domingo, 10 de marzo de 2013

BORGES, EL ENAMORADO


Hann tekr sverthit Gram ok leggr i methal theira bert. 
Völsunga Saga, 27
Tomó la espada Gram, y la colocó entre ellos desenvainada

1964 no fue un mal año. 

En Estados Unidos, el catorce de marzo se televisó por primera vez el veredicto de un jurado. 
Jack Ruby fue condenado a la silla eléctrica por matar a Lee Harvey Oswald, quien antes, presuntamente, había matado al presidente Kennedy con la misma bala. La silla eléctrica se quedó esperando. Pero la bala, la misma bala antigua, sigue sin freno de muerto en muerto y de alma en alma. Esa bala que corre por los labios de Borges, todavía viva.

Esta bala es antigua.
En 1897 la disparó contra el presidente del Uruguay un muchacho de Montevideo, Arredondo, que había pasado largo tiempo sin ver a nadie, para que lo supieran sin cómplices. Treinta años antes, el mismo proyectil mató a Lincoln, por obra criminal o mágica de un autor, a quien las palabras de Shakespeare habían convertido en marco bruto, asesino de César.
Al promediar el siglo XVII, la venganza la usó para dar muerte a Gustavo Adolfo de Suecia, en mitad de la pública hecatombe de una batalla.
Antes, la bala fue otras cosas, porque la transmigración pitagórica no sólo es propia de los hombres. Fue el cordón de seda que en el Oriente reciben los visires, fue la fusilería y las bayonetas que destrozaron a los defensores del Álamo, fue la cuchilla triangular que segó el cuello de una reina, fue los oscuros clavos que atravesaron la carne del redentor y el leño de la cruz, fue el veneno que el jefe cartaginés guardaba en una sortija de hierro, fue la serena copa que un atardecer bebió Sócrates.
En el alba del tiempo fue la piedra que Caín lanzó contra Abel y será muchas cosas que hoy ni siquiera imaginamos y que podrán concluir con los hombres y con su prodigioso y frágil destino.


1964 no fue un mal año.
Aunque Nelson Mandela fuera condenado a cadena perpetua por sabotaje en ese otro juicio histórico que hizo posible que por todos los oídos fuese escuchada su voz y reclamada su palabra por todas las gargantas.
Clamó Mandela al mundo en el juicio:    

No negaré que yo planeé el sabotaje. No lo planifiqué con espíritu temerario, ni porque amé la violencia. Lo planeé como resultado de una sobria y calmada evaluación de la situación política que ha surgido después de muchos años de tiranía, explotación y opresión de mi pueblo por los blancos.

1964 no fue un mal año.
En Estados Unidos el presidente Johnson firmó el proyecto de Ley de los Derechos civiles, que abogaba por la igualdad en derecho de voto, educación y afiliación sindical, y que posibilitaba que blancos y negros compartieran los mismos asientos en los autobuses, otorgándoles el justo derecho a  respirar el mismo aire, con independencia de la raza, color, religión u origen nacional. Un paso más allá de la decimotercera enmienda que defendió un larguirucho hombre de las montañas, cien años antes, y que fue asesinado con la misma bala antigua que viaja de cuerpo en cuerpo y de alma en alma:

Por obra criminal o mágica de una actor, a quien las palabras de Sakespeare habían convertido en Marco Bruto, asesino de César.

1964 no fue un mal año.
La sonda lunar americana "Ranger 7" tomó las primeras fotografías cercanas de la luna antes de impactar contra ella. El primer paso para que el dios Apolo pusiera su alado pie sobre el adorado satélite terrestre. Conquistar la luna, aquello que soñaron todos los poetas, Borges incluido, con más valor que el Oro de los Tigres.


Dos hombres caminaron por la luna
Otros después. ¿Qué puede la palabra,
Qué puede lo que el arte sueña y labra,
ante su real y casi irreal fortuna?
Ebrios de horror divino y de aventura,
Esos hijos de Withman han pisado
El páramo lunar, el inviolado
orbe que antes de Adán, pasa y perdura.
el amor de Endimión en su montaña,
el hipogrifo, la curiosa esfera
De Wells, que en mi recuerdo es verdadera,
Se confirman. De todos es la hazaña.
No hay en la Tierra un hombre que no sea
Hoy más valiente y más feliz, el día
Inmemorial se exalta de energía
por la sola virtud de la Odisea
De esos amigos mágicos. La luna,
Que el amor secular busca en el cielo,
con triste rostro y no saciado anhelo,
será su monumento, eterna y una.

1964 no fue un mal año.
A ti, Borges, el enamorado, puede que te evoque la sombra de haber sido un desdichado. Tu mente se aplicó a las simétricas porfías del arte, que entreteje naderías. 
Y puede que no fuera sólo tu pecado. Un hombre puede cometer todos los errores posibles y, algunos, dos veces. Ambos lo sabemos. Cuéntanos, que andamos impacientes, qué pasó aquel año de 1964:


1964

Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,

cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.


Nadie pierde (repites vanamente)
sino lo que no tiene y no ha tenido 

nunca, pero no basta ser valiente


para aprender el arte del olvido. 
Un símbolo, una rosa, te desgarra 
y te puede matar una guitarra. 

II 

Ya no seré feliz. Tal vez no importa. 
Hay tantas otras cosas en el mundo; 
un instante cualquiera es más profundo 
y diverso que el mar. La vida es corta 

y aunque las horas son tan largas, una 
oscura maravilla nos acecha, 
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha 
que nos libra del sol y de la luna 

y del amor. La dicha que me diste 
y me quitaste debe ser borrada; 
lo que era todo tiene que ser nada. 

Sólo que me queda el goce de estar triste, 
esa vana costumbre que me inclina 
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.


