domingo, 24 de junio de 2018

EZRA POUND, CANTOS CONTRA LA USURA EN LA MALDITA EXISTENCIA


Todo banco de descuento es absoluta corrupción,
gravar al público en provecho de particulares eso es un banco,
y si yo digo esto en mi testamento,
el pueblo norteamericano dirá que morí loco.

Elegir, en el siglo pasado, tener como feroz enemigo al capitalismo porque tu sueño económico es el crédito social que libre de la usura al alma de las personas, mientras pasan por delante de tu casa las camisas negras del Duce prometiendo eliminar la útiles operaciones del comercio, es condenarte a la locura, sobre todo si no quieres ser inmediatamente fusilado, siendo norteamericano, por traición a la patria.

La usura asesina al niño en las entrañas,
impide amar al joven,
trae sequedad al lecho,
y yace entre la joven y su marido.

Esa usura, capaz de convertir cada sentimiento en un frío contrato, cada beso en una prostitución del cariño, cada familia en un tétrico negocio dado a la suma, devaluaciones y apreciaciones del patrimonio común. Con usura no elige el amor, te lo juro, elige el insensible balance de pérdidas y ganancias. Te lo juro, Cortázar, con usura lo que la gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen te lo juro, las he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio.

Optar a ser el autor del mayor poema anticapitalista jamás escrito, ¿verdad, Gelman?, anclado a las vanas promesas del Duce, ¡vaya contradicción!, es condenarte a pasar casi un año en una jaula a la intemperie, sin techar, en Pisa, traduciendo el único libro que te permiten tener, un volumen del Dá Xué y el Zhōng Yōng de Confucio. Aunque tienes suerte y clavado en la pared, en las letrinas, para limpiar los restos de los excrementos que se adhieren al cuerpo tras defecar, encuentras un volumen de poesía clásica inglesa a la que le faltan muchas hojas. Unos libros van a la hoguera y otros a las letrinas como papel para limpiarse, los dos grandes destinos del libro a lo largo de la Historia.

Con usura no tiene el hombre una casa de buena piedra,
con usura no hay paraíso pintado para el hombre en los muros de su iglesia,
con usura no se pinta un cuadro para que perdure o para tenerlo en casa, sino para venderlo pronto.

La casa, el único bien absolutamente necesario para el cuerpo; el arte, el único bien necesario para la vida; y el mensaje, la palabra para el alma; prostituidos por la usura. Eso tienen los grandes poetas, incluso los malditos por su adhesión política, que pintan la tierra con tres versos, que duran siempre.

Con usura el tallador es apartado de la piedra,
el tejedor es apartado del telar,
con usura no llega la lana al mercado,
no vale nada la oveja con usura.

Hoy en día, nadie llega a tiempo para conocer a Ezra Pound, sólo lo consiguieron aquellos artistas que vivieron de su generosidad en su casa en Kesington, porque se convirtió en el mecenas más pobre que un artista puede tener, pero el más brillante y  desprendido. Atacó La Tierra Baldía con tajos de artista y Elliot tuvo que reconocer que sus cambios realzaron el arte que llevaban dentro; James Joyce publicó su gigantesca obra de su mano. Robert Frost lo adoró como artista, y Auden supo que no habría un poeta que pudiera decir que cualquier verso escrito después Ezra Pound no tenían ninguna influencia suya.

Pietro Lombardo no vino por usura,
Duccio no vino por usura,
ni Pier della Francesca; no por usura Zuan Bellini
ni se pintó “La Calunnia”.

No vino por usura Angélico; no vino Ambrogio Praedis,
no hubo iglesia de piedra firmada con el Adamo me fecit.
No por usura tenemos St. Trophime,
no por usura tenemos St. Hilaire.

Yo llegué a conocerlo muy tarde porque esas cortas biografías de las arduas enciclopedias que habitaban las estanterías de casa de mis padres no se ahorraron ni un epíteto ni un sustantivo en su descripción como fascista y amante de Mussolini hasta el exceso. Así que lo borré de mi lista de autores por leer, hasta que me lo recomendaron Elliot y William Butler Yeats. Eso es lo que tiene la poesía, que siempre llega en brazos del arte, incluso tomándose su tiempo, y separándose de la vida e ideología de su autor. Incluso Homero es grande, a pesar de su dolorosísimo ataque social a la mujer, su inextinguible defensa de la esclavitud y su afán por engrandecer a los señores de la guerra que llevaron el fuego a la eterna Troya.

Ellos trajeron putas al templo de Eleusis
y sientan al banquete los cadáveres
a instancias de la usura.

Un año en una jaula a la intemperie, prisión en Génova, doce años de manicomio en el hospital de Saint Elizabeth en un cuartucho de dos por dos, sin salir de él; autor de los Cantos Pisanos, premio del Congreso de los Estados Unidos al mejor libro de poemas escritos ese año, ¡vaya contrariedad! El acusado de 60 años de edad, fue un estudiante precoz y se especializó en literatura. Ha estado en exilio voluntario por casi 40 años; en Inglaterra y Francia y durante los últimos 21 años en Italia llevando una vida insegura de escritor de poesía y crítica. Su poesía y su crítica han tenido un reconocimiento considerable, pero durante los últimos años su preocupación por teorías monetarias y económicas ha obstruido su producción literaria. Excéntrico, descontento y egocéntrico insiste en que su radiodifusión por radio Roma no fueron traición a la patria de EEUU, y dijo que todas sus actividades radiofónicas obedecían a la  misión impuesta por él mismo de salvar a la constitución americana.

Ezra, no soy quién para dar consejos; pero mi recomendación para los grandes poetas, los que son gigantes de verdad como tú, es enclaustrase en la torre de marfil y olvidarse del mundo, de la economía y de los factores de producción; los pequeños poetas pueden dedicarse a la política, a las tertulias vanas, a la televisión y a la radio. Porque si no, te declararán loco, o en el peor de los casos te fusilarán en el primer barranco que encuentren; porque sólo tú y yo sabemos que la usura separa a los amantes en el lecho o los une solamente en el coito. ¡Ah!, ¡cómo luchar ahora, Gelman, contra el capitalismo!






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