Un aedo, un poeta ciego, acaba de poner sus pies en Esmirna.
Llega procedente de Quíos, dicen que canta hexámetros como nadie acompañado de
su lira de tres cuerdas. Ahora en el ágora, se ha reunido toda la ciudad para
escuchar, de su boca y con su música, la historia de la guerra más grande jamás
contada: la guerra de Troya. Ha subido los tres peldaños que dan acceso, a
través de las columnas, al templo y se ha puesto a cantar su poesía:
Μῆνιν ἄειδε, θεά, Πηληιάδεω Ἀχιλῆος
οὐλομένην,ἢ μυρί’ Ἀχαιοῖς ἄλγε’ ἔθηκεν,
πολλὰς δ’ ἰφθίμους ψυχὰς Ἄιδι προίαψεν
ἡρώων, αὐτοὺς δὲ ἑλώρια τεῦχε κύvεσσιν
οἰωνοῖσί τε δαῖτα,
Διὸς δ’ ἐτελείετο βουλή
¡Canta, oh Diosa, la cólera de Aquiles, hijo de Peleo!
ira maldita que lanzó entre los aqueos tanto dolor,
y muchas almas valientes, arrojó a los infiernos,
de magníficos hombres, a los que dejó por presa a los perros
y a los pájaros. Se cumplía la voluntad de Zeus.
Ninguno de los que están en el ágora escuchando sus
canciones sabe que este aedo ha compuesto la obra más grande de la Literatura Universal
y que de sus labios están oyendo cómo va a ser la construcción de Occidente,
mientras sus palabras van flotando en el viento.
Pasan días y estaciones; y pasan cientos de aedos que lanzan
al aire versos y hexámetros imposibles.
Un juglar empieza a cantar en el mercado de Medinaceli, la
gente al oír los primeros tonos del laúd se va acercando al poeta que vende sus
versos encadenados por las plazas. Canta afrentas, combates de caballeros,
bodas, honras y destierros; polvo, sudor y hierro:
Mio Cid Ruy Diaz por
Burgos entraba,
En su compaña lx
pendones levaba.
Exien lo ver
mugieres y varones,
Burgueses e burguesas por las
siniestras son
Florando de los ojos
tanto a bien el dolor
De las sus bocas
todos dizian una razón:
¡Dios que buen vasallo! ¡Si
oviesse buen señor!
Nadie en el mercado que escucha al juglar sabe que esos casi
cuatro mil versos serán infinitas veces impresos para formar parte de la
inmortal Literatura en lengua castellana. Mientras, la voz del juglar sigue
flotando en el aire.
Pasan días y estaciones; y pasan cientos de juglares que
lanzan al aire versos encadenados imposibles.
Un cantaor de madrugada, en un colmao de Cádiz, empieza a
cantar una seguiriya, acompañado de una guitarra flamenca. Acaba de llegar de
Hispanoamérica y en su cabeza lleva y trae todas las coplas del mundo a su
manera. Nadie apuesta a que este payo barbado pueda pasar por los tonos sin romperlos:
comprenderá, compañera,
comprenderá mi pasión.
Lo que la boca no habla
lo publica, compañera,
lo publica el corazón.
Válgame Dios, compañera,
lo que paso por quererte,
cuando te escucho nombrar
me dan fatigas de muerte.
En ese colmado de Cádiz saben que han empezado a flotar, con
el viento de la noche de la bahía, palabras que pintan arte, palabras que son
literatura hablada, escrita o cantada, Literatura de verdad; obras de un creador, un jardinero.
Pasan días y estaciones; y pasan cientos de cantaores que
lanzan al aire versos octosílabos llenos de quejidos.
En los escalones del Monumento a Abraham Lincoln en
Washington un joven con una armónica y su guitarra echa al aire unos versos. Son
palabras que van flotando con el viento. Cuantos allí se han reunido adivinan
metáforas, comparaciones, consonancias, ritmos y acentos:
before you call him a
man?
How many seas must a
white dove sail
before she sleeps in
the sand?
How many times must
the cannonballs fly
before they are
forever banned?
The answer, my friend,
is blowing in the wind,
The answer is blowing
in the wind...
¿Cuántos caminos debe recorrer un hombre,
antes de que le llames "hombre"?
¿Cuántos mares debe surcar una blanca paloma,
antes de dormir en la arena?
¿Cuántas veces deben volar las balas de cañón,
antes de que sean prohibidas para siempre?
La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento,
la respuesta está flotando en el viento…
En ese parque de Washington nadie ignora que como en el
mercado de Esmirna, en la plaza de Burgos o en el colmao gitano de Cádiz, la
literatura, hecha de palabras, va flotando con el viento.
Nadie ignora que la
literatura nació para ser cantada y que cantada sigue viviendo; cambiando
ritmos, formas y contenidos y que sigue viva para que pasen días y estaciones;
y vengan cientos de aedos, juglares, cantaores y cantantes que lancen al aire sus
versos, llenos de historias que viven flotando en el viento.
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