domingo, 4 de abril de 2021

EN 1984, CON ORWELL CUANDO DOS MÁS DOS SON CINCO

Para llegar a 1984, hay que pasar sin duda por la Guerra Civil española. Para llegar a 1984, hay que vivir en Cataluña esas luchas intestinas que se llevaron por delante a camaradas y hermanos que combatían en el mismo bando, pero en distintas revoluciones.

Para llegar a 1984 hay que ser consciente de que lo que opinen o dejen de opinar las masas se considera falto de importancia, con la seguridad de que a las masas se les puede conceder la libertad intelectual porque carecen de intelecto. 

Para llegar a 1984 hay que darse cuenta de que la esencia del gobierno oligárquico no es la herencia de padres a hijos, sino la persistencia de cierta visión del mundo y cierto modo de vida. Para llegar a 1984, hay que ir con Andreu Nin a Moscú para contemplar la nueva sociedad oscura que llevará al ser humano camino del no ser. Para llegar a 1984, hay que decidir entre la CNT y el POUM; y ver cómo los incautos prefieren perder la guerra, quemando absurdamente todas las revoluciones, a ganarla aunque sea en la cautividad de una disciplina necesaria.

Para llegar a 1984, antes hay que haberle visto la cara, en una pesadilla, al Gran Hermano. Para llegar a 1984, antes hay que haber visto el infierno en la guerra de España o en la India o en la Europa devastada por la dulce guerra. Esa dulce bellum inexpertis.

Para llegar a 1984 hay que haber aprendido que no hay revolución que no se la coma el alma humana.  Hay que haber aprendido a base de heridas y dolores, que la estructura esencial de la sociedad no se ha modificado nunca. Incluso después de enormes revueltas y de cambiar en apariencia irrevocable, ha vuelto a establecerse el mismo orden. Y es que la clase baja nunca consigue ni siquiera de forma temporal sus objetivos. Porque nunca esa clase será quien porte el duro altavoz, ni la imprenta y, mucho menos, llevará la contabilidad financiera de ninguna revolución, tan sólo será la carne de cañón para aquellos a los que siguen y que, sin duda, van a traicionarlos. 

Además, esa gente tan simple sólo lucha por las cosas, por la banal posesión de cosas, cuando cualquier mente medianamente preparada sabe que el verdadero poder, el poder por el que las clases dirigentes luchan noche y día, no es el poder sobre las cosas, sino sobre las personas.

Pues parece que ya hemos llegado, año 2021, por fin ya estamos en 1984, año Orwell, si con la invención de la imprenta, el cine, la radio y la televisión comenzó el principio del fin; con las redes sociales y los teléfonos móviles han sido aniquiladas la libertad y la vida privada. Ya saben, todo de todos, sometiéndonos a la propaganda oficial y al cambio de pensamiento.

Por fin, 1984 ya está aquí, y todo lo provee el Gran Hermano.





2 comentarios:

  1. La trilogía ineludible de las distopias, desgraciadamente hoy reales es 1984, Un mundo feliz y Farenheit 451...Estamos rodeados de "epsilones"😓

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  2. Sí, Emilio, tres grandes obras por las que hay pasar.

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