Como siempre sueño libros, nunca he pasado por alto ni el noble Quran Karim; ni la Torah, acompañada en mi memoria con el Zohar bendito de Mosé ben Sem Tob de León; ni, por supuesto, La Biblia, los libros de Dios.
Como tampoco es del todo extraño que pase la Semana Santa y el tiempo de Pascua lejos o en lugares cuya celebración es mucho más íntima, sí que trato de buscar los libros sagrados en la lengua que ahora habito y nada comprendo, porque si algo he aprendido es que en la palabra nada nos diferencia; aunque no las entendamos en absoluto. Y menos si son sacras palabras. O ye a ɲininka, ko: «E de ye Zifuwka masake ye wa?» Yezu ye a jaabi, ko: «E de ko ten».
(Pilato le preguntó: «¿Eres tú el Rey de los judíos?». Y respondiendo él, le dijo: «Tú lo dices»).
En Semana Santa siempre dedico horas al tiempo que habito y me paseo por los Evangelios y por la Pasión de Cristo; por eso, en esta época me acerco al Nuevo Testamento, últimamente de la mano de Antonio Piñero, catedrático de Lengua griega y estudioso de los textos sagrados, que para eso es de Chipiona, muy cerquita de la casa de mi madre en La Jara, allá por Sanlúcar. Y ellos volvieron a dar voces: Nka u kukola kokura: A gengen jiri la!
(Y ellos volvieron a dar voces: ¡Crucifícalo!).
Y desde el palacio del gobernador de Roma, Poncio Pilato, he visto cómo puede sonar en bambara el camino de Cristo hasta el Calvario, y Pilati ye Barabasi bila walasaka jamakulu sago kɛ, ani a ye mɔgɔci ka Yezu gosi ni gɛɲɛy ye. O kɔ, a ye Yezu don u bolo walasa a ka gengen jirila.
(Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás, y entregó a Jesús, después de azotarlo, para que fuese crucificado).
Y es que aquí la piel duele igual, las llagas duelen igual, los disparos matan igual; digo esto porque a veces parece, visto en la distancia, que a ellos les doliera menos, que su sufrimiento es menos importante, y podamos verlo pasar sin misericordia. U ye a gengen waati min na, o tun ye tile waati kɔnɔntɔnnan de ye
(Era la hora tercera cuando lo crucificaron).
Hoy Viernes Santo he cogido el Libro Sagrado para los cristianos en bambara, que me llevaré a casa, y he leído, del Evangelio de Marcos, el capítulo 15 que narra la Pasión de Cristo. Como la palabra es forma y sonido, he subido al Gólgota de otra forma, entretenido con una nueva fonética que no entiendo, pero que puedo traducir de memoria por lo común del lugar. Y desde la orilla del Níger se ve a los tres crucificados. He esperado hasta el final a que la Pasión acabara y se cumpliera la profecía:
Waati sabanan na, Yezu ye kulokamba bɔ, ko: «Eloyi, Eloyi, lama sabakitani». O Kɔrɔ ye ko: «Ne ka Ala, ne ka Ala, mun na i ye iban ne na?»
(Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabachtani? que traducido es: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)
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