domingo, 31 de enero de 2021

NO CREO EN MÁS INFIERNO QUE TU AUSENCIA

Pues sí, a trabajos forzados me condena mi corazón del que te di la llave, y no es que yo tenga una guerra declarada a la moderna poesía, al contrario; pero me he criado contando con los dedos ya sea en base 7, en base 8 o en base 11, señalando en su justa medida cada acento; y, si tengo que mirar mucho más atrás, no he podido nunca evitar tararear los 6 pies de rigor, buscando vocales largas o breves en ese paraíso que es un poema; y en algunos de ellos he cambiado los pies por millas marinas, que esa medida me la entregó Steersman un día de tormenta cuando ya no veíamos la punta de Malandar; pues no quiero yo tormento que se acabe, y de acero reclamo mi cadena. 

La primera vez que yo vi un escritor fue en el año 1979, un mes de agosto, durante las Fiestas del Guadalquivir en Sanlúcar. Mi padre, Steersman tuvo como una de sus múltiples ocupaciones a lo largo de su vida la de concejal de Turismo y Fiestas; y como mantenedor de las fiestas de exaltación del río Guadalquivir del año 1979 contrataron al inigualable Antonio Gala. Entonces esas fiestas se llenaban de poetas y escritores porque se convertían en un gran acto literario y artístico. Ese año el premio poético recayó en Rafael Fernández Pombo. Al final, como predijo Steersman, "el populismo acabará con todo esto", esas fiestas murieron y se acabaron los poetas y los músicos a orillas del Guadalquivir. Ni concibe mi mente mayor pena que libertad sin beso que la trabe.

Con él me fui al Hotel Guadalquivir a ver a Gala. Allí estaba en el hall del hotel el escritor, como deben estar los escritores, ejerciendo de ser de otro mundo, deseando declararse culpable de cualquier corriente literaria que sólo él entendía; y nunca ajeno a cualquier alma que pasase cerca. Yo llevaba una naranja en la mano que había recogido de uno de los naranjos de San Roque; y permanecí al otro lado del hall esperando a Steersman, viéndolos hablar. Como Steersman nunca habló de poesía, ni castigo concibo menos grave que una celda de amor contigo llena, imaginé que hablaban de temas más banales; como el precio de su manteneduría, las demandas del escritor o sus desvelos para con el pregón literario que daría esa noche.

Yo viajé con Gala por los verdes campos del Edén, conocí a Séneca y el beneficio de la duda, volé a Estambul en cuanto pude con pasiones turcas; y descubrí que la vida hay que llevarla a cuestas por lo menos entre cuatro. Así que nunca se me ocurrió llevarla solo. No creo en más infierno que tu ausencia. Paraíso sin ti, yo lo rechazo. Que ningún juez declare mi inocencia.

Cuando mi padre terminó de hablar con el maestro y volvió hacia mí, vi como Gala me saludaba mientras yo, a mis 16 años, jugaba haciendo volar la naranja de una mano a la otra, pensando que un escritor no debía de ser sólo literatura; sino como Gala, pura forma. "Vamos a tomar unos caracoles a La Calzada", fue lo más poético que me dijo Steersman, que no entendía mi interés por acompañarlo. "Vendrás, pero no voy a presentártelo". "Me conformo con acompañarte y verlo desde lejos, papá". Porque, en este proceso a largo plazo buscaré solamente la sentencia a cadena perpetua de tu abrazo.

Así que mi primer encuentro literario terminó tomando una taza de caracoles. Fue un encuentro mágico. A lo mejor sólo fue un sueño, pero fue mi sueño. Steersman me lo recordó alguna vez. Nunca entendió mi afición por la poesía. Sí por el futbol, los barcos, la montaña y los soldados; pero ¿la poesía, Norberto?

Y todo esto para decir que los que creen que Gala va directo al olvido, puede que se equivoquen. Que prueben a escribir un soneto, a contar 11 sílabas y a mirar dónde colocan cada acento ; si en la tercera, sexta y novena o en cualquier otra. Y mira que yo no escribo más que poesía en prosa.

Lee esto, y me dices:

CONDENA

A trabajos forzados me condena

mi corazón, del que te di la llave.

No quiero yo tormento que se acabe,

y de acero reclamo mi cadena.


Ni concibe mi mente mayor pena

que libertad sin beso que la trabe,

ni castigo concibe menos grave

que una celda de amor contigo llena.


No creo en más infierno que tu ausencia.

Paraíso sin ti, yo lo rechazo.

Que ningún juez declare mi inocencia,


porque, en este proceso a largo plazo

buscaré solamente la sentencia

a cadena perpetua de tu abrazo.


                O escucha si lo prefieres:


                NO CREO EN MÁS INFIERNO QUE TU AUSENCIA






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