Con
Rafael Sánchez Ferlosio y su Jarama hice un viaje a La Coruña, cuando
llegar al fin de la Tierra, que era mi destino, costaba un día entero en tren. La
Sierra de Madrid y los ríos Jarama y Guadarrama los había visitado con mucha
asiduidad buscando un poco de historia de la Guerra Civil; no faltan
trincheras, búnkeres, vainas de munición, y otros desperdigados retazos de
aquellos tiempos que trajeron aquellas guerras. Describiré brevemente y
por orden estos ríos, empezando por Jarama: sus primeras fuentes se encuentran
en el gneis de la vertiente sur de Somosierra, entre el Cerro de la Cebollera y
el de Excomunión. Corre tocando la provincia de Madrid, por La Hiruela y por
los Molinos de Montejo de la Sierra y de Prádena del Rincón.
¿Me
dejas que descorra la cortina? Me gusta ver quién no pasa.
Rafael
Sánchez Ferlosio parece que no cae bien a nadie, porque es de ese tipo de personas
que descubre con una facilidad abrumadora las fallas, los defectos, las
inmoralidades y las traiciones que viven en nuestra alma y que nunca nos gustan
que aireen. ¿Qué se creerá ese?
Yo
siempre intenté caerle bien y pronto le expresé todo aquello que yo pensaba que
él había hecho por la cultura; y sin avisar se saca de la manga un papel
firmado por un tal Walter Benjamín que pone escrito: No existe documento
de cultura que no sea a la vez documento de barbarie.
Este
tipo de gente se busca enemigos en todos los frentes, trata por igual a todos
los impostores, él incluido, sin importarle el color, ideología, raza, culto o
devoción: Es que la voz más pobre se hace siempre la más autoritaria: no
consiguiendo ya ser entendida, tiene que resignarse a ser obedecida.
Mientras
abre la cortina de la ventana, me explica con voz agria: no es cuestión
de lo que se vea o se deje de ver. Yo no sé ni siquiera si lo veo; pero me
gusta que esté abierto, capricho o lo que sea. De la otra forma es un agobio,
que no sabes qué hacer con los ojos, ni dónde colocarlos. Y además, me gusta
ver quién pasa.
Con
ojos social-realistas, que el rechaza, ha estado viendo la sociedad durante un
siglo, y con ojos de realismo mágico (o eso cuentan) la miró veinte años antes
que esa novelística sudamericana que deslumbró: una noche de lluvia descendió
sobre el jardín un viento remoto. Alfanhuí tenía la ventana abierta y el viento
se puso a agitar la llama de su lámpara. Se estremecieron, en las paredes, las
sombras de los pájaros…
Él,
como no podía ser de otra manera, abomina de las dos y espera que sus ensayos
sean, si quedase algo, su palabra postrera.
-
Permítame, señor Ferlosio, que no esté de acuerdo con usted- y empiezo a
contarle en detalle mis experiencias personales con la novelística
hispanoamericana.
- Las
llamadas experiencias personales, quizás sean necesarias, y hasta pueden
reportar en ocasiones alguna utilidad, pero es de todo punto imprudente e
inadecuada la garantía que suele atribuírseles- dice mientras sigue
observando por la ventana.
Hay
algunos que le recuerdan de dónde viene, otros le observan dónde está y otros
le auguran dónde va; pero él sabe que no puede caer bien a nadie y les explica
la razón de tener ideas: Tener ideologías no es tener ideas. Estas no son
como las cerezas, hasta el punto de que una misma persona puede juntar varias
ideas que se hallan en conflicto unas con otras. Las ideologías, en cambio, son
como paquetes de ideas preestablecidas, conjunto de tics fisionómicamente
coherentes, como rasgos clasificatorios que se copertenecen en una taxonomía o
tipología personal socialmente congelada. Sólo hay unos cuantos tipos de
persona, y cada cual desea ser reconocido por aquellos a quienes pertenece.
- ¿Ves, Norberto? Nadie ha hablado de la palabra indulgencia: Tolerancia no, como si cualquier credo fuese bueno dentro de sí mismo, sino todo lo más indulgencia, porque lo que sí es seguro cuando menos, es que todos son malos fuera de sí mismos.
-Ahí
queda eso-, le digo al maestro, y le comento que me alegré mucho cuando vi a
nuestro Rey entregándole el Premio Cervantes, que durante largo tiempo mereció;
porque la verdad es la verdad la diga Agamenón o su porquero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario