Creo
que la resistencia y la humildad, la fe y la duda, la desesperación y la
esperanza pueden alentar de forma simultánea en nuestro espíritu. De hecho una
solución absoluta invalidaría el don más inmenso que Dios ha otorgado a la
Humanidad… el libre albedrío.
Nunca
imaginé no ser libre, nunca imaginé vivir en Un Mundo Feliz incapaz de
hacer otra concesión a nuestro espíritu que el disfrute de un goce continuo,
cercenado el don de poder elegir.
A Joseph
Shapiro me hubiera gustado conocerlo en el Muro de las Lamentaciones, pero lo
conocí en una biblioteca. Mejor que nos hayamos conocido en una biblioteca, me
dijo, En el Muro el Todopoderoso inspira allí el tráfico de dinero las
veinticuatro horas. Sí, le contesté, He conocido muchos sitios así; que
si el crucificado volviera al Templo sacaría el látigo, espantando palomas y
animales, azotando a mercaderes y arrojando escaleras abajo las mesas donde
están depositadas las monedas que son del César.
Ya
sé que te has convertido en un baal tshuvah, le dije, has retornado del
lugar por donde pasamos casi todos. Yo todavía estoy en él. Sí, me contestó, mi
alma ha vivido mucho tiempo en el exilio y ¡qué exilio…., qué amargo exilio!
Sabía,
por lo poco que había leído de él, que sufrió el nazismo, que huyó pisándole la
muerte los talones a la Unión Soviética, que allí se curó de sus
aflicciones comunistas; cualquiera que viva en ese país no puede conservar por
mucho tiempo ilusión alguna.
Bueno,
le dije, puede que la dirección elegida o impuesta en la Unión soviética no
fuera la correcta, pero…; Ciertamente, me cortó, Stalin era
absolutamente rechazable, pero si Trosky o Kamenev hubieran seguido en el
poder, o se hubieran unido los bolcheviques y los mencheviques, Rusia ahora sería
un paraíso. Y si la abuela tuviera ruedas, sería un tranvía. Ya
conoces como esos tipos amantes únicamente de la libertad propia se
engañan a sí mismos. Muchos de los judíos rojos que nos habían amenazado a mí y
a mis semejantes con la horca, habían muerto en cárceles soviéticas o habían
sido sometidos a torturas en los campos de concentración de Stalin.
Sé
que luego emigraste con tu mujer a América, a Nueva York continué hablando. Sí,
me contestó, Y allí me empocé en el capitalismo haciendo dinero a manos llenas,
cuando una persona hace mucho dinero pero le falta fe, empieza a
preocuparse de una sola cosa: ¿Cómo lograr el máximo placer?; en realidad
siempre supe que mi vida era una vergüenza y un deshonor: toda esa codicia de
dinero, mis enredos con mujeres, el formar parte de una sociedad que era
corrupta desde el principio al fin y cuya justicia residía en alentar el
delito.
Después
de vivir en todos los paraísos posibles decidí abandonarlo todo, negociar
cuanto poseía y marcharme a Israel. No le voy a contar todo, me sonrió, se
necesitaría demasiado tiempo para relatar cuánto hube de pasar desde el día en
que perdí a mi mujer, a mi amante y mandé a hacer puñetas mi negocio. Mi única
salida era el retorno al judaísmo. Yo le respondí que no todos los judíos talmúdicos
son santos y para aceptar las leyes de Shulhan Arukh se tenía que creer en la
Torah y en la Gemará y en que, todo cuanto los rabinos han escrito fue dado a Moisés
en el monte Sinaí. Tú sabes, le dije, que vivimos en un matadero y en un prostíbulo
y eso no lo va a cambiar nadie nunca. Entorna los ojos y me dice, desde ayer no
como carne aunque acabe condenado a terminar en la Gehenna; y, además,he decidido abrazar al judaísmo.
Y continúa hablando: ustedes sirven a unos ídolos que
yo he terminado por rechazar después de haberlos abrazado a todos: han
dedicado años a aprender idiomas. Se pasan la vida persiguiendo placeres que no
son tales placeres. Se someten a operaciones de nariz. Luchan, en una batalla
perdida de antemano, por no hacerse viejos. Mucha gente como usted, y me mira
fijamente, ha perdido la vida en nombre del comunismo, del nazismo, del
capitalismo o de cualquier otro “ismo”. Todas las cárceles y los hospitales están
llenos de gente que se sacrificaron por unos dólares, por una mujer, por un
juego de azar, por una carrera de caballos, por venganza, por drogas y sólo el
diablo sabe por cuantas cosas más.
Joseph,
le digo, el problema de la sociedad no es la elección entre religión o no; sino
entre ética y moralidad o no. Sin religión no existe nada semejante a la
moralidad, me contesta, de todas las mentiras del mundo, el humanismo es la más descomunal. En el mundo en el que vivimos nadie se libera
de la pasión humana más nefasta: la necesidad de ser importante. Pero, el Señor
es bueno con todos, y sus dulces dones se revelan en todas sus obras.
En la
biblioteca nos llaman la atención por hablar tanto y hacer ruido y nos invitan “amablemente”
a salir. Sin desaprovechar la ocasión el maligno, estoy seguro, antes de que yo
cierre el libro El Penitente, editado por Plaza y Janés en el año 1983,
y que había extraído de la estantería BP-IV-58-D dos horas atrás, me agita para
que le pregunte a Joseph Saphiro: Sí, pero, ¿dónde estaba tu Dios cuando
los nazis jugaban con los cráneos de los niños judíos? Si en realidad él existe
y permaneció en silencio, Él es tan asesino como Hitler.
El
bibliotecario definitivamente me pide que cierre el libro y lo deje sobre el
carro que duerme en el pasillo esperando las devoluciones. Comprenderá, me dijo
serio, que a una biblioteca no se viene a hablar. Yo sólo sonreí; y pensé para mí;
pues yo no vengo a otra cosa; si Isaac Bashevis Singer, y otros como él,
estuvieran en la cafetería de la esquina no pisaría una aburrida biblioteca.
Es la primera vez que leo una reseña sobre la obra de I. B. Singer. Desde que leí "El esclavo", hace muchos años y por casualidad, no he dejado de buscarlo y pocas veces lo he encontrado entre otros que lanzan su voz al mundo. Creía que a pesar de ser Nobel, no le interesaba a nadie o pocos lectores, es una grata sorpresa leer sobre él. Un saludo.
ResponderEliminarNunca ha sido un buen índice calificar a los escritores a través de sus lectores. Posiblemente hoy en día, a Cortázar no le hubiera publicado ningún editor su inconmensurable Rayuela, ni sus lectores serían jóvenes de entre veinticinco y treinta años. Cada época tiene sus lectores. El Quijote fue un best seller en su momento y ahora no lo lee nadie. Pero no importa, los libros pueden esperar escondidos treinta años como La Regenta o doscientos como La Lozana Andaluza. o vivir encerrados en un monasterio en las épocas oscuras. ¿es esta una época oscura?
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