lunes, 7 de enero de 2013

UN AVIADOR INGLÉS

La historia que quiero contar empieza el 11 de noviembre de 1943 y tiene lugar en un pueblo, que ahora está deshabitado, situado a mil metros de altitud entre los valles de Aragón y del Ebro. El pueblo se llama Peña y el protagonista de la historia es el Capitán D.B.C. Walker, Jefe de Ala de la Royal Air Force y antiguo capitán de los Fusileros Reales de Nomthurbenland de 28 años de edad.
La primera noticia que tuve de esta historia fue cuando estudiaba en Zaragoza, al leer un artículo de Miguel Sánchez Ostiz en el ABC literario hace ya bastantes años. El artículo lo guardo todavía en una carpeta azul de cartón, atada con una goma, con el título de: historias interesantes. 
Sobre una gran mole pétrea se levanta Peña, en Navarra, un pueblo ahora sin habitantes, encajonado entre valles, pero con una historia llena de leyendas, unas piedras que hablan de su pasado como fortaleza durante la Edad Media y un terreno que cuando decide ser frío y hostil lo es como ninguno.
En ese pueblo el 11 de noviembre de 1943 los pocos vecinos que todavía habitaban sus valles vieron cómo un avión en llamas que venía del norte se estrellaba tras un vuelo de agonía en el monte Verduces, a poca distancia de donde ellos estaban.
No podían imaginar que ese avión era un De Havilland H88 Mosquito de la RAF Británica que había sido alcanzado en los cielos de Francia, posiblemente durante un raid de hostigamiento a las tropas nazis o alguna operación en apoyo del maquis francés. El avión, envuelto en llamas, vuela sin control y de él salta un primer paracaidista que resultó ser el copiloto A.M. Crow. Crow logró salvar la vida y paradójicamente lo ampararon los vecinos de SOS del Rey Católico, coincidencias de la vida; aunque la vida, y sobre todo la muerte, no suele atender a razones ni azares y el copiloto murió poco más tarde durante unos bombardeos sobre la Berlín nazi.
 Pero volvamos a nuestro capitán Walker. El copiloto ya había saltado y él se dispuso a hacerlo, con la mala suerte de que el paracaídas quedó enganchado en la cola del avión estrellándose en el monte Verduces y muriendo en el acto. Los vecinos de Peña salían de la iglesia, pues celebraban a su santo patrón, San Martín, y vieron cómo su procesión era eclipsada por un avión en llamas. "Los peñuscos, hospitalarios hasta sus últimas consecuencias, le dieron al forastero sepultura en su camposanto".
El cementerio de Peña es poco menos que un cercado de piedras con algunas cruces herrumbrosas que delatan a las tumbas y, entre ellas, de pronto, aparece una lápida grande de piedra, sólida, igual que las colocadas en Gran Bretaña a todos los caídos durante la II Guerra Mundial. Bajo las alas de la insignia de la RAF y de su leyenda “Per ardua ad astra”, aparece la siguiente inscripción: “Jefe de Ala D.C.B. Walker, Royal Air Force y antiguo capitán de los Fusileros Reales de Nomthurbenland. 11 de noviembre de 1943. A los 28 años de edad”. Y debajo de una cruz esta continuación: “Con el amor, la honra y la gratitud de sus padres Alec y Jack”.
 Hay gestos de coraje, lealtad, esfuerzo y arrojo que deben siempre ser recordados y, sobre todo, son las propias naciones quienes nunca deben olvidar a aquellos que dejaron por ellas sus vidas tan lejos de sus casas. “Amor, honra y gratitud”, dice la lápida.
Esa última frase es lo que hace grande a esta tumba.
Leí que cada 1ª de noviembre la Embajada Británica siempre mandaba unas flores para que el capitán Walker nunca olvide que su país y sus conciudadanos lo tienen en su recuerdo, ojalá sea así. También leí que su familia enviaba dinero cada 1º de noviembre para que no le faltaran flores; y, ya convertida en leyenda, también he leído que, ahora, unas manos anónimas le llevan flores cada año, para que nunca falten en noviembre bajo su lápida. Cualquiera de las tres versiones me parece mágica. Posiblemente, las tres han sido ciertas alguna vez. Lo real y sorprendente a la vez, es que en esa tumba de un pueblo deshabitado, a un soldado inglés, que apareció hace setenta años, de pronto, estrellándose con su avión, nunca le faltan unas flores.
La moraleja de esta historia es que cuando vayamos alguna vez de viaje, ya sabemos que el turista y el soldado nunca descansan, y lleguemos a sitios donde murieron personas que contribuyeron a aliviar penalidades a otras gentes, no los olvidemos; y que nuestra mano anónima deposite allí unas flores (no hacen falta muchas, un par de ellas serán suficiente) y una pequeña nota. Si vamos a la Plaza de España de Mostar, el puente de Bijela o la calle Ares Santice dejemos unas flores, veintitrés españoles murieron allí por una causa justa. Si vamos a Cuzco en Perú, no debemos olvidar dejar unas flores cerca de un barranco donde, no hace mucho, murieron cuatro jóvenes cooperantes españolas. Lo mismo si visitamos Tanzania y su distrito de Karatu, donde perdieron la vida unos jóvenes ingenieros.. Si vamos a Turquía, y Trebisonda no queda muy lejos, pues también. En Líbano sé que se depositan flores cada año en el lugar en el que el vehículo de Naciones Unidas, con siete españoles a bordo,  sufrió el atentado; porque estuve allí y lo vi. Y vi a libaneses, que conocieron a aquellos jóvenes y que recibieron su ayuda, depositando flores sobre el monolito. Y si alguna vez los libaneses que los conocieron y supieron de su trabajo ya no están y nadie los recuerda, es deber de la Embajada Española tenerlos siempre en la memoria. Kosovo. Latifiya.  Haití. El Salvador…
Posiblemente, con el tiempo, como el capitán D.C.B. Walker, también se convertirán en leyenda. Por cierto, el capitán Walker se llamaba Donald Cecil Broadbent.

