La primera vez que yo vi un escritor fue en el año 1979, un mes de agosto, durante las Fiestas del Guadalquivir en Sanlúcar. Mi padre, Steersman tuvo como una de sus múltiples ocupaciones a lo largo de su vida la de concejal de Turismo y Fiestas; y como mantenedor de las fiestas de exaltación del río Guadalquivir del año 1979 contrataron al inigualable Antonio Gala. Entonces esas fiestas se llenaban de poetas y escritores porque se convertían en un gran acto literario y artístico. Ese año el premio poético recayó en Rafael Fernández Pombo. Al final, como predijo Steersman, "el populismo acabará con todo esto", esas fiestas murieron y se acabaron los poetas y los músicos a orillas del Guadalquivir. Ni concibe mi mente mayor pena que libertad sin beso que la trabe.
Yo viajé con Gala por los verdes campos del Edén, conocí a Séneca y el beneficio de la duda, volé a Estambul en cuanto pude con pasiones turcas; y descubrí que la vida hay que llevarla a cuestas por lo menos entre cuatro. Así que nunca se me ocurrió llevarla solo. No creo en más infierno que tu ausencia. Paraíso sin ti, yo lo rechazo. Que ningún juez declare mi inocencia.
Cuando mi padre terminó de hablar con el maestro y volvió hacia mí, vi como Gala me saludaba mientras yo, a mis 16 años, jugaba haciendo volar la naranja de una mano a la otra, pensando que un escritor no debía de ser sólo literatura; sino como Gala, pura forma. "Vamos a tomar unos caracoles a La Calzada", fue lo más poético que me dijo Steersman, que no entendía mi interés por acompañarlo. "Vendrás, pero no voy a presentártelo". "Me conformo con acompañarte y verlo desde lejos, papá". Porque, en este proceso a largo plazo buscaré solamente la sentencia a cadena perpetua de tu abrazo.
Y todo esto para decir que los que creen que Gala va directo al olvido, puede que se equivoquen. Que prueben a escribir un soneto, a contar 11 sílabas y a mirar dónde colocan cada acento ; si en la tercera, sexta y novena o en cualquier otra. Y mira que yo no escribo más que poesía en prosa.
Lee esto, y me dices:
CONDENA
A trabajos forzados me condena
mi corazón, del que te di la llave.
No quiero yo tormento que se acabe,
y de acero reclamo mi cadena.
Ni concibe mi mente mayor pena
que libertad sin beso que la trabe,
ni castigo concibe menos grave
que una celda de amor contigo llena.
No creo en más infierno que tu ausencia.
Paraíso sin ti, yo lo rechazo.
Que ningún juez declare mi inocencia,
porque, en este proceso a largo plazo
buscaré solamente la sentencia
a cadena perpetua de tu abrazo.
O escucha si lo prefieres:
NO CREO EN MÁS INFIERNO QUE TU AUSENCIA
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