“En
el Principio fue el verbo”.
Nunca
he tenido duda de que al ser humano lo tocó la gracia divina cuando le fue
entregada la Palabra. No hay religión que no nos lleve por ese precepto y todas
tienen como dogma que aquello que diferencia a todos los seres es la palabra de
la Vida, que fue, sin duda, el primer fuego que a Prometeo entregaron los dioses.
El
azar que, como decía Cortázar, hace muy bien las cosas me hizo pasar una fría
tarde de invierno junto a la fachada de la Biblioteca Nacional, no la de la
calle Méjico, sino la del Paseo de Recoletos.
En
la puerta de la Biblioteca estaba colgado un gran letrero, anunciando una
exposición titulada La Lengua y La Palabra, que con una seducción
de serpiente que conoce la debilidad humana me convenció para que dejara, por
unas horas, el trabajo que me había llevado hasta allí y me adentrara en los
laberintos de La Lengua y la Palabra. Ya tendría ocasión de
buscar piadosas excusas por la demora.
Fue dar un paso dentro de la Biblioteca y encontrarme con
Ulises: En la vida de los humanos es la lengua y no la acción la que
conduce todo. La verdad, no me lo esperaba allí. Pero como es el hombre
de las mil caras, el héroe que siempre vence con engaños; pensándolo despacio, bien
cierto es que la palabra es su principal arma. Empezamos bien, me dije.
Sófocles, en su Filoctetes, define como nadie la elección
que debe hacer todo hombre en la vida entre honestidad o inmoralidad, entre ser
una persona noble o un ser ambicioso que antepone sus fines a los medios.
Ya sabemos que Ulises es el héroe por excelencia, ganó él y perdió
Neoptólemo; de aquellos lodos ha nacido el hombre moderno.
Todos conocemos la historia de Filoctetes, abandonado por
los suyos (idea de Ulises, cómo no) en la isla de Ténedos después de que una serpiente
le mordiera un pie y ya no fuera de utilidad para el ejército griego, sino una
gran molestia.
Diez años, lo que duró la guerra de Troya estuvo solo en la
isla, sin ver a nadie, sin escuchar una voz, sin que con él cruzase otro ser
humano una palabra. Hasta que los dioses se acordaron de este hombre enfermo y
abandonado y declararon sus armas necesarias para la conquista de Troya, esa
ciudad por la que han pasado todos los seres de la Tierra.
Ulises quiere llevárselo a Troya de cualquier manera, es
decir, con el engaño. Pero, Neoptólemo, el hijo de Aquiles, que antepone la
nobleza al actuar deshonesto se opone a engañar al enfermo; y entre todos vive La
Lengua y la Palabra.
Neoptólemo:
Yo, en verdad, hijo de Alertes, aquello que en conversación no me gusta
oír tengo horror a hacerlo; pues soy de índole tal que no puedo hacer nada
valiéndome de malas artes; ni tampoco según dicen el padre que me engendró.
Pero estoy dispuesto a llevarme por la fuerza a este hombre y no con engaños;
pues él con un solo pie, siendo nosotros tantos no podrá dominarnos a la
fuerza. En verdad, que habiendo venido como ayudante tuyo me llamen cobarde;
pero prefiero, ¡oh Rey!, no alcanzar buen éxito por proceder honradamente a
triunfar con malos medios.
Ulises:
De noble padre has nacido, niño, yo también, cuando era joven, dejaba la
lengua ociosa y hacía obrar a la mano; más ahora al tocar la realidad veo que
los hombres, la lengua, no el trabajo, es la que todo lo gobierna.
(Dice Ulises que es la lengua y no el trabajo la que gobierna la realidad. Si
Ulises viviera ahora sería o político o constructor, ¿Verdad? Es la lengua y el
engaño quienes gobiernan al mundo)
Neoptólemo:
¿Qué es pues lo que mandas sino que diga mentiras?
Ulises:
Te digo que te apoderes de Filoctetes con astucia. (El fin para
él justifica los medios, y qué medios)
Neoptólemo: ¿Y por qué lo he de tratar con engaños mejor que convenciéndolo?
Neoptólemo: ¿Y por qué lo he de tratar con engaños mejor que convenciéndolo?
Ulises:
Porque temo que no te crea y a la fuerza no podrás llevarlo.
