sábado, 21 de mayo de 2016

AMAR O ABORRECER, EL CORAZÓN DE SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ

A Sor Juana Inés de la Cruz llegué por motivos del corazón. 

Hay unas mujeres a las que me hubiera gustado conocer, incluso amar, pero los azares mezquinos de la linealidad del tiempo me lo impidieron: a las hermanas Brönte, a las tres, y a cualquier hora en el páramo; a Emiliy Dickinson, en su encierro en casa de su padre; a Virginia Wolf, a la orilla de un río con los bolsillos llenos de piedra; a María Zambrano, cuando cruzaba las piernas en las tertulias y a todos los sesudos académicos les daba por soñar; a Maruja Mallo, en un lluvioso día compartiendo horas en un hotel de Madrid, a Alejandra Pizarnik, de su mano por París o Buenos Aires; a Gabriela Mistral, entre su amante y ella, las dos tan bellas; a George Sand, escuchando los sones de un piano, medio desnudos por las playas de Mallorca; a Safo y a sus discípulas en Lesbos; a Mary Shelley, en el Polo Norte, buscando un hombre desfigurado y enorme que acaba de nacer con ese tamaño y esas formas; a Anna Ajmatova, en San Petersburgo; a Dorothy Parker, con sombrero o sin él; a Marina Tsvetaiva, llevándole su maleta mientras es deportada a Siberia por los stalinistas; a Sor Juana Inés de la Cruz en la corte del virrey o en su encierro voluntario...; a tantas.

Como he contado antes, a Sor Juana Inés de la Cruz llegué por motivos del corazón. Es un lugar común en la poesía, y en la vida, que un enamorado o enamorada sean respondidos a su pasión con el desdén por parte de la persona amada: el eterno dilema de amar a quien no nos ama y ser amados locamente por quien aborrecemos. La poesía del Siglo de Oro está llena de retazos de vengativos poetas quejándose de almas desdeñosas.

La pregunta que surge en estas situaciones es la siguiente: ¿Qué es mejor: amar o ser amado? ¿Merece la pena vivir el daño de amar furiosamente sin ser correspondido? ¿Sufrimos, también, cuando nos aman con locura sin corresponder? Si hay que elegir entre una de estas dos situaciones; ¿con cuál de ellas nos quedaríamos?
Estas disquisiciones surgieron durante uno de esos cientos de viajes que anduve haciendo, llevando y trayendo camiones por Croacia y Bosnia. Uno de esos días en que hablar sienta bien, Adriana, la intérprete, me preguntó sobre mi vida y le dije que en ese momento me encontraba muy bien, que por fin me sentía de verdad, de verdad, querido por una mujer.
Adriana me miró y dijo, sorprendiéndose: "No, no. Es más importante el sentimiento de querer que el de ser querido; Amar es más intenso que ser amado, El que te quieran perturba menos el corazón, el amar es una sacudida dificilmente comparable".
"Llegó un momento, Adriana", le respondí, "que me cansé y decidí que me movería más a actuar la oportunidad de ser amado que la de amar". Ella siguió en sus trece y yo decidí recurrir a Sor Juana Inés de la Cruz

Al que ingrato me deja, busco amante;
al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata;
maltrato a quien mi amor busca constante

Al que trato de amor, hallo diamante,
y soy diamante al que de amor me trata;
triunfante quiero ver al que me mata,
y mato a quien me quiere ver triunfante.

Si a este pago, padece mi deseo;
si ruego a aquel, mi pundonor enojo;
de entrambos modos infeliz me veo.

Pero yo por mejor partido escojo,
de quien no quiero, ser violento empleo,
que de quien no me quiere vil despojo.

Con 29 años, prefieres, sin duda, ser violento empleo de quien te ama y aborreces, que vil despojo de quien amas y te aborrece. Sor Juana Inés me dio una respuesta que yo no tenía, Adriana no se convenció y seguía pensando que era más intenso amar que ser amado.

Yo, entonces, no sé si era más intenso y bonito amar que ser amado, pero era mejor para mi salud emocional de entonces lo contrario. Han pasado muchos años; y ahora que las pasiones se han apagado un poco, pienso que padecer por activa y por pasiva, pues se padece en querer y en ser querida, no es lo más conveniente para las almas sensibles. Y creo que las dos tenían razón Juana y Adriana, y las dos no la tenían.
Sobre todo porque aprendí en un paseo por París, con los cuellos del abrigo levantados y fumando más que un carretero, que el amor es del todo ingobernable, Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiera elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque la aman, yo creo que es al revés. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige. Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto.

Nos encontramos en la frontera de Metkovic, y me alegro de que por primera vez me sienta amado de verdad, cuando yo no elegí nada.

De nada puedo serviros,
señora, porque soy nadie,
mas quizá por aplaudiros,
podré aspirar a ser alguien.
Hacedme tan señalado
favor, que de aquí en adelante
pueda de vuestros criados
en el número contarme.

Cuando yo pueda volveré a ir a México, espero que no falte mucho.










2 comentarios:

  1. Peliaguda cosa la del amor, ¿no?

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  2. Soy admiradora de casi todas las escritoras que has nombrado. Mis favoritas, Sor Juana y Virginia, con todas me hubiera gustado charlar del tema planteado y otras cosas.Sobre el amor y la manera de vivirlo hay mucho escrito y susurrado.
    Buena entrada
    Saludos

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