domingo, 2 de octubre de 2016

LEONARDO PADURA, VIENTOS DE LA HABANA, VIENTOS DE CUARESMA



¿Él no estaba desconfiado? Di cómo hizo, a ver....
- Pues me lo crucé en la puerta de entrada y cuando llevábamos subiendo juntos varios escalones, no pude más y le dije: usted es Leonardo Padura, ¿no?. Y me contestó: sí.

Así de simple.

Mientras subíamos a la primera planta de la Casa de América con dirección al salón Machado de Assís, le hablo de mi extrañeza de que deambule sin guía por esas escaleras, teniendo en cuenta que él era el principal invitado a la presentación de la película Vientos de la Habana, basada en su novela Vientos de Cuaresma. Como uno de mis oficios secretos, y malpagados, es perseguir palabras de escritores, intenté aprovechar esa oportunidad que en forma de unos minutos con Padura me ponía el destino delante: una sonrisa abierta, unas palabras con música, un par de fotos desenfocadas, una firma en un libro prestado y que él se apresuró a firmarlo con mi nombre en vez de con el de su propietaria, la sensación de que en sus ojos llevaba todo el calor de La Habana y saber que Él es el que conoce el misterio y el testimonio.

En ese momento, tuvo que dejarme sentado en el pequeño sofá de la entrada porque empezaba el acto de presentación de la película Vientos de La Habana, dirigida por Félix Viscarret. El salón ya estaba lleno, y con la puntualidad de lo eterno llegó ese viento árido y sofocante que en la Habana deja las calles vacías, las puertas cerradas, los árboles vencidos, el barrio como asolado por una guerra eficaz y cruel, y se le ocurrió pensar que tras las puertas selladas podían estar corriendo huracanes de pasiones tan devastadoras como el viento callejero. Los vientos de Cuaresma.

Leonardo Padura comienza a hablar de su trabajo como guionista junto a su mujer, Lucía, su primera consejera literaria: En una novela el autor tiene todas las potestades; sin embargo cuando escribe un guión presta un servicio. Es el director quien propone los tiempos, la economía de medios, el aprovechamiento de la luz y de los espacios, es quien encauza cada esfuerzo. Parafraseando a a Chandler que anduvo escribiendo guiones para Hollywood, el escritor de novelas, cuando escribe guiones debe ponerse su segundo mejor traje.

Era la una y veinte, pero ya todos estaban allí, seguro no faltaba ni uno. se habían dividido en grupos y eso que eran como doscientos y, por el aspecto, se podían reconocer. Aunque ahora que Conde tiene rostro para el cine, cuando tanto lo escondió Padura en sus novelas: Apenas está descrito como una nebulosa una vez, cuando el policía Mario Conde se mira en un espejo, explicando al lector no lo que es, sino lo que no es. Como hacen los buenos prestidigitadores.

Habla de La Habana, de cómo esta película la refleja; una Habana que él siente desaparecer con todos los cambios que se están produciendo; una Habana íntima que él bien conoce y que vive, como un personaje más de sus novelas, entre el barrio de la Víbora y el barrio de Mantilla. Cuenta que la sociedad cubana está cambiando mucho y que empieza a haber ricos y pobres, algo que nunca habíamos visto.

Acaba de firmarme la novela El Hombre que Amaba a los Perros. Me está llevando con ella a la Rusia de León Trosky, a Turquía, a Francia, a México; a la España del sin sentido y la insensatez de Ramón Mercader; escribiendo entre Herejes que sólo en los territorios de aquellos mundos conservados con empecinamiento al margen del tiempo real, y en cuyos bordes exteriores, Conde y sus amigos habían levantado las murallas más altas para protegerlos de las invasiones bárbaras, existían unos universos amables y permanentes a los cuales ninguno de ellos quería ni pretendía renunciar.

Alguien del público le atribuyó la paternidad de la palabra desmerengamiento que podía leerse en una de sus novelas, y él explicó que la patente de esa palabra la tenía Fidel Castro, cuando habló del desmerengamiento del campo socialista. Al César lo que es del César. Ahora anda liado con una nueva novela de Mario Conde, y se le presenta el problema de que en el último libro Mario Conde dejó la policía y, como él dice, entre las categorías de autonómos en Cuba todavía no existe la de detective privado. Seguro que con habilidad resuelve este problema.

El hombre que sólo se ha puesto dos veces corbata en su vida y que recogió el Premio Princesa de Asturias 2015 vestido con guayabera y una pelota de béisbol en la mano, todavía tuvo tiempo de dedicarme unos minutos cuando terminó la presentación. No me queda más remedio que ir al cine a ver Vientos de La Habana.










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