jueves, 21 de marzo de 2013

LA FELICIDAD ENTRE LAS MANOS

He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y pierdan despiadados.

Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. no fui feliz. Cumplida
no fue su joven voluntad. mi mente
se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.

Me  legaron valor. No fui valiente.
No me abandona. Siempre está a mi lado
la sombra de haber sido un desdichado.

¿Es posible tener siempre a la Felicidad entre las manos? Yo pienso que no, y no creo que Borges se hubiera equivocado tanto. Posiblemente cometió errores. No hay otra forma de aprender. He cometido todos los errores posibles y algunos, dos veces, llegó a decir.

Un hombre, como él, con una larga vida sabe que, como dijo Nietzsche: El destino de los hombres está hecho de momentos felices; pero no de épocas felices. Es decir, Borges no ignoraba que la Felicidad es, poco probable, que pueda ser mantenida pegada a la piel. No es fácil buscarla, y Borges lo sabía, porque había leído a Stendhal: Reduzco toda la filosofía a no engañarse sobre los motivos de las acciones de los hombres, y a no engañarnos en nuestros razonamientos o en el arte de marchar hacia la Felicidad. 

¿Buscamos la verdadera Felicidad en la vida o nos engañan falsas quimeras?

Continúa escribiendo Stendhal: Trato de arrancar de mi alma por completo las falsas pasiones. Llamo falsas pasiones a las que nos prometen una Felicidad que no encontramos cuando llegamos a ella. Tampoco es fácil distinguir la banalidad de la Felicidad. Nadie ignora que no hay pocos casos en los que se cae en banales pasiones y placeres superficiales. También eso forma parte del juego de la vida y su riesgo. 

Kant en su Crítica a la Razón Pura sostiene que el ser humano sólo puede captar la apariencia de las cosas no su esencia. Otro dilema.

Una vez oí a Borges decir que sólo Dios puede vernos como realmente somos, y que nosotros sólo vemos a otra persona como realmente es cuando nos enamoramos de ella; pues la vemos como la ve Dios. Estoy completamente de acuerdo porque yo he visto a una persona tal como la ve Dios y me pareció increíble.

La Felicidad tiene muchos más matices y puede que Antonio Gala tuviera razón cuando decía que la Felicidad es darse cuenta de que nada es demasiado importante. A veces se sufre más de lo que se debe por motivos insignificantes.

También creo que Borges leyó al filósofo Alain cuando éste escribe que: Lo mejor que podemos hacer en favor de quienes nos aman es seguir siendo felices. Borges, tras escribir el poema El Arrepentimiento dijo que él debía de haber sido más feliz, no por él; sino por su madre. 

Cuando he leído a algún escritor escribir acerca del arrepentimiento, siempre he sacado como conclusión que se arrepentían más de lo que no habían hecho, que de las empresas a las que se habían lanzado aunque se los comiera el fracaso. Escribe Albert Camus, que como buen existencialista era muy pesimista, que: Puede que lo que hacemos no traiga siempre la Felicidad, pero si no hacemos nada no habrá Felicidad. 



¡Al abordaje!, pues.

Goethe también cree que la Felicidad llega de forma más absoluta entregando dones que recibiéndolos y escribe que el hombre más feliz del mundo es aquél que sabe reconocer los méritos de los demás y puede alegrarse del bien ajeno como si fuera propio. Una vez estuve interno cinco años en un colegio donde una de sus máximas era: Alegrarse de los éxitos, premios y progresos del compañero, porque también son éxitos propios. Ahora valoro ese artículo de nuestro decálogo más que antes. El tiempo que no consume, sino que diluye ambiciones.

No puedo dejar de citar a un gran filósofo, a quien yo estimo mucho y del que he visto todas sus películas, Groucho Marx, que posiblemente tenía algo de razón cuando dijo: Hijo mío, la felicidad está hecha de pequeñas cosas: Un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna...
Borges escribe lo mismo de una manera más piadosa en el relato Utopía del hombre que está cansado: ¿Dinero?, repitió. Ya no hay quien adolezca de pobreza, que habrá sido insufrible, ni de riqueza, que habrá sido la forma más incómoda de la vulgaridad. Cada cual ejerce un oficio.

