Elías
Canetti fue un fugitivo. Yo lo conocí en Viena, cuando lo anduve persiguiendo a
la vez que acosaba a Twain, Kafka y Roth; y a toda esa legión de malditos que pretendían
escribir con osadía y libertad, sin pagar tributo alguno.
Ya
sus antepasados, los Cañete, de Cuenca, tuvieron que huir de la España sefardí oprimidos
por la intolerancia, para dejarlo, al albur de los tiempos, viviendo en los
lugares más inimaginables de Europa; tal vez por eso él soñó con levantarse en
un país de fanáticos, en el que de pronto se permita y se respete cualquier
opinión.
Pero
a mí, Canetti o Cañete no se me escapó. Tampoco los otros, porque cuando
Dios quiere que las hormigas mueran le pone alas, y por muchas alas que
le diera a Canetti terminaríamos por encontrarlo. A ese pesimista con sangre
sefardí lo encontré en Viena. También llegué a las puertas de Tombuctú en Malí
persiguiendo a los Qâti, que salvaron de la quema más de quince mil volúmenes
de la gran Biblioteca omeya de Córdoba. Todavía, hoy, luchamos en el norte,
aliados de los tuaregs, pero esos descendientes de godos conversos han sabido
apañárselas muy bien en estos últimos cinco siglos para que esa antigua
biblioteca siga respirando y llevando palabras de libertad por las arenas del
desierto: La mayor pérdida de Usama, un caballero árabe de la época de
las cruzadas: su biblioteca de 4000 volúmenes. Mientras viva su pérdida será
una herida en mi corazón.
Ese
tal Canetti fue uno de los que me empujó a salir de las cuatro paredes de mi
casa buscando libros y como no sabía si agradecérselo o culpárselo; decidí
perseguirlo desde Cuenca a Rusia, Viena o Inglaterra, lo perseguí con saña: Has
huido del aliento del mundo retirándote a una mazmorra suntuosa donde no sopla
brisa alguna y mucho menos un hálito. ¡Oh!, aléjate de todo lo que te es
familiar, personal y seguro, desecha toda intimidad, sé valiente. Toma los
caminos trillados y rómpelos sobre tu rodilla: si hablas con algún humano que
sea de aquellos de los que no volverás a ver. Busca el ombligo del mundo.
Desprecia el tiempo, deja escapar el futuro, ese miserable espejismo.
Cuando
lo hallé en Viena ya le habían dado el Premio Nobel, eran tiempos en que a los
editores, escritores y lectores les gustaba la literatura; sinceramente creo
que entre los libros se están metiendo camuflados demasiados hombres de
negocios; tanto entre los que escriben como entre los que publican, aunque no
hay que quejarse porque desde Homero siempre han sido malos tiempos para la
lírica: Como W.H. Auden yo también tengo amplios prejuicios contra los hombres
de negocios, será que estoy acostumbrado a mi soldada y ganar más que eso me
parece una indecencia, sin distinguir a los que comercian por su espíritu
conciliador y a los que comercian por su carácter pendenciero. ¿Dónde
está el límite? Es capaz de dejar morir a todos de hambre, pero no puede matar
a nadie. A eso se le llama cobardía moral. Y está perfectamente
protegida y convenida en nuestros días.
Sí,
Canetti, he andado por todos los museos y exposiciones egiptológicas del mundo
buscando a la momia del hombre más divertido del Antiguo Egipto
tal como me pediste, y también te hice caso cuando era más joven: eres
demasiado listo, tienes que perder más. Aunque, a la larga, tengo que
reconocer que esos dos consejos me han ayudado mucho, y lo sugiero a todos los
jóvenes: Viajad buscando a la momia más divertida del Antiguo Egipto, nada hay
más sano que la risa, y perded un poco más, para fortalecer vuestro espíritu,
porque así no olvidaréis que el futuro siempre es falso: influimos
demasiado en él, y que por muy inteligentes que seamos sólo lo seremos como
un periódico, que lo sabe todo, y lo que sabe cambia cada día.
Hermosa nota. Te felicito
ResponderEliminarGracias, Carlos. Ya ves cómo ayudan las palabras de Elías Canetti.
ResponderEliminar"Él no escribía sus novelas, las caminaba".
hola norberto muy bonita la nota, pero quisiera saber si me podrías ayudar explicándome que pensaba canetti sobre DIOS y si hay algo que ver en los apuntes cuando utiliza la palabra Dios y la palabra dios. si son para referirse a 2 cosas distintas o es simplemente la forma de escribir y no tiene nada que ver la mayúscula.
ResponderEliminarHola, no sé si Canetti como escribe: "Confiaba en vivir mucho tiempo sin que Dios se diera cuenta"; pero si alguna vez pensó en la bondad de dios, nunca hizo lo mismo con los hombres, por eso buscaba ese dios con minúscula: un dios que no crea a los hombres sino que los encuentra. Tal vez como Spinoza, Canetti no entiende a Dios como creador, con voluntar de decidir sino como inmanencia infinita que entiende cuanto sucede sin intervenir. No creo que nadie pueda definir a dios, ni siquiera Canetti.
ResponderEliminarMuchas gracias por leer estas letras que no tienen intención de llegar a ninguna parte. un fuerte abrazo.