Jadis, si je me souvens bien, ma vie était un festin ou s´ouvraient tour les coreurs, oú tous les vins coulaient.
Un soir, jáis assis la Beauté sur mes genoux....
Antes, si mal no recuerdo, mi vida era un festín donde se abrían todos los corazones, donde todos los vinos se escanciaban.
Una tarde, senté a la belleza en mis rodillas. Y la encontré amarga. Y la cubrí de insultos.
Me armé contra la justicia.
Escapé.... para pasar Una Temporada en el Infierno.
Pero en Malta, pura coincidencia, conocí a un marinero inglés que había atracado un mes antes en Adén y que en el hospital británico había compartido habitación con un francés de nombre Arthur Rimbaud. Me dijo que por las noches, cuando las fiebres lo atormentaban, declamaba una especie de versos que el marinero no entendía. "Parecía como una oración":
Nous ne pouvons savoir! - Nous sommes accablés
D´un manteau d´ígnorance et détroites chimères!
Singes d´hommes tombes de la vulve des meres,
Notre pâle raison nous cache l´infini!
¡Nosotros no podemos saber! - ¡Nosotros sucumbimos
bajo un manto de ignorancia y estrechas quimeras!
Copias de hombres caídos de las vulvas de sus madres,
nuestra pálida razón nos oculta el infinito!
Queremos ver: - ¡Pero la duda nos castiga!
La duda, pájaro lúgubre, nos golpea con su ala...
¡Y el horizonte se esfuma en su huida eterna!
Oí al médico hablarle sobre un cáncer en la pierna; y se lo dijo así de claro: o te cortamos la pierna o morirás. No quería que se la cortaran allí y decidió embarcar para Marsella. Tenía la rodilla como una calabaza.
El niño de los zapatos de viento, de las piernas aladas, empezaba a estar atado al dolor y a la quemazón de la rodilla. En el hospital contaron que traficaba con armas en Abisinia. Y él mismo me dijo que venía de Harar y que embarcó en Zeilah. Para llegar hasta Zeilah se construyó una hamaca y contrató a dieciséis nativos.Tardó catorce días en recorrer los 200 kilómetros que separaban Harar de Zeilah: Bestia que sudaba sangre con cada piedra.
Copias de hombres caídos de las bulbas de sus madres.
Castigados y solos en el infinito.
Mientras los rojos escupitajos de la metralla
silban todo el día en el infinito del cielo azul;
mientras escarlatas o verdes, junto al rey que se burla,
se desploman en masa los batallones bajo el fuego...
El joven que iba a reinventar el amor, con veinticinco años, cambió su pelo largo por las canas, envejeciendo al viento. Un año en Adén es como media vida en París. El joven que conmocionó la palabra y los símbolos, que enamoró a Verlaine y a Nouveau en un periodo de ebriedad que revolucionó los versos y ritmos de Francia, regresaba después de pasar veinte años en su torre de silencio. Me escribió una vez contándome que hacía casi cuatro lustros que no leía un libro de poemas. "Sólo leo manuales técnicos y aburridos compendios, que, al menos, no desestabilizan mi alma".
Y, ¿quién soy yo para juzgarle?
El veinte de mayo, desembarcó en Marsella. Nos cruzamos en el Mediterráneo. En ese mar que siempre ha sido puente de versos y despedidas. Miro atrás y me parece verlo:
Iba por ahí, con las manos metidas en sus bolsillos rotos;
hasta el punto que su gabán se volvía ideal;
caminaba bajo el cielo, ¡Oh musa!, y era su vasallo;
¡Qué barbaridad!¡Cuántos amores espléndidos he soñado!
Llega a Marsella y sueña con que vuelve a dejarse crecer el pelo, que ha decidido abandonar el colegio, que vuelve a parecer grosero, mal vestido y deseducado, como era cuando tenía diecisiete años y decidió, como sólo deciden los hijos de los dioses, amar perdidamente a la poesía. Sueña que nunca traficó con armas en Abisinia, que Etiopía quedaba lejos y que Verlaine vuelve a reunirse con él en una vieja habitación en Bruselas.
Siente un fuerte dolor en la pierna y llora porque ha estado veinte años encerrado, a lo mejor sin querer, en una torre de silencio y sabe de sobra que el tiempo, también, puede comerse a los poetas.
El poeta hará suyo el sollozo de los Infames,
el odio de los Forzados, el clamor de los Malditos.
Sabiendo que él ya iba camino de Marsella con el cáncer comiéndose su carne y sus versos, decidí quedarme en Tunez, pues todavía tenía una cuenta pendiente con Salambó, sacerdotisa de Cartago.
Las fotos son de Malta y Tunez.
Malta es el sueño de todo lingüista con un idioma que mezcla el árabe, el italiano y el inglés; y además la rodea el Mediterráneo puro. Conviene llegar a La Valletta la primera vez en barco.
En Tunez late Cartago, aquella que "con sangre y con sal borró el latino"; y que con Roma se jugó con la espada el destino del mundo.
Las fotos son...., bueno, ya sabéis quién hizo las fotos.