domingo, 18 de junio de 2017

EN MEDIO DE NINGUNA PARTE, EL INFIERNO SEGÚN COETZEE


Una madrugada, sobre las cuatro de la mañana, recibí la llamada de un poeta irredento, de esos que no duermen y suelen acompañar los endecasílabos con un gin-tonic y hermosa compañía, en este caso masculina. Nada más coger el teléfono, y adivinar su voz, supe que quería llevarme a algún lugar donde yo no había estado:

- Norberto, ¿quieres conocer el infierno?
- ¡Claro!; pero te advierto que ya estuve en todos los anillos de Dante y no me sorprendió nada, salvo la maravillosa manera de componer versos.
- No, este es el infierno de verdad. Donde uno hasta llora por sí mismo lágrimas por la vida que no ha vivido.
- Pues dime dónde está que quiero ir enseguida.
- Lo tengo en casa, pásate por él cuando quieras. pero date prisa porque tantas penurias, tanta soledad hacen de uno a la postre un animal.
- ¿Después de despertarme de madrugada preguntándome si quiero conocer el infierno, crees que no voy a levantarme y a ir volando a tu casa? Me imagino que puedo ir ahora.
- Por supuesto. Te esperamos. a ver si tú adivinas qué se debe hacer para salvarse del tedio de la existencia.

Cuando dijo te esperamos, no sabía si estaba acompañado de su pareja del momento o de algún habitante del infierno que le trajo el libro que quería enseñarme.

La madrugada vestía limpia y oscura, llegué rápido a su casa y allí estaban esperándome con el libro en la mano.

- Aquí lo tienes. Aquí está el infierno, te dolerá como nada que hayas leído antes. ¿Quieres tomarte algo?
- Teniendo en cuenta la hora que es y que no estoy dispuesto a volver a mi cuarto a dormir, te agradecería un ron con coca-cola; sabes que nunca abandono una conversación de madrugada sobre libros.
- ¿Quién es el autor?
- Es sudafricano.
- Lógicamente será blanco, afirmé. Allí todavía las letras no han alcanzado la negritud y la libertad. 
- Ya les están llegando esperanzas.
- Demasiado lentas, y con Mandela, llegará sin guillotina- le dije- y una revolución sin guillotina siempre deja las cosas como están. Mira tú España, eso fue lo que le faltó a nuestro siglo XIX, la guillotina.
- Y eso que todavía no te has tomado tu copa de ron.
- A ver, veamos ese infierno.
- Aquí lo tienes J.M. Coetzee, En medio de ninguna parte, In The Heart of the Country. En ese país, en esa tierra no estaba previsto que vivieran seres humanos.
- El infierno, que hasta ahora han pintado los escritores suele estar siempre alimentado por la soledad mal acompañada- le digo.
- Pero aquí es peor, mucho peor. Cuatro personas, dos amos y dos esclavos, apenas se adivina el color. El amo vive sin valores, dueño de cuerpos y haciendas, de los suyos, de su hija y de los esclavos. Su hija es la verdadera habitante del infierno, un solitario infierno que quema almas y cuerpos. En un lugar inhóspito, donde duele la soledad de Magda, la protagonista, ¿qué debo hacer para salvarme del tedio de la existencia? Además están los días, días de algo que hay que llenar para que vayan pasando, días carentes de todo propósito. Ninguno de los tres (Hendrik y Anne, esclavos, y ella misma, esclava de su soledad y de su padre) son capaces de encontrar su propio camino.

 Me terminé la copa, agarré el libro y me despedí de mi amigo poeta y su pareja. 

Al abrir el libro por una página al azar como siempre hago cuando cojo por primera vez uno entre las manos, pensando que esas primeras palabras son solo para mí, leí: ¿Sentiría alguien la tentación, me pregunté, de visitar un lugar de la tierra cuya invitación resultaba tan clamorosamente mísera, obra de una criatura tan palmariamente solitaria?

Me llegó la frase como una premonición. Este sí que va a ser el infierno de verdad, me dije, aunque hasta ahora he podido luchar contra él con las armas del amor y la compañía sincera. Aunque la pobre Magda no tiene a nadie, está perdida. 

Este libro no lo puede leer quien no quiera sufrir al ir a visitar el infierno.

¿Será señal de mi inocencia el hecho de que sienta mi confinamiento solamente en cuanto sufrimiento y de ninguna manera en tanto crimen contra mi cometido?






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