domingo, 2 de febrero de 2014

PAISAJES PARA DESPUÉS DE UNA BATALLA




Lectores de la Biblioteca Nacional: enterrados en el mausoleo de la cultura, vagáis por pasillos y salas de lectura como sonámbula hueste de espectros. Examinad la palabra Tumba inscrita en la pared, a la derecha de la entrada, Rue de Richelieu; pensad en que al cabo de un tiempo moriréis de una vez: ¿no sería mejor instilar algo de poesía en vuestras vidas, antes de pudriros también, como los libros y manuscritos que leéis, en otro vasto y crepuscular cementerio?  

 
Una vez me dio por buscar en París a ese bastardo, que Goytisolo llamó héroe, protagonista o autor; bastardo que intentó en alguna ocasión confundirse con él y lo consiguió; al menos, le echó una mano publicando unos artículos que luego el héroe aprovechó sin sonrojo proclamándolo en la dedicatoria del libro.
Merodeé por el barrio del Sentier de noche y de día, al atardecer, y al anochecer. Me senté en todos los cafés, incluso en aquellos que no le gustaban a nuestro héroe porque ahora sus nombres están escritos en árabe, ininteligibles: estaban compuestas en un alfabeto extraño y los viejos habitantes del barrio pasaban junto a ellas sin advertirlas, como si fueran monigotes caprichosos.

Llegué al número 1 de Boulevard Poissonnière, allí estaba el cine Rex. Desamparado, sin dar crédito aún a lo que veía, se volvió a la mole familiar del gigantesco cine de la esquina: ¡El Rex había desaparecido! Bueno, desaparecido no, su masa imponente permanecía en su lugar habitual, con los anuncios de una superproducción norteamericana, y la torre circular que de noche vertía cascadas de luz, ígnea como una antorcha; pero sus letras de varios metros de altura habían sido reemplazadas con signos de igual tamaño, hoscos e indescifrables… Se le ocurrió bruscamente la loca idea de que algún emirato petrolero había adquirido sin previo aviso el conjunto del barrio. Nuestro héroe está viendo que todos los cafés del Sentier están cambiando sus letreros en francés por otros en árabe. No le gusta. No le gusta nada: Tendremos que volver a la Resistencia como con los alemanes.

Goytisolo, ¿eres tú, es el protagonista o es la ironía? ¡Ah!, es la ironía. Porque lo que nuestro bastardo héroe no sabe es que los griegos llamaron planeta a todo cuanto era errante. Así que ellos conocían de sobra que todos somos nómadas porque habitamos un planeta que fue bautizado por los antiguos griegos como errante. Lo que no sabe el bastardo, que se va a perseguir niñas por los parques de París con una gabardina y un ratoncito blanco escondido, es que todos llevamos en nuestro subconsciente los más grandes viajes, las más grandes huidas y las más grandes esperanzas: que todos hemos buscado, con más o menos suerte, la Tierra Prometida, que todos hemos sido expulsados del Edén hacia una tierra desconocida, que todos sabemos que se puede tardar veinte años, como Ulises, en volver a la casa de la que partimos. Yo salí hace treinta años de la mía y todavía no he vuelto; aunque reconozco que soy mucho menos inteligente que Ulises, y es razonable mi demora.
Aunque, también sabemos que estos conflictos siempre se han solucionado con la violencia hasta hoy, y Francia no iba a ser diferente.

