
Pero esta semana recibí una carta que me evocó a uno de esos telegramas azules, que iban de Sur a Norte; la firmaba el Director de la Real Academia de la Lengua, el señor Darío Villanueva, y en ella daba las gracias al periódico en el que trabajo por el opúsculo publicado recientemente y en el que se recogían todos los artículos y colaboraciones solicitadas a escritores y personalidades de la cultura, y que durante todo el año del Centenario del soldado, del escritor y del manco más universal, se fueron publicando mensualmente en el Periódico Tierra. Así que esta semana, por gracia de Cervantes, he vuelto a recibir telegramas azules.

En el acto oficial que tuvo lugar en las Trinitarias estaban formados aquellos soldados descendientes de los viejos Tercios de infantería que bien sabían que ningún rencor les guarda ya don Miguel, a quien ahora cubren de honores; a sabiendas de que varias veces solicitó puesto tanto en Tercio como en las Indias y siempre le fueron denegados. En 1582 solicita plaza vacante en las Indias, pero le es denegada de mala manera y en 1590 vuelve a solicitar vacante en las Indias y le es denegada con un: Busque por acá en que le se haga merced.
El viejo soldado, victorioso en Lepanto, cinco años cautivo en Argel, buscó su merced en la imaginación y encontró el mayor de los tesoros posibles: el descubrimiento del alma humana. Tal vez porque vivió grandes victorias como aquella más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros, y al que acompañó, en palabras de Darío Villanueva, tenazmente también el fracaso y que al fin de sus días, después de haberse desgastado en afanes indignos de su talento, dio a luz una obra genial.
El Tierra, que tiene el mismo nombre, aunque viajando por caminos diferentes, que el periódico que editaba a principios del siglo pasado Ramón J. Sénder, se llenó durante un año de Cervantes y Quijotes y, sobre todo, de caballeros.


José Calvo Poyato, escritor y caballero, nos contó que como soldado, Cervantes fue honrado y valiente, virtudes que exalta en más de una ocasión en el Quijote. Una valentía y honradez que puso de manifiesto en un hecho menos conocido que las heridas de arcabuz que recibió en pecho y brazo en Lepanto. Nos referimos al hecho de que en vísperas de aquella batalla, Cervantes se encontraba enfermo, estaba aquejado de fiebres. Su capitán y compañeros le instaron a permanecer a cubierto durante el combate. Se negó replicándoles que prefería morir luchando por su Dios y por su rey que estar a resguardo mientras sus compañeros de armas arriesgaban su vida. Pidió a su capitán combatir en el sitio de más riesgo y peleó en el esquife.

Fernando Martínez Laínez, escritor y caballero, nos acercó a la misión secreta de Cervantes en Argelia: Existen pocos datos sobre el verdadero contenido de la acción secreta que llevó a cabo el escritor en Berbería, que tenía que ver con la tregua que España y Turquía negociaban bajo cuerda en el Mediterráneo. Todo apunta a que Cervantes, vuelto a España, pidió a Mateo Vázquez que siguiera contando con sus servicios en misiones de inteligencia, algo que, por razones que ignoramos, no se concretó. Lo cierto es que, una vez fracasadas esas aspiraciones, Cervantes cambia las armas por las letras y reafirma su voluntad de emprender carrera literaria. Una decisión que don Quijote de la Mancha y la posteridad le agradecerían.
Francisco Crosas, profesor y caballero, escribió sobre la justicia en El Quijote, esos grandes valores que viven siempre tanto en la realidad como en la imaginación, esos grandes valores y esa ética que componen siempre la base de la totalidad de las cosas reales o irreales: también hay una “justicia” poética... Los personajes, sean elfos o soldados de los tercios de Flandes, deben ser cabales, creíbles; su conducta —buena o mala— debe estar regida por una coherencia moral, sin la cual la obra literaria queda coja. Esta se cumple maravillosamente en el Quijote; a pesar de la parodia, don Quijote se sale con la suya: con golpes o con caídas, el caballero acaba siendo un campeón de la Justicia en un mundo mediocre. Y esa grandeza se aprecia mejor en la Segunda Parte (el Quijote de 1615).

Carlos Belloso, profesor y caballero, nos explicó cómo era Cervantes, pues parece que sólo Cervantes sabía quién era Cervantes: Yo sé quién soy. Pero el profesor Carlos Belloso, por boca de Francisco Márquez, amigo de Cervantes y comisionado por Gutierre de Cetina para la censura del libro, nos clara un poco más quién era Cervantes: Preguntáronme, unos franceses por el autor del libro El Quijote, muy por menor su edad, su profesión, calidad y cantidad. Hálleme obligado a decir que era viejo, soldado, hidalgo y pobre, a lo que le respondieron: Pues, ¿a tal hombre no le tiene España muy rico y sustentado del erario público? (…) Si necesidad le ha de obligar a escribir, plega a Dios que nunca tenga abundancia, para que sus obras, siendo él pobre, haga rico a todo el mundo.
¡Pero hombre, esto es España!, ¿cómo va a tener España muy rico y sustentado a un hombre como Miguel de Cervantes?, ¡Por Dios, en qué cabeza cabe! Morirá pobre, lleno de frustraciones, nada reconocido, tullido por su país, abandonado por sus compatriotas y denostado por sus compañeros de letras.

Una satisfacción recibir esos "correos" azules... A disfrutarlos.
ResponderEliminarUn saludo.