jueves, 13 de agosto de 2015

KLABUND, MAHOMA, LA NOVELA DE UN PROFETA


Que todo hombre haga lo que quiera hacer, piense lo que quiera pensar, ejercite sus habilidades y sueñe su sueño en libertad.
Libertad, coraix, libertad a todo el que es hijo de una madre. A toda mujer, hija de un padre.

Así habló el Profeta y los cubrió con su voz como un escudo.

Ya no hay duda de que este hombre ha de traer la paz y la concordia a las tribus del desierto, que hasta ahora viven en continua beligerancia, zozobra y preocupación, pues sólo la muerte y la esclavitud rodean sus continuas disputas. Ahora que escucho a este hombre; más humano que cualquiera de los hombres, he de descreer de los dioses Lat y Uzza que rodean la piedra sagrada. Escalaré el monte Hira, me uniré a coptas, beduinas, cristianas y judías. Me uniré a todas las tribus.

Se acabó. Con oro comprabais esclavos. Pero un esclavo es una persona como vosotros, con sangre en las venas y un alma en el corazón. ¡Que sean libres todos los hombres! Porque todos los hombres son hermanos creados según la única imagen del único Dios.

Él mismo cuenta cómo se le apareció el Arcángel Gabriel para traer un nuevo mensaje de esperanza y serenidad; recitando palabras de tolerancia y paz.

Este hombre pide milagros para los leprosos. Su pierna izquierda era poco más que un muñón verdoso carcomido por gusanos blancos, a todos los convirtió en animales y fueron felices.

Ha creado un Estado en Medina, con el simple significado de ciudad, Mahoma llegó a Medina cuando el astro se dirigía hacia el oeste y hubieron pasado doce noches del mes de rabia-l-awwal. Ha introducido el impuesto de pobreza y ha dado la libertad a todos los esclavos y esclavas. Ha desdeñado el oro y habla de un solo Dios, el del amor. No ¡oro!, sino ¡espíritu! Después de pronunciar esas palabras alguien lanzó una piedra sobre él y luego muchos otros lo hirieron gravemente. Pero él no se arredra, sus ojos hablan por él y de su boca siguen saliendo palabras que alterarán para siempre el futuro del desierto y de su mundo: Pero, vosotros, nobles señores y ricos mercaderes, ¿qué sois vosotros? ¡Rígidas estatuas de heces cubiertas de vestidos de seda!

Anda recitando, dicen que no sabe leer ni escribir, un Libro que suena como si fuera música. Otros, más tarde lo escribirán sobre piel de cordero, pergamino, papiro o papel. Otros, más tarde, lo interpretarán y el mensaje de aquellos que se rindieron a la voluntad de Dios correrá por caminos nunca sondados por el Profeta.

Una noche volvió a aparecérsele el arcángel Gabriel con un caballo blanco y subiéndolo a su montura en un nocturno vuelo de estrella lo llevó a Jerusalén: En el cielo de Jerusalén se le acercaron Abraham, Moisés y Jesús para abrazarlo y llamarlo hermano. Juntos oraron y Mahoma les leyó de su libro que todavía no estaba escrito: El Corán. Cuando hubo terminado todos lloraron y Cristo lo besó. El Cristo, nuestro Cristo.

Este hombre ha prohibido la práctica del infanticidio femenino, muy común en la Arabia de aquella época, concedió el derecho a la mujer a la educación, y a poder tener propiedades y a heredar, y por ende a realizar actividades mercantiles. Nada dice el Corán de que las mujeres deban llevar velo o que deban recluirse en habitaciones distintas de la casa. Eso ocurrirá cuatro o cinco generaciones después de la muerte del Profeta. Y yo me extraño.

Y ha mandado a su mujer cristiana, María, la copta, a recorrer la ciudad de La Meca cantando la segunda sura del Corán: somos Dios, venimos de él y a Él nos conduce nuestro camino. Combatid para dios a los que son contrarios a Él y a vosotros. Sed fuertes y valientes: que el espíritu os anime. Pero no seáis los agresores. Dios no ama a los agresores. Ese hombre habla del derecho a defenderse, nunca a agredir, nunca a hacer daño. Sin perdón no hay vida. Sin perdón no hay paz. Si alguien mata a un ser humano es como si hubiera matado a toda la Humanidad.

No negaré que he rezado en las Mezquitas de Beirut y Marjayoun.
No negaré que he rezado durante la Pascua ortodoxa, camino de Trevinje.
No negaré que he rezado por el rito maronita junto al río Hasbani, afluente del Jordán.
No negaré que oí rezar en hindi, a un Dios desconocido, uniéndome como mejor supe a mi compañero.
No negaré que me he arrodillado ante una estatua de Buda en Chengdú.
Y no negaré que sentí alegría cuando, en Cambridge, unos buenos amigos mormones rezaron por mi recuperación cuando me lesioné luchando por un balón en el reino de los Icenos.

Porque nunca he conocido una religión que no tratara de que la bondad y la libertad del hombre se impusiera sobre la perversidad, la crueldad y la podredumbre del alma humana; motivo por el que creo que la religión es ese bien impagable que posee nuestra alma gracias a Dios; por mucho que los extremistas, los asesinos y los violentos quieran adueñarse de ella porque Dios, no hay Dios más que Él y para Él tiene el nombre de BONDAD.

Dando vueltas por esas ferias ambulantes de libros descatalogados y vendidos al peso, me encontré con un raro y delgado volumen escrito en alemán acerca de Mahoma y firmado por un tal Klabund, que rubricaba otros papeles más mundanos como Alfred Henschke; y que, adscrito a la corriente expresionista, llena de sueños y de mitos la biografía del Profeta, mezclándolos con su mundo interior. Merece la pena leerlo.

Muchas veces he escuchado la llamada al rezo desde el minarete de una mezquita, en Sarajevo, Mostar, Marjayoun, Beirut, Sidón, Bamako, Koulikoro..., y siempre la oí como si fuera la palabra de Dios, porque siempre he pensado que sólo los hombres buenos son capaces de hablar con Dios:

Admito que no existe más Dios que Alá
Admito que Mahoma es el apóstol de Dios
Venid a rezar
Venid a rezar 

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