domingo, 7 de mayo de 2017

LA BUENA TIERRA, PEARL S. BUCK

El anciano dejó que sus escasas lágrimas se le secaran en las mejillas, donde dejaron unas manchitas saladas. Y luego se bajó, y cogiendo un puñado de tierra la retuvo en la mano.

He sido un turista accidental en muchos lugares, y en esas ocasiones siempre tuve la sensación de que nunca llegué a poner un pie en aquel sitio; pero a otros lugares he viajado con el corazón que es la única forma verdadera de viajar. Ese destino, siempre incapaz de prever el futuro y que mueve sin responsabilidad los hilos de las personas, me llevó a China, uniendo con un invisible hilo rojo mi vida a una tierra desconocida y lejana por donde el sol decide cada mañana nacer.

Cuando se acercaba la fecha de mi viaje a China, y como suelo hacer, me agencié unos libros que hablaran de aquel país de ese lejano Oriente, que los latinos derivaron del verbo orīri, nacer, y Borges lo derivó de la palabra aurum, oro: el lugar donde nace la luz, donde nace el oro. Y allá que me fui, no sin antes coger de las estanterías de casa de mis padres un volumen de obras de Pearl S. Buck publicado por la Editorial Mundo Actual de Ediciones de la colección Biblioteca del Siglo XX y que siempre anduvieron en la estantería de mimbre de la antesala, sin que yo les hiciera mucho caso: La Buena Tierra, Viento del Este, Viento del Oeste; y La Estirpe del Dragón.


Así que durante los largos viajes en tren que tuve que hacer antes de volar a Sichuan, puse mis pies en China de la mano de aquella hija de pastores presbiterianos que marcharon de misioneros a Chinkiang a finales del siglo XIX: De la tierra salimos y a la tierra hemos de ir..., y si sabéis conservar vuestra tierra, podréis vivir..., nadie puede robaros la tierra...; pero Wang Lu estaba equivocado; sólo quien ha vivido la tierra quiere conservar la tierra, sólo quien ha sufrido la tierra quiere volver a la tierra; y esas dos generaciones que Tocqueville, en su lejano Occidente, enumera para que la riqueza vuelva a repartirse mediante la multiplicación de herederos que abandonan la tierra, son las que necesita la familia de Wang Lu para deshacerse de la tierra de la que nacieron, que les dio a partes iguales la pobreza y la hambruna; la riqueza y la prosperidad.

- Estad tranquilo, padre nuestro, estad tranquilo. La tierra no se venderá.
Pero, por encima de la cabeza del anciano, se miraron y sonrieron.

No me faltaron razones para sufrir la dureza de la vida de un campesino pobre que labra su trozo de tierra, porque el aire y la tierra estaban llenos de espíritus malignos que no podían sufrir la felicidad de los mortales, especialmente de los pobres; no me faltaron razones para vivir con el personaje de alma más profunda de toda la historia, O-Lan, la esposa de Wang Lu: a Wang Lu lo mortificaba que la esclava no hubiera de ser bonita. Le habría gustado una linda esposa. Al menos, no quiero una mujer picada de viruelas, le dijo a su padre. O-Lan era una esclava de la Casa Grande y que Wang Lu compra, no posee más dinero, para él poder levantarse un poco más tarde y tener muchos hijos que le ayuden a sacar la sangre de la tierra, y ella cumple con creces, ¡hijos cada año, la casa estaba habitada por la buena suerte!, como una esclava ahora de su marido, esclava de un esclavo, dándole hijos y volviendo al trabajo del campo después de cada parto, sola, en su habitación, marcada en la sumisión pero con su pequeña dosis de orgullo: Cuando yo vuelva a esa Casa, será con mi hijo en los brazos. Y mi hijo llevará una túnica roja y pantalones rojos floreados, un sombrero pequeño con un Buda cosido al frente, y en los pies unos zapatos atigrados. y yo llevaré zapatos nuevos y una túnica nueva de satén negro, y entraré en la cocina donde pasé mi vida, y en el salón donde está sentada la anciana con su opio, y mostraré mi hijo a los ojos de todos. Es O-Lan quien trae la riqueza a la casa de Wang Lu, en una escena prodigiosa de sufrimiento y valor, pero con la opulencia, no se dará cuenta de que traerá todos sus vicios; pero así es el alma humana con riqueza o sin ella en Oriente o en Occidente, siempre es difícil volver a la tierra.


Pearl S. Buck muestra la sociedad china, anterior a la Revolución de Mao, en La Buena Tierra, esa sociedad cerrada, con el huracán de la pobreza rondando la casa de los campesinos, con lluvias o sin ellas, donde el hombre y, sobre todo, la mujer son la pieza de cambio de los pobres; y la esclavitud su única salida:

Cuando los ricos son demasiado ricos hay recursos, y cuando los pobres son demasiado pobres hay recursos. el invierno pasado vendimos dos niñas y pudimos resistirlo, y este invierno, si la criatura que lleva mi mujer en el vientre es una niña la venderemos también. No he conservado más que una esclava: la primera. Cuando los ricos son demasiado ricos hay otro recurso, y si no me equivoco no ha de pasar mucho tiempo sin que se acuda a él. Esto escuchaba Wang Lu de boca de otro esclavo que durante la hambruna había perdido sus tierras y, como él, trabajaba para los Señores de la Casa Grande. Y Wang Lu no lograba comprender a qué podía referirse aquel hombre cuando decía: "Hay un recurso cuando los ricos son demasiado ricos". Tal vez, Pearl S. Buck anticipó, con veinte años de antelación, con ese don profético que a veces muestran los escritores, la revolución de Mao; y ese recurso, con el que cuentan los pobres cuando son demasiado pobres y los ricos demasiado ricos, fuese la revolución. Sólo Perla lo sabe.

Yo viajé a China de la mano de ese hilo rojo que une a las personas para siempre, sin importar si salieron directamente de la tierra o de un vientre de mujer. Yo, sin ir más lejos, salí del mar, pero el hilo rojo me unió para siempre con una tierra lejana donde duermen los sueños y donde nace el sol. Aunque ahora cada mañana el sol nace aquí cuando abre sus ojos la lluvia que trae todos los deseos: Yu Yuan.









1 comentario:

  1. Una entrada preciosa y un merecido reconocimiento a la literatura de esta autora, también a mi me acompañaron sus novelas halladas en aquella estantería pérdida de la casa de mis padres. Un abrazo.

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