Las hojas de los libros son como alas de palomas que los llevan a merced de
ignotas incertidumbres hacia lugares en los que nunca esperábamos encontrarlos;
y más ahora en los que las palabras que no andan reflejadas en una pantalla de
plasma, que evita brillos a los ojos y con fuente de luz propia, han perdido su
valor para la modernidad.
En estos tiempos la palabra escrita sobre el papel
vuela sin medida y te depara las más grandes de las sorpresas en los lugares
más extraños.
Camellero,
salúdame
a Salt.
Su
tierra está sembrada de muerte tras muerte.
Y
si pasas ante una crucificada desnuda,
arrójale
un manto, que es mi hermana.
En
esta última feria del libro antiguo y de ocasión andaba yo buscando cualquier
cosa a precio de saldo de Vicente Huidobro y de Dylan Thomas, para seguir
leyendo algo sobre el güisqui y el alma humana, cuando de pronto adiviné un
reflejo naranja, de entre un montón de libros de la caseta.
Empecé
a abrir esa pila desordenada de libros abandonados y, como el corazón
palpitante que pidiera un poco de ayuda y de fortuna, se me agarró un pequeño
volumen a la mano. Abrí la primera página y adiviné una palabra que no venía
impresa y que sólo podía leer yo: RESISTENCIA.
Ya
estoy seguro de que si algo va a perdurar sólo lo hará la poesía, y será esa
poesía oral que de boca en boca, de labio en labio, de alma en alma, y de
corazón en corazón van declamando los poetas por las calles y las plazas, y las
madres le cantan a sus hijos las noches en que todos tienen miedo.
Sobre
los escombros,
Bajo
los escombros,
En
el umbral de las casas,
En
los faroles de las calles,
En
las ramas de los árboles quemados,
Y
en las plazas
y
en los caminos
y
en las calles
surcadas
de tanques.
El
libro de tapas naranjas, editado por Hiperión en 1979, se abre solo sin necesidad de
que lo toquemos, porque la sangre palpita en esas letras, empujada por la
memoria que la poesía mantendrá viva hasta el fin de los tiempos:
Las
cifras son terribles:
miles
de asesinados -¿diez mil?
(¿dos
mil muertos hoy?)
¿Quién
sabe cuántos?
Y es
esa visión de injusticia, que necesita reparación, la que el poeta declama a la
calle sabiendo que como la poesía vivirá siempre también lo hará la RESISTENCIA
de un pueblo que lleva esas palabras en su boca:
Os
convoco,
os
estrecho las manos.
Beso
la tierra bajo vuestros zapatos
y
digo: «os rescato,
os
regalo la luz de mis ojos
y
el calor de mi corazón os lo doy,
pues
la tragedia que vivo
es
parte de vuestra tragedia.
De
la mano del poeta cuyas palabras aparecen iluminadas en una feria de libros antiguos
y de ocasión, abandonadas, amontonados los volúmenes sin destino vivo, vuelvo a Palestina.
Y
recuerdo a Ammán en septiembre y a los miles de mujeres y niños
asesinados; y vuelvo a Beirut, a Sabra y Chatila, y creo que ha habido
demasiada gente inocente violentada, (por no escribir las palabras que merecen
esas acciones y que no deben ser escritas, pero que son las que me salen de la
garganta). Y creo que a los violentos les gusta tener enfrente a violentos para
alimentarse mutuamente. Y en esas estamos; con violentos mandando en todos los
frentes, que no quieren la paz sino a más violentos enfrente que justifiquen su razón de ser.
Y también creo que los inocentes siempre terminan crucificados.
Pero
para ellos, para los inocentes, quedan los poetas, queda la memoria y queda la
eternidad, no para ti Habis, gusano, hijo de gusano, Habis, impone una
guerra civil mientras los lobos voraces del ídolo siguen desgarrándome las
entrañas. Y yo sigo muriendo mil veces el mismo día y viviendo otras mil el
mismo día. Para ti, un poeta de Nazaret ha reservado el infierno de
Dante.
Para
recordar
seguiré
sin descanso grabando
todos
los capítulos de mi tragedia
y todas las etapas del desastre
desde
el principio hasta el fin.
Allá
en un olivo
en
el patio de mi casa.
Termino
de leer el libro de tapas naranjas y lo pongo en la estantería, sabiendo que
las hojas de los libros son como alas de palomas que los llevan a merced de
ignotas incertidumbres hacia lugares en los que nunca esperábamos encontrarlos;
y lo coloco en su sitio junto al Archipiélago Gulag de Alexander
Soljenitzin, y junto a Si esto es un Hombre de Primo Levi, y junto a Sin
Destino de Imre Kertesz, y junto a El Crimen del Soldado de Erri de
Luca, y junto a…
Toda
acción tiene respuesta.
Leed
lo que dice el Libro.
Como
si fuéramos veinte prodigios.
En
Lidda, en Ramal, en Galilea.
Solo los que hemos pisado y visto eso lugares y llorado con sus gentes, sentimos ese dolor eterno, intemporal que nos retrotrae a los albores de la humanidad, cuando el hombre eligió la violencia como camino.
ResponderEliminar