Neoptólemo:
¿Tan temible es la confianza que en su fuerza tiene?
Ulises:
Tiene flechas certeras que ante sí llevan la muerte.
Neoptólemo:
Luego con él, ¿ni siquiera riñendo hay confianza en el triunfo?
Ulises:
No, si no lo coges con engaños como te he dicho.
Neoptólemo:
¿no crees vergonzoso el decir mentiras?
Ulises:
No, si la mentira nos lleva a la salvación. (Si la mentira lleva
al éxito, Ulises mentirá. Hará lo que sea necesario. Es el hombre moderno y
además, es todo un símbolo observar que entre todos los héroes griegos, es
Ulises, el taimado, el mentiroso, el de las tretas, el que sobrevive. Los demás
mueren todos, Aquiles, hombre de honor, Ayax, el hombre valiente, Agamenón
cuando regresa a casa…, menuda enseñanza para el futuro dejó Homero. O a lo
mejor adivinó que el alma del Hombre es como el alma de Ulises y no hay otra
forma de sobrevivir)
Neoptólemo:
¿Cómo un hombre sensato se atreverá a decir eso?
Ulises:
Siempre que obres en provecho propio, no debes vacilar.
Y
todo eso con la primera cita de la exposición: En la vida de los humanos
es la lengua y no la acción la que conduce todo. (Filoctetes,
Sófocles)
Hay
un lugar para la lengua en la obra Filoctetes de Sófocles que a mí me parece
mágico y a la vez muy real, que es la reacción del hombre que ha pasado diez
años solo y escucha la voz de un ser humano por primera vez, después de tanto
tiempo. Sófocles le da a la lengua y al habla el valor que tiene. (Como escribe
Octavio Paz: El mundo comienza por ser un conjunto de nombres. Más
exactamente: el mundo es un mundo de nombres y los nombres son nuestro mundo.
Si nos quitan los nombres nos quitan nuestro mundo”).
Así
lo escribe Sófocles:
Filoctetes:
¡Oh, extranjeros! ¿Quiénes sois y por qué casualidad habéis arribado a
esta isla, que ni tiene buenos puertos ni está habitada? ¿De qué país o de qué
familia poder decir que sois? Por la hechura, a la verdad, vuestro traje es
griego, el más querido por mí. Deseo oír vuestra voz, no me tengáis miedo ni os
horroricéis por mi aspecto salvaje; sino compadeced a un hombre infortunado,
solitario, así abandonado y sin amigos en su desgracia. Hablad, si como amigos
habéis venido. Respondedme, que no esta bien que yo no obtenga contestación de
vosotros, ni vosotros de mí.
Neoptólemo:
Pues, extranjero, sabe ante todo que somos griegos. ¿Esto pues deseas saber?
En
este momento, Filoctetes escucha el griego, escucha una palabra griega por
primera vez en diez años. Su mundo vuelve a reconstruirse, cuando él lo creía
perdido. Porque como escribe Octavio Paz, el mundo es un mundo de nombres.
Y he aquí su reacción:
Filoctetes: ¡Oh, dulcísima voz! ¡Qué
consuelo oír la palabra de un hombre después de tanto tiempo!
Como
leí en la exposición de la Biblioteca Nacional: fundamentalmente somos lenguaje
y Sófocles lo sabía.
Anduve
por la Biblioteca Nacional varias horas, y se me estaban acabando las excusas
ante mi jefe porque el paso del tiempo deshace de manera exponencial cualquier invención;
así que agarré el refranero y me dije: de perdidos al río y mañana será otro
día, y me puse a leer la cita de Joseph Brodsky: “Ahora y en el futuro
os compensará el esfuerzo con el lenguaje. Cuidad vuestro vocabulario como si
se tratase de vuestra cuenta corriente… Basta con adquirir un diccionario y
leerlo también diariamente, sin olvidar de vez en cuando, algún libro de poesía.
Pero lo primordial son los diccionarios”.
Si
él supiera, que su libro Del Dolor y la Razón se ha recorrido
medio mundo…
Muy buena relación entre lo griego y lo actual. Muy bien logrado, somos lengua y palabra, aunque a veces nos cueste entenderlo.
ResponderEliminarAcabo de pasear por tu blog. Arte y sentimiento. Nos leemos.
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