Vi la cúpula verdebiliosa de la Ópera, las siluetas de los rascacielos de la Défense, el perfil alastrado del mont Valérien. Los componentes sedimentados del Sentier pertenecen a la especie humana, más por razones de comodidad intelectual que por la justedad bien dudosa del término. Emigraciones de muy diverso signo han posado sus heces de modo paulatino a lo largo de un lapso de cinco o seis lustros, arrastradas allí en embates bruscos, por lejanos vendavales políticos o muchos más prosaicas razones subsistenciales: éxodos masivos, cuya reiteración ha conferido al lugar de anclaje ese aspecto multicolor, abigarrado que tanto desconcierta y aflige al núcleo original de habitantes primitivos.
Continúo paseando por París y entro en el metro, y recuerdo que nuestro héroe capaz de odiar al emigrante está enrolado en el movimiento de Liberación del Pueblo Oteka. Atentaron en el metro mediante el cómodo empleo de un empujón al primer ciudadano desprevenido apostado en el andén. Otro guiño de Goytisolo a la verdad, somos capaces de defender lo más lejano sin atender a lo más cercano

Desde luego, Juan Goytisolo no deja un mandoble sin dar. Ataca los nacionalismos, las ideologías, la justicia, las revoluciones, a todo lo que creíamos sólido, como escribió Marx, una sociedad definitivamente libre de las taras, desviaciones y prácticas revisionistas  comunes a cuantos regímenes reivindican aún, con desfachatez e impudicia, la herencia gloriosa del materialismo científico para imponer nuevas y abominables formas de opresión sobre las masas, extender sus tentáculos voraces a países vecinos, repartirse el planeta con los gángsteres de las multinacionales, ahogar por todos los medios el rayo de luz de la única revolución victoriosa y seguir el camino que conduce inevitablemente al despeñadero por el que han caído, caen y caerán siempre quienes ignoran las lecciones y advertencias de la Historia. Es la ironía total, el humor absoluto.

 Nada se puede decir contra Paisajes para Después de una Batalla, porque es capaz de defender todo y atacar todo, y dibuja al protagonista tal como solemos ser cada uno de nosotros, así que siempre tendrá razón.

No es un libro fácil de agarrar, porque Goytisolo así lo quiere, pero si lo lees varias veces y te dejas acompañar por el bastardo que imita al autor de Alicia en el País de las Maravillas en su búsqueda de niñas por los parques de París, que ve que África empieza en los bulevares, atacándole síntomas de pánico, que aboga por no quedarse ni con Stalin, ni con Pol Pot, ni con Trujillo, sino con Bela Lugosi;  y que ahora mismo, ahora mientras tú lees estas pobres letras, escribe una nota en nombre del Movimiento de Liberación del pueblo Oteka, entonces entenderás un poco más cómo de deplorable es este mundo y porqué rueda tan siniestramente.

Después de varios siglos de silencio sobre el genocidio del pueblo Oteka, exterminado por hordas tártaras, hemos decidido pasar a la acción.



No tengo más remedio que decirlo, esta semana se me han muerto José Emilio Pacheco y Félix Grande, dos gigantes de la poesía. Maldición, se están muriendo los mejores. Goytisolo, por Dios, tú no te mueras, que al final sólo nos van a quedar los autores de best-sellers, y qué va a ser de nosotros. 


2 comentarios:

  1. Una excelente publicación, me ha llevado a buscar información sobre Goytisolo, con vergüenza reconozco que no tenía conocimiento del mismo. A partir de tu escrito me pongo a buscar libros del autor para leerlos. Desde mi infancia he tratado de leer y leer, sabiendo ya desde entonces que una de mis asignaturas pendientes sería no poder llegar nunca a poder abarcar todo, pero he tratado de acercarme...descubriendo cada vez cuanto me falta por conocer.
    Tus publicaciones me encantan por lo bien escritas y por los nuevos caminos que me enseñan, te agradezco por ello. Un gran saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Mirta, me alegro de que estas entradas te sirvan. Contarte que Goytisolo no es un autor fácil. cuenta él que una vez un lector se le acercó y le dijo que le había encantado su novela; a lo que él, curioso, le preguntó si la había releído. el lector le contestó que no, a lo que Goytisolo le dijo: "Pues entonces, o usted no la ha entendido bien o yo la he escrito mal". Así es este autor.
      Un abrazo fuerte.

      Eliminar