domingo, 8 de abril de 2018

LA VIDA DEL CAPITÁN ALONSO DE CONTRERAS,


No eran tiempos fáciles, ni tiempos de misericordia. Quien los vivió, lo supo. Al maese de Campo que era un caballero del Hábito de Calatrava, que llamaban don Andrés de Silva lo cogieron vivo y, sobre quien le habría de llevar, le cortaron por medio, vivo, para dar a cada uno la mitad, que fue lástima cuando le oímos gritar. A los muertos cortaron las cabezas y quemaron los cuerpos, y a los que cogieron vivos les pusieron a cada uno una sarta de cabezas y una pica en la mano con otra cabeza hincada en la punta, y de esta manera entraron en Túnez triunfando. Fue una triste jornada, que así las gastaban los moros.

No, no eran tiempos fáciles, ni tiempos de misericordia, y el capitán Alonso de Contreras fue un hombre de su tiempo; aunque hay que decir en su descargo que nadie consiguió escapar de ellos; y eso que camino de Madrid, a unas siete leguas entró en cuenta consigo y resolvió irse a servir al desierto a Dios y no más corte ni palacio. Pero ni sirviendo a Dios lo dejan a uno tranquilo y allá que lo tratan como a rey de los moriscos planeando una rebelión en el Moncayo; por unas armas con las que topó en Hornachos. Decían: éste es el rey de los moriscos, miren la devoción que andaba en la tierra; y otros decían mil disparates y al final metiéronlo en la cárcel; y temió que le dieran garrote fuera de lugar, suerte que el Corregidor presto halló la verdad, con certeza o sin ella.

El Corregidor sabía que don Alonso de Contreras tuvo, hacía ya mucho tiempo, que andar presto a alistarse con catorce años al ejército de Flandes a servir al rey el año 1597 por un quítame allá esas pajas, cuando sajó con un cuchillo de las escribanías y dio buen consejo a un chaval, hijo de un rico comerciante hasta dejarlo en manos de la gloria. Y qué se puede hacer en el Ejército de Flandes o sirviendo en galeras contra el turco más que golpes de mano, tráfico de cuerpos y de almas, algún saqueo y sablazos a diestro y a siniestro ya fuera contra berberiscos o contra el inglés, que no faltó de nada en su vida, como cuando a sir Walter Raleigh, que en tierras inglesas tienen por costumbre entregar el título de Sir a los piratas, lo puso en Puerto Rico a la brecha, volvióle la proa, arboló sus estandartes y empezó a dispararle y ellos a él; y pronto el inglés se dio cuenta que eran bajeles de armada y no mercantes que andaban en su busca con lo cual se fueron, evitando cruzarse con el capitán.

Pero donde de verdad don Alonso de Contreras ganó doblones fue en sus rapacerías contra el turco, embarcado en las galeras de Pedro de Toledo, haciendo esclavos con cuantos bergantines se topaba o en la toma de las ciudades, vendiendo carne de hombre, mujer o niño en los mercados del Mediterráneo, como buen soldado de la época, que no fue mejor ni peor que ninguno de ellos. En la Mahometa arrancó de sus casas tras la violenta conquista a todas las mujeres y niños y algunos hombres porque se huyeron muchos. Entraron dentro y saquearon, pero mala ropa, porque son pobres bagarinos, embarcamos seiscientas almas y la mala ropa, con que nos volvimos a Malta contentos, y gasté lo poquillo que se había ganado, que las quiracas de aquella tierra son tan hermosas y taimadas que son dueñas de cuanto tienen los caballeros y los soldados. O bien recuerdo aquel otro día en que pasaba un garbo con diecisiete moros y moras; y no se le escapó ninguno y echó al fondo al garbo, para tomar rumbo a Malta donde fue bien recibido y diósele lo que le tocaba de los esclavos.

No, a don Alonso de Contreras no le faltó de nada para ser un hombre de su tiempo: atrapó en Lampedosa al famoso pirata Caradalí; por una infidelidad mató a su esposa y a su amante cuando los halló yaciendo juntos, que el destino anda ciego con los sobrados de valor y no escatima ni una oportunidad al desenfreno y la violencia; casi lo ahorcan por espía en Borgoña; a punto estuvo de ser envenenado dos veces, una en Roma y otra en Osuna que la envidia es abono sobrado en los cobardes; y lo pelea contra una erupción del Vesubio cuando atracaba en Nápoles.

Yo a Alonso de Contreras ya lo conocía de sus días en la casa del señor don Lope de la Vega, el dramaturgo, cuya buhardilla habitó un tiempo que anduvo en Madrid alquilando por algún doblón su espada y su valor a gente que le faltaba o destreza o reaños para hacer ese sucio trabajo de levantar higadillos en plena calle. Pero donde de verdad se me apareció fue en un sótano de una vieja librería en un antiguo volumen forrado de cuero en el que está relatada por su mano La Vida, Nacimiento, Padres y Crianza del Capitán Alonso de Contreras, junto con la obra de Alonso Gerónimo de Salas Barbadillo, La Hija de la Celestina. Las dos al precio de un euro. 

Es por eso que sé de buena tinta que el capitán Alonso de Contreras no era el más honesto de los hombres, pero era un hombre valiente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario