Nacer un 18 de enero no tiene importancia alguna, porque nacer es el único hecho de nuestra vida sobre el que no hemos mediado; pero, con ese afán de contar el tiempo que tiene la Humanidad temerosa de que se le acabe, lo estoy celebrando cada año desde que nací.
Pero este 18 de enero es especial porque paso a la situación de reserva dentro del Ejército. Se acabó mi vida militar en activo. Por eso, quiero contar esta historia de estos últimos cuarenta años; que cuarenta años no es nada. Y tengo que contarla porque me ha dado la sensación de que la he vivido rodeado de "ángeles". Y es que estoy seguro, y lo juraría por mi vida, que se han cruzado muchos de ellos en mi camino.
Cuando Steersman, mi padre, me preguntó, después de dedicar mi tiempo de bachiller a la literatura y al fútbol, que qué quería estudiar no sabía que contestarle; y, como siempre quise ser como él, le dije Naútica en la Escuela de Cádiz para ser marino mercante como toda mi familia. Steersman me aconsejó: «que mejor que estudiara otra cosa; que si la vida en un mercante, que si no es lo que parece...» Y le hice caso. Así que decidí preparar las oposiciones a la Academia General Militar de Zaragoza. Partiendo de la base de que siempre quise ser escritor o, al menos, escribir el resto de mi vida.
Contra todo pronóstico, por mis muchas facultades con las letras y las justas con las ciencias, terminé aprobando el ingreso y metido en una dinámica de Cálculo, Álgebra, Física, Química, Electrónica, motores y no sé qué asignaturas más, con tan poco lustre para los poetas.
Y a partir de ahí comienza mi historia de ángeles.
Podría nombrar a muchos, pero me voy a referir a unos pocos como ejemplos.
Ya conté antes que ingresé en la Academia General Militar. Era 1 de septiembre de 1985 y quedaban cinco años por delante. Cuando la situación en la Academia General Militar se hacía insostenible porque entendí que el mundo podía utilizarme mejor en otra profesión más acorde a mis aptitudes, apareció el primero: un joven comandante que me animaba diciéndome que allí debía de haber, sí o sí, gente como yo; y su ayuda llegó hasta unos límites tan altos, a lo San Juan de la Cruz que le di a la caza alcance y siempre le estaré infinitamente agradecido.
Sin él, igual me hubiera quedado por el camino. Sin él y sin las bibliotecas de la Academia General Militar, las dos que había; la del Recreo Educativo del Cadete REC y la propia de la Academia. Allí me llené de literatura. Fueron cinco años entre Zaragoza y Ávila y, además, llenos de las bibliotecas que me encontraba por el camino.
El siguiente "ángel" apareció a la vez que las misiones en el exterior. Un comandante que vivía en la misma residencia militar que yo, joven teniente, y que andaba elaborando las listas para el Escalón Avanzado Logístico EALOG.: «¿Te gustaría ir a Bosnia? No es que la situación esté muy bien allí, pero para un joven teniente puede ser una gran experiencia». «Cuente conmigo, mi comandante». «Aquí también tiene que haber gente como tú, Norberto». Esa última frase, me encanta.
Y a partir de ahí, mi vida de aventuras y escritura cobró algún sentido. Seguía pensando, sin embargo, que por mis aptitudes la vida civil, ahora que ya podía dedicar mis horas libres a la literatura mientras estudiaba Filología Española, podría darme otras oportunidades.
Pero siguieron llegando ángeles a mi vida y no había manera de desatar ese nudo llano con el que me até al Ejército un año de 1985. El Ejército entre misiones y visitas esporádicas me ha llevado a: Bosnia, Kosovo, Bosnia, Líbano, Mali, Turquía, Mali, Bosnia, Mali, Eslovaquia. Y eso me ha llenado de Literatura; incluso me permití en mi último viaje a Sarajevo entregar mi libro: "Misión Bosnia, la ruta de los españoles" en la biblioteca destruida y quemada por el odio de Sarajevo durante la guerra o descubrir la verdadera sabiduría cerca de Tombuctú. Y así siempre...
Cuando terminé Filología española, y la literatura y las bibliotecas comenzaron a llamarme más de la cuenta la atención, pensé que podría estar bien dedicar mis días a dar clases de literatura en algún lugar civil. Lo comenté; y a los dos días apareció otro "ángel" diciéndome que podría dar clases cerca de casa en la Academia de Infantería de Toledo. No era de Literatura, pero me apunté a ser tribunal de todas los trabajos de fin de grado de Historia. Aprendí muchísimo con los trabajos de los alumnos, muy preparados, por cierto, en la mejor Academia de Infantería del mundo.
Cuando, por tiempo máximo de permanencia, tenía que abandonar la Academia de Infantería y mi puesto de profesor; ya andaba escribiendo para alguna revista con algún premio literario, de por medio, sin importancia alguna; de nuevo, apareció otro "ángel" que me ofreció dirigir un periódico, hacer películas, crear un blog y un canal de podcast, llevar un periódico digital, ser jefe de publicaciones del Departamento de Comunicación, hartarme de escribir artículos y no sé qué más. No tuve más remedio que decirle que sí. Además, me convenció fácil: «Aquí, solo puede venir alguien como tú, Norberto»
Y ahora, que iba a pasar a la reserva y que me iba a dedicar a la escritura a tiempo completo, va el azar, que suele hacer muy bien las cosas, como escribió Cortázar, y en una comida me preguntan que qué iba a hacer en la reserva. Y yo, "que no tengo maldad", les dije que a pasar mis horas entre la biblioteca Nacional y la de Chamberí que me cae cerca: leer y escribir.
Pues, sí señores, al día siguiente me llama otro "ángel" y me dice: «Norberto, si vas a pasar tus horas en una biblioteca, ¿por qué no te quedas en la biblioteca del Cuartel General del Ejército y la diriges? Ahí tiene que haber alguien como tú». Tampoco pude negarme. Y aquí estoy en este momento. En la reserva y de Director de una Biblioteca.
Y en estos cuarenta años de mi vida en activo en el Ejército de Tierra he hecho casi de todo: "ser panadero en una panificadora, trabajar en una lavandería, ser arriero con una recua de mulas que podían transportar la luna por la montaña, hacer guardias, llevar convoyes de camiones, ser contable, llevar contratos, ser profesor, ser periodista, hacer películas y ¡ahora! ser bibliotecario". Y encima he hecho todo esto con ayuda de ángeles; aunque para ser sincero tengo que decir que no todo han sido ángeles, pero con unos cuantos es suficiente.
Así que, ¡cómo no te voy a querer Ejército de Tierra!
P.D. : Aunque ahora, tengo que confesar que lo que yo quise contestarle a mi padre cuando me preguntó al acabar el bachiller que qué quería estudiar era: «Es que yo, papá, estoy perfectamente capacitado para no hacer absolutamente nada. Rentista a lo Montaigne o a lo Thomas Mann sería una muy buena ocupación».