domingo, 29 de septiembre de 2024

LA VIOLENCIA Y LA CREACIÓN DE LOS FANÁTICOS

Después de pasar muchos de mis días entre Marjayoun, Kleyá, Sidón, Tiro y Beirut en un año cercano a la guerra de 2006; y viendo, como siempre, esa espiral de violencia que nunca acaba como la biblioteca infinita de Borges donde desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente, vuelvo a pasar alguna tarde por aquellos lugares. En primer lugar visito Haifa, donde me llevó  por primera vez, Steersman, mi padre, durante la guerra de Los Seis Días, transportando petróleo, y por donde andaba ya Amos Oz, muy joven y soldado.

Agarro de nuevo sus ensayos, sabe de lo que habla mientras se pregunta: «¿Cómo podemos curar a los fanáticos? Perseguir a un puñado de fanáticos por las montañas de Afganistán es una cosa. Luchar contra el fanatismo, otra muy distinta».

Amos conoce de sobra que la violencia que se vive cada día en muchas partes del mundo, y que sostiene a los fanáticos, es algo más que el enfrentamiento entre pobres y ricos, mensaje y discurso equivocado que era muy común a lo largo del pasado siglo XX. Nada más alejado de ello. «No. Es una batalla entre fanáticos que creen que el fin, cualquier fin justifica los medios. Se trata de una lucha entre los que piensan que la justicia, se entienda lo que se entienda por dicha palabra, es más importante que la vida, y aquellos que, como nosotros, pensamos que la vida tiene prioridad sobre muchos otros valores, convicciones o credos. La actual crisis del mundo en Oriente Próximo, o en Israel/Palestina, no es consecuencia de los valores del islam. Se debe a la vieja lucha entre fanatismo y pragmatismo».

El fanatismo es más viejo que el islam, el cristianismo y el judaísmo; pero, todos sabemos que se alimenta muy fácilmente desde el principio de los tiempos con un poco de violencia. Se alimenta y crece hasta magnitudes inconmensurables y no hace falta para ello motivos concretos. Se puede ser un fanático racista y completamente ateo, se puede ser un fanático proabortista y enviar cartas bombas a todas las clínicas del país, se puede ser un fanático nacionalista que son muy fáciles de fabricar; se puede ser fanático por tantas cosas.

Pero lo que de verdad alimenta los barriles de odio es la violencia sobre nuestros seres queridos. Y esa es la que más les gusta usar a los fanáticos; ya lleven turbante, sean halcones o presidan repúblicas. Y para redondear la llamada esos líderes del fanatismo envuelven esas dolorosas muertes y su quejidos con el halo divino de su Dios particular, que normalmente anda en sus cosas entre pobres y no entre ricos, dirigentes de países, intereses petrolíferos o afán por la tierra. Cuando los barriles de odio se vacían «surge la urgencia por "pertenecer a" y el deseo de hacer que todos los demás "pertenezcan a". El culto a la personalidad, la idealización de líderes políticos o religiosos, la adoración de individuos seductores, la sacralización de la tierra como propiedad de unos o de otros bien pueden constituir formas extendidas de fanatismo».

También los dueños de la violencia, y no quiero entrar en el «ellos fueron los que empezaron» saben que es muy difícil rehabilitar a un fanático; que sólo parece que se ha rehabilitado cuando ha conseguido la victoria. Pero, se trata de ponerse la piel de cordero sobre el corazón de lobo. Un fanático no tiene límites en el poder, siempre querrá más porque en eso basa su supervivencia.

Ya ven no basta con perseguir a los fanáticos por las montañas de Afganistán, que después de tantos sacrificios ya sabemos cómo va esa aventura. Si alguien cree que abandonando Afganistán, cuando los talibanes vean que los barriles de odio están vacíos, no va a ocurrir otro ataque es que no sabe que los fanáticos en el poder se retroalimentan con la violencia sobre el otro. Ya elegirán quién es el otro.

Tampoco, creo yo, que sea eficaz una respuesta desproporcionada, matando todo lo que se menea, porque ésa es la mayor máquina de crear fanáticos que existe; y es ese tipo de victoria de creación y multiplicación de adeptos a la «causa» lo que buscaba el último ataque de Hamás o quien ande detrás de ellos, que siempre hay un detrás. No buscaban una victoria militar, eso lo sabían.

Cuando los terroristas, llamémosles así, ven que los barriles de odio se están vaciando porque lo que gente normal como cantaba Jarcha en su Libertad sin ira sólo desea «su pan, su hembra y la fiesta en paz», ejecutarán una acción violenta, cuantos más muertos mejor, para provocar una acción más violenta de vuelta, cuanto más muertos mejor. Así, la violencia nos llenará de nuevos fanáticos a un lado y al otro de la frontera. El fanatismo es capaz de hacer que nuestros seres queridos entiendan que deben convertirse en fanáticos por su propio bien.

Ahora, ya están llenos los barriles de odio nuevamente, hasta que con la recogida de la aceituna de los olivos milenarios, con el tranquilo pastoreo hernandiano de cabras, con el roce desnudo de dos pieles en la madrugada bajo una manta en días de frío o sobre las sábanas en días de calor los barriles de odio se irán vaciando; y cuando los líderes del fanatismo vean que esos barriles de odio andan por debajo de los niveles necesarios, no importan los años que pasen, volverán a usar la violencia para multiplicar nuevamente el número de fanáticos, un número con efecto multiplicador que hará que poco a poco quien crea que está ganando en realidad está perdiendo.




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