Pero, tú y yo, Borges, (aunque, hubieras escrito ese poema de arrepentimiento, y el Hacedor hubiera puesto en tus labios la sentencia: Yo que tantos hombres he sido, no he sido nunca aquél en cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbag), sabemos que Matilde Urbag apareció, como una flor de Oriente, lo suficientemente a tiempo como para redimirte de tus remordimientos:

He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.

Ya sé por qué escribiste Ulrika. Ya sé por qué en tu lápida aparecen escritas unas palabras, en inglés antiguo, de la Balada de Maldon: And ne forhtedon na (y sin temer nada); porque tú, al final, como todos los hombres, mereciste un milagro y un beso; y te fuiste de esta morada terrenal sin nada de lo que arrepentirse y sin nada que temer. 

Ulrika, me apartó con suave firmeza y luego declaró:

"Seré tuya en la posada de Thorgate. Te pido mientras tanto que no me toques. Es mejor que así sea."
Para un hombre célibe entrado en años, el ofrecido amor es un don que no se espera. el milagro tiene derecho a imponer condiciones.
Pensé en mis mocedades en Popayán y en una muchacha de Texas, clara y esbelta como Ulrika, que me había negado su amor.

Ese milagro, con ansias esperado, ocurrió muchos años después con el nombre de María. Gracias María, María Kodama.

Aunque 1964 no fue un mal año...








Las fotos son de Venecia, donde el poeta ruso Joseph Brodsky se escondía los inviernos para vivir, amar y escribir. Un lugar donde todo el mundo se merece un milagro y un beso. Es mejor viajar allí en invierno. conviene evitar algún que otro turista incómodo.


Las dos puestas de sol corresponden: la primera a la Argónida y la segunda a Ítaca, donde llegué con ceniza en el corazón en un viaje que algún día contaré. Ahora no me está permitido. Una promesa es una promesa.



1 comentario:

  1. No puedo resistirme a no escribir los Fragmentos del Evangelio Apócrifo.

    No sé en cuál de los estados vivió Borges cuando dice en el verso 50: Felices los amados y los amantes y los que pueden prescindir del amor.

    Yo creo que nadie ignora que no hay quien pueda prescindir del amor y, Borges, a pesar de su Evangelio Apócrifo, lo sabía.

    FRAGMENTOS DEL EVANGELIO APÓCRIFO

    3. Desdichado el pobre en espíritu, porque bajo la tierra será lo que ahora es en la tierra.

    4. Desdichado el que llora, porque ya tiene el hábito miserable del llanto.

    5. Dichosos los que saben que el sufrimiento no es una corona de gloria.

    6. No basta ser el último para ser alguna vez el primero.

    7. Feliz el que no insiste en tener razón, porque nadie la tiene o todos la tienen.

    8. Feliz el que perdona a los otros y el que se perdona a si mismo.

    9. Bienaventurados los mansos, porque no condescienden a la discordia.

    10. Bienaventurados los que no tienen hambre de justicia, porque saben que nuestra suerte, adversa o piadosa, es obra del azar, que es inescrutable.

    11. Bienaventurados los misericordiosos, porque su dicha esta en el ejercicio de la misericordia y no en la esperanza de un premio.

    12. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ven a Dios.

    13. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque les importa más la justicia que su destino humano.

    14. Nadie es la sal de la tierra, nadie, en algún momento de su vida, no lo es.

    15. Que la luz de una lámpara se encienda, aunque ningún hombre la vea. Dios la verá.

    16. No hay mandamiento que no pueda ser infringido, y también los que digo y los que los profetas dijeron.

    17. El que matare por la causa de la justicia, o por la causa que el cree justa, no tiene culpa.

    18. Los actos de los hombres no merecen ni el fuego ni los cielos.

    19. No odies a tu enemigo, porque si lo haces, eres de algún modo su esclavo. Tu odio nunca será mejor que tu paz.

    20. Si te ofendiere tu mano derecha, perdónala; eres tu cuerpo y eres tu alma y es arduo, o imposible, fijar la frontera que los divide.

    24. No exageres el culto de la verdad; no hay hombre que al cabo de un día, no haya mentido con razón muchas veces. 25. No jures, porque todo juramento es un énfasis.

    26. Resiste al mal, pero sin asombro y sin ira. A quien te hiriere en la mejilla derecha, puedes volverle la otra, siempre que no te mueva el temor.

    27. Yo no hablo de venganzas ni de perdones; el olvido es la única venganza y el único perdón
    .
    28. Hacer el bien a tu enemigo puede ser obra de justicia y no es arduo; amarlo, tarea de ángeles y no de hombres.

    29. Hacer el bien a tu enemigo es el mejor modo de complacer tu vanidad.

    30. No acumules oro en la tierra, porque el oro es padre del ocio, y este, de la tristeza y del tedio.

    31. Piensa que los otros son justos o lo serán, y si no es así, no es tuyo el error.

    32. Dios es mas generoso que los hombres y los medirá con otra medida.

    33. Da lo santo a los perros, echa tus perlas a los puercos; lo que importa es dar.

    34. Busca por el agrado de buscar, no por el de encontrar . . .

    39. La puerta es la que elige, no el hombre.

    40. No juzgues al árbol por sus frutos ni al hombre por sus obras; pueden ser peores o mejores.

    41. Nada se edifica sobre la piedra, todo sobre la arena, pero nuestro deber es edificar como si fuera piedra la arena...

    47. Feliz el pobre sin amargura o el rico sin soberbia.

    48. Felices los valientes, los que aceptan con animo parejo la derrota o las palmas.

    49. Felices los que guardan en la memoria palabras de Virgilio o de Cristo, porque éstas darán luz a sus días.

    50. Felices los amados y los amantes y los que pueden prescindir del amor.

    51. Felices los felices.

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