6 comentarios:

  1. MEDITACIÓN EN TIEMPO DE GUERRA

    En una pulsación de la arteria
    Mientras sentado estaba en esa vieja piedra gris
    Bajo el árbol que el viento quebró,
    Supe que lo Uno es animado,
    La Humanidad inanimada Fantasía.

    W.B.Yeats

    Para sobrevivir en esos duros tiempos parece que era mejor pensar que la Humanidad no era real, sino inanimada Fantasía; y sólo quedaba abrazarse a altos pensamientos (lo Uno).
    No debieron ser tiempos fáciles.

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  2. Norberto soy Javier Castrillo, a colacion de esto, te remito al cementerio de Huelva, y estudies la historia de William Martin (el hombre que nunca existio), que esta enterrado alli....con honores militares....

    saludos

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    1. Hola Javier, muchas gracias por venir, y gracias por traerme la historia de William Martin y algún que otro recuerdo de largas caminatas por la Sierra de Guara.

      Me ha parecido muy literaria la historia, sobre todo porque la Literatura está llena de perdedores y de seres anónimos, y aquí hay dos personajes maravillosos.

      El primero es un vagabundo, indigente y alcohólico, muerto en una calle de Gales, que termina siendo protagonista de la invasión de Sicilia y de la entrada de las tropas aliadas por el sur de Europa, y sin cuya ayuda, aun siendo un cadáver, se hubieran perdido muchas vidas e incluso podría haber fracasado el desembarco aliado en Italia.

      El segundo personaje corresponde a las manos que deposita en su tumba flores para que nunca le falten. (Como al Capitán Walker).

      Una de las magias de la Literatura es hacer grande lo muy pequeño. Amén de un acto de justicia.

      Por cierto, ya que eres un tirador del equipo nacional de esgrima, podrías darme alguna que otra lección y así hablamos de estocadas, mandobles, abordajes y aventuras, hechos siempre muy literarios.
      Gracias por venir.

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  3. lei la historia hace tiempo y ayer estuve ahí y busque la tumba del soldado ingles hasta dar con ella porque se nos echaba la noche encima pero la consegui encontrar y la verdad es que me emociono bastante el verla increíble historia en aquellos tiempos aunque fueran gente pobre la que habitaba en Peña le guardaron un lugar donde descansar para siempre cosas que ahora parecen olvidadas en los tiempos que vivimos la montaña es muy dura y sobre todo vivir ahí pero la hospitalidad de esa buena gente de Peña le dejo un lugar donde descansar eternamente.

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    1. Ver la tumba del capitán Walker mientras se echa la noche encima, entre los valles de Aragón y del Ebro sobre la pétrea mole que sostiene a Peña, es como hay que verla. Con la niebla o con la noche. No pocos versos están llenos de niebla y de noche(que se lo pregunten a Neruda).

      Gracias por traernos ayer, que ayer es hoy, el aire de la montaña navarra.

      Hechos como el de los habitantes de Peña con el capitán Walker redimen al ser humano, y la montaña, a fuer de ser dura, es por ello hospitalaria.

      Gracias por tus vivencias que ahora son las nuestras, porque este artículo con tus palabras ha vuelto a reescribirse hoy.

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  4. A los desaparecidos, aunque se hayan sacrificado, se les olvida fácilmente. Es de justicia recordarlos a ellos y sus hechos. Sobre todo para que no se repitan atrocidades .

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