domingo, 14 de mayo de 2017

LOS CÍNICOS NO SIRVEN PARA ESTE OFICIO, RYSZARD KAPUSCINSKI


Los libros están por todas partes, nos persiguen con la paciencia de una trampa dormida, aguardan nuestra llegada con la seguridad de una amante consciente de su belleza y sus secretos, y anidan en cualquier lugar atravesando mágicos portales de tiempo y espacio. Los libros están por todas partes, ocultando celosos nuestro destino.

Buscando la Edad Media, sus castillos, los crímenes y traiciones reales y la feroz servidumbre al señorío y al poder de la cruz, cabalgamos desde Valladolid hasta Urueña. Entramos en la villa fortificada por la puerta sur, no sin antes descansar bajo la cruz de la ermita de la Anunciada, ejemplo del románico lombardo y de la imposible atadura del arte en el espacio y en el tiempo, sin cadenas que lo retengan ni muros posibles que lo aislen: hoy para entender dónde vamos no hace falta fijarse en la política, sino en el arte el que, con gran anticipación y claridad ha indicado qué rumbo estaba tomando el mundo y las grandes transformaciones que se preparaban. Es más útil entrar en un museo que hablar con cien políticos profesionales. Como el arte postmoderno nos enseña, quizá podríamos darnos cuenta de que hay espacio para todos y que nadie tiene más derecho de ciudadanía que los demás.

Entramos a Urueña por la puerta de la villa, que se alimenta del viento norte, buscando ese tiempo medieval, oscuro, de clases y estamentos injustos, que en el presente se oculta entre murallas dormidas, torreones, saeteras y rastrillos; sabiendo que ni la pobreza ni la opresión pertenecen al orden natural de las cosas, pero nada más entrar comprobamos que las palabras, que circulan libremente, palabras clandestinas, rebeldes, palabras que no van vestidas de uniforme de gala, desprovistas del sello oficial, terror de los tiranos, instrumento de revuelta y de lucha contra las cuales las armas del poder se revelan de repente completamente ineficaces, esas palabras, en Urueña, estaban pintadas en las paredes de sus casas, y en los libros que se asomaban vivos y eficaces por todas las librerías que respiraban conciencia y palabra en cada calle de Urueña.

Como las palabras estaban por todas partes, más vivas que las piedras, decidimos, antes de viajar a la Edad Media atravesando fuertes y fronteras, entrar en las librerías que emboscadas entre las paredes de mampostería de las viejas casas, de trecho en trecho y en silencio, enseñaban discretamente algunos de sus brillos, de repente observé que la Primera Página me estaba esperando. Primera Página es una librería especializada en Periodismo, con dos pasillos muy estrechos llenos de libros que te asediaban sin tregua. Anduve hojeando esa clase de libros que saltan de las estanterías a las manos, sin consideración ni pausa, hasta que me tropecé, sobre una vieja máquina de escribir, con un antiguo conocido de mis viajes por África y por Oriente Medio, Ryszard Kapucinski, ese periodista incómodo que sabe que no hay periodismo posible al margen de la relación con otros seres humanos, y que para ejercer el periodismo hay que ser un buen hombre o una buena mujer: buenos seres humanos, la única forma de comprender a los demás.

Cuando veo un libro de Kapucinski, es tal la tentación de leerlo que no puedo evitar hacerme con él, así que lo compré. Al fondo, escribiendo sobre una mesa, la dueña de la librería me atendió. Al cobrármelo, me dio como propina la pequeña historia de todos aquellos libros: sí, yo soy periodista, soy de Bilbao y mi marido y yo decidimos venirnos aquí a montar esta librería; hacemos también el periódico, escribimos, todo alrededor del libro y del periodismo. El periodismo..., pienso, y releo a Kapucinski: En la segunda mitad del siglo XX en estos últimos años, tras el fin de la guerra fría, con la revolución de la electrónica y la comunicación, el mundo de los negocios descubre de repente que la verdad no es importante, y que ni siquiera la lucha política es importante: que lo que cuenta en la información es el espectáculo. Y una vez que hemos creado la información espectáculo, podemos vender esta información en cualquier parte. Cuanto más espectacular es la información, más dinero podemos ganar con ella. Tal vez el verdadero periodismo viva tras las murallas de Urueña.

Seguimos andando y descubrimos más librerías, tantas, que creímos que la Biblioteca de Alejandría no fue incendiada tras la conquista de César sino que ligeras naves Tartessas de velas triangulares que ceñían los vientos por ambos costados trajeron todos sus volúmenes hasta las costas gaditanas y lentos carros tirados por bueyes los pusieron a buen recaudo en la meseta. En algunas librerías podías leer como si estuvieras en tu casa; en otras soñabas con afrutados vinos y manjares; en otras te sumergías en el juego de la caligrafía y de sus mágicas formas que renacerá cuando volvamos a abrazar la paleografía y sus secretos; en otras soñabas y soñabas; sabiendo que también se escribe por razones éticas: sobre todo porque los pobres suelen ser silenciosos. La pobreza no llora. La pobreza no tiene voz. La pobreza sufre, pero sufre en silencio. encontraréis situaciones de rebeldía sólo cuando la gente pobre alberga alguna esperanza. Entonces se rebela. Pero el componente de la esperanza es fundamental para que la gente reaccione. En las situaciones de pobreza perenne, la característica principal es la falta de esperanza. Si eres un pobre agricultor en un pueblo perdido de la India, para ti no hay esperanza. La gente lo sabe perfectamente. Lo sabe desde tiempos inmemoriales.

Seguimos andando y visitando las librerías, como si fueran nuestra casa, leyendo en sus ventanas y en sus paredes; de las que brotaban palabras e historias; que para eso se descubrió la piedra, el papiro, el pergamino, el papel o el ordenador para llenarlos de palabras y de vida; tal como encontramos las librerías de Urueña: Primera Página, Páramo, El Rincón del Ábrego, La Boutique del Cuento, Alcaraván, Efímeros Pluscuam(Im)perfectos, Alcuino Caligrafía & Arte, El Grifilm, Librería Enoteca Museo del Vino, Más Libros & Libros, TF Librería y el Taller de Encuadernación, llenas de palabras y de vida; y de murallas y de Edad Media y de sueños, que de eso están cubiertos y llenos los libros.










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