hasta una Trípoli
llena de odio y fuego,
donde he de reconocer que pasé miedo.
donde apareció, como por encanto,
con forma de niño y nombre de pájaro
la lluvia que me trajo mis deseos.
Y cuando muera me llevaré conmigo
mi casa, mi silla, mi barco, mi camisa,
mi mechero, mi mapa y mi calle de Chengdú.
Que eso es todo lo que tengo.
¡Qué no daría yo por haber visto el cielo de Sichuan y el palacio de la luna un mes de marzo de hace muchos años!
¡Qué no daría yo por haber visitado contigo más de veinte países y perderme entre un acelerador de partículas y la biblioteca de París!
¡Qué no daría yo por tener contigo una foto en la tumba de Borges en Ginebra y en el paseo de los filósofos en Heidelberg!
¡Qué no daría yo por aprender a montar en bicicleta por los campos de Toledo contigo!
¡Qué no daría yo por sentarme a escuchar contigo a los monos aulladores en Tortuguero!
Y qué no daría yo...
¡Ah, que todo eso lo he vivido, gracias a ti, mi príncipe de Sichuan! La alegría, salvo extraños casos, pasa muy pocas veces por delante y nosotros, Jorge, Inma, la agarramos aquella vez que pasó por delante de nosotros.
Feliz día para ti, también.
¡Y qué no daría yo, porque hubieras tenido la oportunidad de conocer bien a Steersman, mi padre! Pero no siempre lo mejor fue posible. Ya te cuento yo.
Ya les he contado lo que tengo y qué no daría yo. Ahora voy a contarles de donde vengo. No, no, yo no; mejor que lo cuente Borges, porque yo hablaría sólo de mí, y él es capaz de decirnos de dónde venimos todos, ustedes incluidos. Como un mago, desafía ese pasado que fue capaz de traernos justo a este lugar en el que ahora nos encontramos y para lo cual fue necesario un ancho espacio y un largo tiempo:
Los ponientes y las generaciones
Los días y ninguno fue el primero.
La frescura del agua en la garganta
de Adán. El ordenado Paraíso.
El ojo descifrando la tiniebla.
El amor de los lobos en el alba.
La palabra. El hexámetro. El espejo.
La Torre de Babel y la soberbia.
La luna que miraban los caldeos.
Las arenas innúmeras del Ganges.
Chuang-Tzu y la mariposa que lo sueña.
Las manzanas de oro de las islas.
Los pasos del errante laberinto.
El infinito lienzo de Penélope.
El tiempo circular de los estoicos.
La moneda en la boca del que ha muerto.
El peso de la espada en la balanza.
Cada gota de agua en la clepsidra.
Las águilas, los fastos, las legiones.
César en la mañana de Farsalia.
La sombra de las cruces en la tierra.
El ajedrez y el álgebra del persa.
Los rastros de las largas migraciones.
La conquista de reinos por la espada.
La brújula incesante. El mar abierto.
El eco del reloj en la memoria.
El rey ajusticiado por el hacha.
El polvo incalculable que fue ejércitos.
La voz del ruiseñor en Dinamarca.
La escrupulosa línea del calígrafo.
El rostro del suicida en el espejo.
El naipe del tahúr. El oro ávido.
Las formas de la nube en el desierto.
Cada arabesco del calidoscopio.
Cada remordimiento y cada lágrima.
de Adán. El ordenado Paraíso.
El ojo descifrando la tiniebla.
El amor de los lobos en el alba.
La palabra. El hexámetro. El espejo.
La Torre de Babel y la soberbia.
La luna que miraban los caldeos.
Las arenas innúmeras del Ganges.
Chuang-Tzu y la mariposa que lo sueña.
Las manzanas de oro de las islas.
Los pasos del errante laberinto.
El infinito lienzo de Penélope.
El tiempo circular de los estoicos.
La moneda en la boca del que ha muerto.
