Como mi padre me explicó en una amena charla, mientras bebíamos, (que todos los marinos beben), que lo más importante de toda aventura era saber escribirla tocada por el arte y que para un espíritu como el mío no era la mejor opción estudiar Náutica y andar embarcado como marino mercante de acá para allá, cambié de idea.
Y, de pronto lo vi claro, yo quiero ser Lawrence de Arabia: «seré un soldado, me especializaré en Literatura e Historia, leeré todo lo que caiga en mis manos y seré Lawrence de Arabia». Y llegué de esa manera a la Academia Militar de Zaragoza, a estudiar Filología Española y a leer cuanto podía. Y por supuesto, a leer a Lawrence y poder escribir algún día una dedicatoria como la de sus Siete Pilares de la Sabiduría al joven que quería: «Te amaba, por eso a mis manos traje aquellas oleadas de hombres y en los cielos tracé mi deseo con estrellas. Para ganar tu libertad, alcé una casa sobre siete pilares, que tus ojos pudieran alumbrar por mí cuando llegáramos».
Lawrence no consiguió superar esta traición inglesa y francesa a su sueño. El sueño de crear un estado árabe con capital en Damasco se desvanecería por la traición absoluta de los plenipotenciarios británico y francés Mark Sykes y Georges Picot que aprovecharon la destrucción del estado otomano por los árabes con Lawrence a la cabeza para volver a establecer, como siempre las ambiciones de las potencias coloniales británicas y francesas, cuando Lawrence y los árabes le habían puesto en bandeja Áqaba, Gaza, Jerusalén y pusieron a tiro de piedra de los británicos Damasco. «La historia recogida en estas páginas no es la del movimiento árabe, sino la de mí mismo dentro de él. Es un relato de hechos cotidianos, de pequeños sucesos, de pequeñas gentes. No hay aquí lecciones para el mundo. Es un relato lleno de cosas triviales, en parte para que nadie confunda con la historia los huesos con quien alguien pueda hacer algún día Historia, y en parte por el simple placer de recordar el compañerismo de la rebelión».
De ahí a refugiarse en la literatura, convertirse en soldado raso o viajar a la India y a Afganistán como un personaje incómodo todo fue un paso. Y fue escritor, que no se puede ser nada mejor.
—¿Es arte lo que hago con mi escritura?
—Claro, que es arte Lawrence, de lo mejor que se ha escrito en lengua inglesa.
Por eso, yo siempre que tengo oportunidad sueño que alguna vez escribiré como Thomas Edward Lawrence y, a veces, monto en dromedario con los tuaregs cerca del desierto cuando tengo oportunidad: «Todos los hombres sueñan, pero no todos lo hacen del mismo modo. Aquellos que sueñan de noche en las polvorientas recámaras de sus mentes se despiertan de día para darse cuenta de que todo era vanidad, pero los soñadores despiertos son peligrosos, ya que ejecutan sus sueños con los ojos abiertos para hacerlos posibles. Esto sto fue lo que hicimos».
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