Si
hay un lugar en el que se cumplen todos los sueños, ese lugar se llama infancia
y adolescencia; porque luego, con el tiempo, viaje uno al territorio que viaje,
sin remedio, empezará a instalarse en él, una cierta melancolía, cuando no
desesperación, por el simple hecho de que en el presente nunca somos lo que deseamos
en el pasado.
Ahora,
muchos años después, sabemos con seguridad que el pasado sólo promete algo
diferente de lo que uno sueña, y lo único que podemos pedirle es que, al menos,
nos desee suerte.
Desde
que ella nos llevaba a cenar, los alrededores de París han cambiado tanto.
He paseado mis huesos por todas partes, incluso he estado tres años en La
Legión.
Acabo
de retomar a Patrick Modiano y he vuelto al colegio donde estudié de niño, el
Valvert, con la suerte de que he logrado ver a través del calidoscopio de la
literatura mi infancia y mi futuro, saltándome el presente, que es lo más mágico
que pueden deparar los libros.
Creo
que el señor Jeanschmidit quería acostumbrarnos a nosotros, que éramos hijos
del azar y de ningún sitio, a las ventajas de una disciplina y a la sensación
reconfortante de tener una patria.
Modiano,
aunque no nos conoce de nada, nos vuelve a acercar, a aquellos profesores que
tuvimos, con sus manías, de quienes en aquel tiempo ya sabíamos cuál era su
destino porque su madurez ya les había caído encima como una losa, y que se guardaron el secreto de contarnos
que la madurez nuestra no iba a ser cómo la pensamos, y que poco iba a contar
nuestro nivel de estudios y nuestro dinero a la hora de llamar eso que suele
nombrarse con la palabra genérica de felicidad. Cada uno de los antiguos
alumnos del Valvert ha tenido una vida y nada es lo que soñaron, y nada es como
lo vivieron en el pasado cuando todos eran iguales.
-
Sabe usted, ya no me llamo señora Portier…, la vida es tan complicada…
Y
llena de revueltas.
Modiano
tiene el talento, con breves encuentros, quince o veinte años después por esos
azares que nos depara el destino, de que Patrick, que ahora es actor de poca
monta, coincida con los antiguos alumnos del colegio Valvert, y en no más de una
página nos descubra el pasado que ha tenido cada uno de ellos estos últimos
quince años y, sobre todo, el futuro que tienen ahora entre las manos. Para
la mayoría de nosotros el deporte fue un refugio. Desgraciadamente, todos
nosotros, los antiguos alumnos de Valvert, teníamos inexplicables ataques de
depresión, accesos de tristeza que cada uno trataba de combatir a su manera.
Todos teníamos, según la expresión de nuestro profesor de química, el señor
Lafaure: un tornillo flojo.
Yotlande
sigue pensando que el mundo es una fiesta, y se da cuenta de pronto, de
una manera casi imperceptible que había envejecido. En los rallyes que seguía
frecuentando, cada vez escaseaban más la gente de su edad: el trabajo, el
matrimonio, la vida adulta, los devoraban uno tras otro.
Desoto,
ese niño mimado, hijo de millonarios, expulsado de Valvert por su actitud
displicente y su carácter poco dado a recibir negativas, y ya se sabe que cuando
no se aprende de niño a perder ya no se aprende de adulto a vivir, es la
ecuación de primer grado que apenas te enseñan en la escuela.
Hay
lugares que atraen como un imán a las almas sin brújula y rocas inquebrantables
bajo la tempestad. Teníais que ver ahora a Desoto en manos de una mujer
ambiciosa que quiere su dinero y que está a punto de declararlo incapaz de
regir su propio destino.
Kurt,
no quiso abandonar París cuando llegaron los nazis, a pesar de que su abuela intentó
persuadirlo, ahora se arrepiente. Allí en su casa, percibí un leve
perfume de naufragio en aquel apartamento, un poco como en el de su abuela.
Christian,
cuya madre nos invitaba a los dos a cenar los sábados en aquellos
alrededores de París que ahora han cambiado tanto, y que recibía en su
casa misteriosas visitas, se llenó del moho del futuro que es mucho peor que el
del pasado. Aguas temporales por las que se mueve Modiani, como un depredador.
Charell,
junto a su mujer, se deslizan por las pendientes de la droga, que la juventud
lo llevó al antiguo alumno de Valvert, por otros caminos y otras compañías. Y
Newman, ¿qué decir de Newman? Ellas quieren que lo liquide. ¿Quiénes son
ellas? Estaba perplejo. Aquella bruma de hacía quince años seguía adherida a la
piel, aquel arte que tenía de no responder nunca a las preguntas concretas.
Después
de leer a Patrick Modiano, me han entrado ganas de que el azar me vuelva a
deparar algún encuentro con aquellos antiguos alumnos del internado del
Instituto Social de la Marina, a los que perdí de vista con catorce años y que
en mi imaginación yo les escribí su propio futuro que tal vez se haya cumplido
nunca. Tan buenos chicos.
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