El peso de la espada en la balanza.
Cada gota de agua en la clepsidra.
Las águilas, los fastos, las legiones.
César en la mañana de Farsalia.
La sombra de las cruces en la tierra.
El ajedrez y el álgebra del persa.
Los rastros de las largas migraciones.
La conquista de reinos por la espada.
La brújula incesante. El mar abierto.
El eco del reloj en la memoria.
El rey ajusticiado por el hacha.
El polvo incalculable que fue ejércitos.
La voz del ruiseñor en Dinamarca.
La escrupulosa línea del calígrafo.
El rostro del suicida en el espejo.
El naipe del tahúr. El oro ávido.
Las formas de la nube en el desierto.
Cada arabesco del calidoscopio.
Cada remordimiento y cada lágrima.
Se precisaron todas esas cosas
para que nuestras manos se encontraran.
para que nuestras manos se encontraran.
Todos somos Hijos de Homero, como me enseñó el profesor Souviron.
Todos somos hijos, aunque no hayamos leído ni una de sus líneas, de la Biblia, del Corán y del Talmud, libros que he tenido la suerte de abrazar en algún momento de mi vida.
Todos hemos bebido de las aguas del Ganges, a Adheesh le doy las gracias por haberme permitido acompañarle a rezar en Hindi.
Todos descendemos del Paraíso y merecimos el castigo tras el intento de llegar al cielo ascendiendo por la torre de Babel.
Todos hemos apuñalado a César, combatimos a Roma o fuimos legionarios.
Todos hemos estado en Troya defendiendo el honor de Agamenón.
Todos hemos hablado alguna vez en griego, en latín o en árabe.
Todos descendemos de esas monarquías de sajones creadas por un actor inglés.
Todos hemos andado en las Termópilas luchando contra los persas; o hemos sido persas nada más abrir las puertas de Babilonia.
Todos hemos acompañado a Alejandro el Grande más allá del río Oxus para alcanzar de nuevo, acaso sin saber que ya estuvimos allí, las orillas del Ganges.
Todos hemos amado a Ana Karenina y a Emma Bovary.
Todos hemos luchado con Tolstoi contra las águilas del Emperador en las heladas estepas rusas.
Todos hemos habitado el Pabellón Rojo y hemos cargado infinitas piedras para dar forma a esa gran muralla sin fin.
Todos hemos nacido alguna vez en África donde Adán dio sus primeros pasos.
Todos....
Ya sabes de donde vengo.
Encantador poema, una maravilla. Lo publicado de Borges una joya. Es extraordinario tu blog, tus publicaciones están realizadas con mucho sentimiento, es un placer leerte. Saludos.
ResponderEliminarEs más emoción que poesía. La poesía se fragua en frío. Mira si no la diferencia entre el poema de Borges y lo que yo he escrito. Poesía, por un lado; simple emoción por otro.
EliminarBueno, ha sido ese don que no ha querido darme el cielo.
Como te escribí en tu bonito blog:
"De la vida callada de las plantas aprendo olvido..."
Ricardo Molina
¡Qué poema más bonito!Una entrada que va desde el corazón y llega a las Termópilas,paseándonos por ese maravilloso poema de Borges.
ResponderEliminarEscrbe Félix Grande:
Eliminar"Donde fuiste feliz alguna vez
no debieras volver jamás: el tiempo
habrá hecho sus destrozos,
levantado su muro fronterizo
contra el que la ilusión chocará estupefacta"
Yo creo lo contrario; si fuiste feliz de verdad en aquella tierra volverás a serlo siempre. El recuerdo de la memoria puede ser tan real como el presente. Y eso hay que aprovecharlo.
Por cierto, esos primeros versos se lo escuché a Joaquín Sabina en su canción Peces de Ciudad. Es que Sabina sabe donde está la poesía de la buena.
Gracias por estar siempre ahí. No digo el número de años porque son muchos, pero nunca demasiados.