Pero si alguien me pregunta cómo definiría yo la Felicidad, su existencia y su devenir en la vida de los hombres me quedo con Arquíloco (siempre los Clásicos) y su poema


Corazón, corazón turbado por pesares invencibles levántate,
defiéndete del contrario ofreciendo tu pecho de frente.
Detente con firmeza ante las emboscadas de tus enemigos.
Mas si vences no te jactes ante todos,
ni si eres vencido llores encerrándote en tu casa.
Disfruta de los momentos felices, y de los malos tiempos no te duelas demasiado.
Comprende que a los hombres los domina la alternancia.

Yo, al final, he comprendido que el destino de los hombres los domina la alternancia y a ella hay que adaptarse. No hay otra manera de vivir momentos felices porque las épocas felices no existen.






Las fotos son de Argentina, y siempre soñé con subir esas cataratas con el saco de mis pecados a cuestas a buscar la misión Jesuita que se hallaba escondida entre sus bosques. Las hizo mi amigo Rafa con quien anduve por lugares donde convenía ir obscuri sola sub nocte per umbram. Con Virgilio hasta la muerte.

4 comentarios:

  1. No encuentro mejor lugar para esas fotos que al lado de tan interesantes reflexiones. Habrían sido muy felices aquellos Jesuitas de tan entregadas misiones si hubiesen sabido que varios siglos después uno de ellos iba a tomar el testigo de San Pedro.
    Te animo a recorrer aguas arriba ese río Iguazú.
    Muchas gracias.
    Tu amigo, Rafa

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    1. "Los guerreros desfilaban, según el color de sus plumas, en escuadrones de veinte, de cincuenta, de cien. A un escuadrón de veinte guerreros de vestidos y penachos rojos, seguían escuadrones de cuarenta de penachos y vestidos verdes y de cien guerreros de plumas amarillas. Luego los de las plumas de varios matices, recordando el guacamayo, que es el engañador. Un arco iris de cien pies...."

      Miguel Ángel Asturias.

      "¿Qué capitán es éste?
      ¿Qué soldado de la guerra del tiempo?"

      Lope de Vega.

      Siempre aguas arriba. Es como siempre hemos recorrido los ríos de la vida, aunque haya sido más penoso.
      Nos vemos en el barrio de Palermo de la mano de Borges, en Tiro, en Houla, en Toledo, o en Jerusalem. ¡Enrique, apúntate!

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  2. Hablar de felicidad con la que está cayendo es una temeridad.Aunque no suene poético no puedo dejar de acordarme de todos aquéllos que están perdiendo sus trabajos, sus casas... y que cuando terminen sus días no se arrepentirán de no haber sido felices sino de haber firmado un documento que los iba a esclavizar de por vida.
    Así que ya ves,hay gente que ni se plantea que ese concepto pueda existir.
    Por lo demás preciosa entrada.

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    1. Hemos dejado atrás tiempos mucho peores; y ellos, los que nos precedieron, no perdieron la esperanza, que es quien detiene o acelera el tiempo a su antojo. Y lucharon como leones porque no se convirtiera en realidad ese letrero que Dante colgó a las puertas del infierno: "Abandonad toda esperanza".

      Cierto que parece que lo estamos perdiendo todo; pero, ¿qué merecíamos?

      A veces creo que el mundo está siendo dirigido por las palabras que escribe Margaret Mitchell en su única novela:
      "A Dios pongo por testigo, que no podrán conmigo. No podrán derribarme, ni aplastarme. Sobreviviré. Y cuando todo esto haya terminado, nunca volveré a pasar hambre. Ni yo ni ninguno de los míos; así tenga que mentir, engañar, robar, mendigar o matar. A Dios pongo por testigo que no volveré a pasar hambre nunca jamás."
      Con esa revolución interior, si ese tipo de alma vence, apañados estamos los que con seguridad vamos a perder.

      Saldremos de ésta y saldremos más fuertes y más libres, como ha sido siempre.

      En lugares sin nombre, gente que no tenía nada, cuando yo no quería sonreír, me daban lo que tenían: un trozo de un panal de miel, que se me hacía bola en la boca y me producía cierta angustia y un café turco que, tomado a diario, acostumbró a mi estómago a los lamentos y al desorden; y, sobre todo, una sonrisa y la esperanza.

      Salieron de aquella y, desde entonces han tenido momentos de felicidad, porque las épocas de felicidad no existen.

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